La hija del daimyo

Capítulo 3

Al despuntar el alba, vieron las primeras casas de la ciudad que se había construido alrededor del castillo. Habían avanzado a galope ligero durante la noche en completo silencio. En alguna ocasión, Ranmaru había dejado caer su cabeza sobre el hombro de Nene, señal de que la herida lo agotaba.

El lugar estaba desierto y algunas casas estaban abiertas y las cosas tiradas por la calle, señal de que había sido saqueado. Nene rogaba para encontrar a su hermano en el interior del castillo, pero al llegar al pie de la escalinata de piedra que llevaba al mismo, la desolación se apodero de ella. Cientos de cuerpos yacían a ambos lados del camino, entre los que se encontraban soldados, campesinos e incluso mujeres y niños. Al llegar a la altura de las murallas, bajo del caballo y traspaso el lugar donde se suponía debía estar la puerta. Los jardines, por los que había paseado días antes, estaban destruidos. Con la llegada de Nobutada y del ejército de Mitsuhide, los aldeanos corrieron a refugiarse al castillo y desde allí, habían enfrentado al enemigo. Continuo avanzando hasta la parte central, donde debía alzarse la fortaleza que su padre mando construir. Esta, todavía presentaba pequeños focos de llamas y algunos pabellones anexos ya se habían consumido. Allí ya no quedaba nada.

“Este castillo servirá como base para conquistar este país”

Las palabras de su padre resonaban en su memoria como si las hubiera pronunciado hacia tan solo unos segundos. Sin embargo, se diluían a medida que las llamas consumían las pinturas de tigres y dragones que se habían dibujado en los muros exteriores de la torre. Quiso entrar para buscar a su hermano o a cualquier persona que pudiera seguir con vida, pero una mano la retuvo. Ranmaru se encontraba detrás de ella, se había olvidado de el por un momento.

  • Aquí ya no queda nada – susurro ella vencida – creí que aquí podría encontrar a mi hermano. Deseaba que Azuchi hubiera resistido, pero ha caído tan rápido… esto es...
  • No sabemos qué ha pasado con Nobutada. Quizás ha huido a Kiyosu o incluso a Fukui, donde esta Shibata Katsuei. Allí le prestarían ayuda.

Ella permaneció en silencio mirando cómo se consumía un pabellón cercano al lago artificial que estaba repleto de carpas. Recordaba como jugaba a darles de comer cuando era pequeña, mientras su padre disfrutaba del té sentado en un pequeño templete del que ya no quedaba nada.

  • Es peligroso permanecer aquí – continuo Ranmaru – puede que haya grupos de renegados e incluso pueden volver. No puedo protegerte en este momento.

Nene miro por primera vez a Ranmaru desde que estaban allí. El joven se encontraba más  pálido que antes y se apretaba la herida, que había vuelto a sangrar. Ella echo una última mirada al castillo y subió al caballo de nuevo.

  • Jamás se lo perdonare – susurraba ella mientras descendían de nuevo al pueblo.

Ranmaru dejó caer la cabeza sobre el hombro de la joven de nuevo. Lo llamo, pero no obtuvo respuesta. Llegaron a las primeras casas y detuvo el caballo. Se giró para intentar despertarlo. Era imposible para ella bajarlo del caballo.

  • Ranmaru, necesito que hagas un último esfuerzo – pidió ella. El joven abrió los ojos con dificultad – ayúdame a bajar.

Cuando Nene estuvo en tierra, le dio la mano para que el bajara. Pesaba más de lo que creía y casi caen al suelo. Ranmaru consiguió estabilizarse y ella le agarro de la cintura y le paso los brazos por sus hombros para entrar en la casa. Era pequeña, pero no necesitaba más. Lo tumbo en una estera frente al hogar, encendió un fuego y puso agua a calentar. Busco también paños limpios para realizar las curas y desinfectar la herida.

Tsuneoki no dejo de cabalgar hasta llegar a Kyoto. Una vez allí, se obligó a parar para dejar descansar el caballo. Su idea inicial era continuar hasta su destino, aunque sabía que el caballo no lo soportaría. La capital estaba en absoluta calma, como si allí no hubiera pasado nada. Sin embargo, sabía que no debía extrañarle. El actual emperador no era muy amigo de Nobunaga y seguramente ayudo a Mitsuhide en su empresa. Y si no fuera así, no iba a ayudar a esclarecer los hechos, ya que habían acamado con uno de sus más feroces enemigos. En la capital lo único que importaba era vivir la vida con toda clase de lujos y comodidades.

Le fue difícil recopilar información. Los pocos amigos que su líder hubiera podido tener en la capital, estaban muertos,  acusados de traición o huidos. Tsuneoki no podía negar que las cosas estaban pasando demasiado deprisa y las malas noticias llegaban una tras otra. Desde luego, el horizonte se veía muy oscuro. Con Nobunaga muerto y los generales dispersos por diferentes puntos del país, hacerse con la región de Owari no iba a ser difícil. Sabía que Nobutada plantaría cara, pero si Mitsuhide lo enfrentaba antes de que consiguiera agrupar el ejército, no tendría ninguna posibilidad.

El joven descansaba en un pequeño puesto callejero antes de continuar el camino, cuando dos hombres empezaron a discutir delante de él. Al parecer, eran mercaderes y tenían noticias de Azuchi. Nobutada había huido hacia allí perseguido por Mitsuhide, tal y como Tsuneoki había supuesto. Una vez en el castillo, lo había acorralado mientras su ejército asaltaba la pequeña ciudad que estaba a sus pies. Se decía que Nobutada había cometido suicido después de prenderle fuego al castillo.

  • ¿Es eso cierto? – pregunto el joven asustando a los hombres. Se había acercado a ellos a medida que escuchaba ¿Azuchi ha caído?
  • Vengo de una aldea cercana – dijo uno de ellos después de detenerse unos instantes a mirarlo – algunos campesinos huyeron. Además, el fuego del castillo se veía a leguas. Seguramente si fueras a la parte norte, cerca del lago, tú también lo comprobarías.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.