La hija del lobo feroz

Cama mojada

Una agradable mañana daba inició y el lobo feroz con forma humanoide, estaba todavía acostado, sintiendo el canto de las aves, la pereza de la mañana y la humedad en su cama.

Nada era mejor que tener un agradable desper...

Un momento, ¿cama húmeda?

-¿Qué rayos?- preguntó el hombre mientras despertaba completamente, abría sus ojos y se sentaba en su cama, para perder toda la calma.

Una gran mancha de algo mojando su cama, arruinó completamente su mañana.

-¡Mocosa!

Y los pájaros que cantaban, se fueron volando, asustados por el gritó que provino de ésa gran casa que usualmente suele ser tranquila.

Mientras que abajo, Esmeralda estaba regando un par de plantas, ya levantada y bañada hace tiempo, y al oír un fuerte gritó, se estremeció.

Seguro que el lobo no se daba cuenta.

Por las escaleras, de manera rápida, el dueño de ése solitario lugar, bajaba con sus ojos amarillos, sus garras surgiendo y con leves colmillos, teniendo parte de su ropa humeda.

-Buenos días señor lobo.- saludo la pequeña de manera educada, fingiendo que no pasaba nada y que el lobo no estaba enojado.

-.

El rubio se detuvo delante de la pequeña y se agachó, para verla directamente al ojo, de manera intimidante, pero ella ni parpadeo, seguía fingiendo que nada pasaba.

-¿El señor lobo mojo la cama?
No se preocupe, a cualquiera le pasa.- dijo la rubia, mostrando una sonrisa comprensible.

Hasta aquellas personas que se convirtieron en historia tras grandes hazañas, alguna vez mojaron la cama, así que el señor lobo no tenía que sentir pena.

-Niña.- exclamó el hombre de manera siniestra, apoyando una mano sobre la cabeza de la pequeña, evitando lo máximo posible no hacerle dañó con sus garras.

-No me voy a reír de usted, así que no se preocupe.- dijo Esmeralda, poniéndose sería.

No se burlaria por una cosa que a cualquiera le podría pasar y haría que el señor lobo lo sepa.

-Mocosa.- gruño con enojó el hombre, acercando más su rostro al de ésa niña que parecía no tenerle miedo a lo intimidante que se veía en ése momento.

El negar que ella mojó la cama, lo era todo en ése momento y ni el miedo le haría frente.

-Yo no fui, fue el señor lobo.
Esmeralda es una niña grande que no moja la cama, en cambio el señor lobo ya es viejo y no se puede aguantar.- dijo la pequeña, jugando con su vestido y mirando hacía abajo, sin poder agachar la cabeza debido a la mano del lobo.

El rubio, sintió un enorme impulso de cerrar su mano pero se contuvo, dio un suspiro profundo y regresó completamente a su forma humana, para luego soltar a la niña y pararse firme.

-Me iré a arreglar todo lo que hiciste, luego iré al pueblo humano a comprarte pañales.- aclaró el hombre, totalmente serio.

Esmeralda al ver que iba enserio, palidecio y por primera vez dejó de verse tranquila, para mostrar su miedo.

-¡No, no hace falta!
Prometo que no volverá a suceder.- prometió, juntando sus manos en forma de súplica.

No quería usar pañales, ella era grande y los pañales sólo eran para los bebés.

-¿Así qué admites qué sí fuiste tu?- preguntó el hombre, cruzandose de brazos.

-Sólo un poquito, lo otro sí fue el señor lobo.- respondió la niña, agachado la mirada, avergonzada.

En la noche le dio ganas de ir al baño pero estaba tan cómoda que se quiso aguantar hasta que amanezca, pero no lo consiguió.

-¿Qué voy a hacer contigo? ¿Qué?- se preguntó el hombre, llevando una mano a su frente mientras negaba y se iba.

Luego, se haría cargo de molestar a ésa cría humana por éso, por ahora, sólo quería sacar el colchón afuera y darse un baño.

-Lo siento.- susurro Esmeralda, arrepentida y con su ojo lloroso.

Desde ahora, no se aguantaría más las ganas de ir al baño o volvería a ser una niña pequeña en lugar de una niña grande.
.

.
Ésa noche.

El lobo dormía tranquilamente hasta que sintió como algo lo movía.

-Señor lobo, señor lobo.

Los susurros de Esmeralda se oyeron en la oscuridad y el rubio sólo fruncido el ceño y fingió no oír nada.

Cuando se cansé, se iba a aburrir y se dormiria.

-¡Señor lobo!

Y el hombre recibió un golpe con la mano abierta sobre su frente y se sentó, enojado.

-¡¿Qué?!- preguntó enojado, siendo capaz de ver a ésa molesta humana en la oscuridad gracias a su visión.

-Tengo que ir al baño.- susurro la rubia, arrodillada en la cama, moviéndose levemente, demostrando que en verdad tenía ganas de ir.

El hombre dio un suspiro y llevó la mano a su frente, donde no hace mucho fue golpeado.

¿En verdad sólo lo despertó para éso?

-Pues ve y déjame dormir en paz.- exclamó el ojiazul, agotado mientras se volvía a acostar.

Ésa humana cada vez era más y más molesta.

-Acompañeme, tengo... tengo miedo y no veo en la oscuridad ni alcanzó a encender la luz.- susurro Esmeralda, cada vez más en su límite.

-Te aguantas hasta que amanezca y ya.- dijo el hombre, con fastidio.

¿A qué se supone que ésa niña le tenía miedo sí sólo eran ellos dos? Además, a quien le debe temer es a él y a nadie más.

-Voy a mojar la cama, lo digo enserio.- exclamó la ojiazul, con seriedad, algo enojada.

-¿Me estás amenazando?- preguntó el rubio, con sus ojos cerrados y su ceño fruncido.

Ahora no por que tenía sueño, pero al amanecer le enseñaria a ésa mocosa a no amenazarle a él, al temible lobo feroz.

-No, lo digo enserio, ya casi sale.- dijo Esmeralda, con su voz fina, casi llorando.

El hombre al oír éso, abrió sus ojos al máximo y se levantó, asustado.

-¡No te atrevas! ¡Te aguantas hasta llegar al baño! ¡¿Me oiste?!

Y gritando éso, alzó a Esmeralda y la llevó corriendo al baño, casi no llegando a tiempo.

Odiaba tener que hacerlo, pero tendría que arreglar su casa y darle a ésa niña humana una habitación propia con baño a lado, o sus noches serían muy húmedas y apestosas.



#14001 en Fantasía

En el texto hay: familia, lobo, padre e hija

Editado: 18.06.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.