La hija de mi amigo

11. ¿Mis sentimientos alguna vez cambiarían por él?

 

La comida de los platillos que nos sirvieron era deliciosa, pero tampoco podía dar una opinión buena, ya que los profesionales de la cocina eran mis padres. Aparte de que me gustaba todo lo que me pusieran, no era delicada en la comida. 

Aunque más que comer, estaba saboreando y disfrutando el champán. 

Sebastián me hablaba de lo frustrante que era pertenecer a una familia como la suya, que me envidiaba por la mía. 

 

— Otra cosa no, pero de lo que estoy orgullosa es de la familia que tengo. — Hablé, rozando con mis labios la copa. 

 

— Conociendo al señor Alfonso y a sus antepasados, que siempre han cuidado de su negocio familiar, estoy de acuerdo con usted, no puede quejarse. — Habló y me reí, era más que evidente que todo lo que saliera por mi boca él se lo tomaría con simpatía. 

 

— Mi padre le escucha hablar de su restaurante como un negocio y ya estaría gritándole aún siendo el hijo de la familia Cielos. — Contesté a Sebastián. — Para mi padre su restaurante es parte de su familia y todos allí deben tener respeto por cada pared o suelo. 

 

— ¿Y tu madre? — Me preguntó Sebastián. — ¿Cómo es ella? 

 

— Al contrario que mi padre, ella trabaja para la televisión haciendo programas de cocina, pero… cuando los dos están juntos dentro de la cocina es como si no existiera nadie más que ellos. — Dije y tomé de la copa de champán. — Supongo que eso es lo que mantiene su matrimonio, la pasión que ambos comparten. 

Pensándolo bien, desde el principio mis padres se equivocaron al momento de adoptar un hijo, deberían de haber adoptado a Jacobo, a él le encanta la cocina tanto como a ellos. En cambio a mí, no… Él debería haber sido el hijo y yo a quien ayudaron una vez echada del orfanato. 

 

— Entonces, tus padres hacen una excelente pareja. — Los alabó Sebastián y sonreí. 

 

— Sí. — Dije, dejando la copa en la mesita y viendo que un camarero me sirvió más champán. — Gracias. — Agradecí llevando la copa de nuevo a mis labios. 

Sebastián se inclinó y cogiendo un tenedor se hizo con un trozo de carne en salsa que había en uno de los platos. 

 

— ¿Me permites? — Me preguntó, extendiendo hacia mí el tenedor. 

Me quedé mirándolo y sonreí de nuevo, me sentí incómoda. 

 

— Gracias, pero sé comer por mí misma. — Contesté y Sebastián extendió más hacia mí el tenedor. 

 

— No me hagas el feo, señorita Adela. — Me pidió y, mirando antes a nuestro alrededor, me incliné comiendo de lo que me ofreció. — ¿Qué te parece? 

Mastiqué la carne saboreando su sabor, la salsa era realmente deliciosa. Pero preferiría la comida de mis padres que por lo visto me tenía mal acostumbrada, no era adecuado decir eso de la comida de sus negocios así que, solo le asentí. 

 

— Está bueno. — Dije y Sebastián cogió otro trozo de carne llevándoselo después a la boca. 

 

— ¿Bueno? — Pronunció, aunque sonó como una pregunta, probando la carne en salsa. 

 

— ¿Qué te parece? — Pregunté mirándolo. 

 

— La comida del restaurante de tu familia está diez veces más deliciosa, tengo que cambiar algunas cosas del bar. — Me contestó. — Parece que no son tan buenos los chefs de aquí. En la próxima cita te llevaré al restaurante que tenemos en el edificio Cielo. 

La próxima vez, es que acaso creía que iba haber una segunda cita entre nosotros. Asentí siendo agradable y llevé la copa hasta mis labios, cuando me la quitaron de las manos y observé a Jacobo con una mirada enfurecida que se dirigía hacia Sebastián. 

 

— Jacobo. — Pronuncié, ¿qué hacía él aquí? 

 

— Te dije que te apartaras de ella. — Habló Jacobo enojado a Sebastián. 

Sebastián se rió mirando a Jacobo y cogió de la mesita su copa con champán. 

 

— Tenía curiosidad de saber como es la chica que te gusta, hermano. — Habló Sebastián quejándome sin palabras. Sebastián había llamado a Jacobo, hermano. 

Jacobo bajó sus ojos hacia mí y me di cuenta de que miró el escote de mi vestido. 

 

— Te pedí que no vinieras. — Gruñó, ahora estaba molesto conmigo.

 

— ¿No crees que soy lo bastante mayor cómo para hacer lo que se me da la gana? — Contesté con molestia. — Es de mala educación que irrumpas en la cita de una persona. 

Jacobo apretó los dientes y de ver en su cara una hermosa sonrisa, ahora estaba viendo una enfurecida. 

 

— ¡Hermano! Como se te queda el cuerpo cuando la persona que te gusta te está mandando al infierno. — Se bufó Sebastián riéndose. 

Yo tampoco lo había mandado al infierno, no sabía de dónde sacaba esa conclusión. 

En segundos todo se volvió un completo caos… Jacobo se lanzó literalmente sobre Sebastián y lo golpeó en la cara con el puño. 

 

 

— Lo siento. — Dije a uno de los guardias de seguridad del edificio Cielo. 

 

— Tiene suerte de que el señor Sebastián no haga nada en contra de él. — Me dijo uno de los guardias de seguridad. 

Tener que llevarme yo la bronca por culpa de Jacobo… mi cita fue destruida por él, ahora estaría contento. 

 

— ¿Nos vamos? — Preguntó Jacobo, también golpeado al igual que Sebastián. 

Los dos eran unos cuadros… se habían dado de ostias hasta que los guardias de seguridad los separó 

 

— Sí, nos podemos ir. — Contesté caminando y Jacobo me agarró de la mano. 

 

— Él es mi hermano, ¿por qué no me preguntas sobre ello? — Me preguntó Jacobo, esperando quizás que lo interrogara. 

No dependía de mí que él me contara cómo era que esa persona era su hermano.

 

— Mejor volvamos a casa, aquí todos nos están mirando. — Dije, agarrando su mano para soltarme de él. — No me gusta ser el centro de atención. 



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En el texto hay: familia, hijos, amor

Editado: 02.01.2023

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