La hija del lobo feroz

Duerme sola

Una mudanza era cansador, fingir ser amable con los vecinos de le daban la bienvenida, también, pero definitivamente éso era lo más agotador de todo para Terence.

-Entonces Colette nos llevó a su casa y nos mostró tooodas sus muñecas las cuales eran feas pero tenían bonitos vestidos.- dijo Esmeralda, algo animada, caminando a un costado del agotado hombre.

Nada era más cansador para él que tener que oír algo que no le importaba en lo más mínimo, pero la culpa en cierto punto por preguntarle a Esmeralda cómo se llevó con los demás niños, listo para ir tras cualquier mocoso humano que se haya atrevido a ser amable o grosera con ella.

Los niños humano eran los verdaderos lobos hambrientos, así que tenían prohibido acercarse a su ahora hija.

-¿Ah, sí?- pregunto el rubio, sin interés y con mucho sueño.

Lo único que quería era acostarse en su cama y no levantarse hasta el otro día.

Abriendo la puerta de su habitación, se detuvo al ver como Esmeralda pasó por debajo de su brazo, entrando a la habitación.

-¿Qué haces?- pregunto el rubio.

La pequeña lo volteo a ver y ladeo su cabeza, levemente.

-Vamos a dormir.- respondió, como sí fuese algo obvio.

Ya era tarde así que tenían que dormir, ¿no?

-Cierto, me olvidé de decírtelo.- exclamó el hombre, dándose media vuelta y yendo a otro lado, siendo seguido por Esmeralda.

¿Qué se le olvidó al señor lobo que la guiaba a otra habitación?

El lobo con forma humanoide se detuvo en la siguiente habitación y abrió la puerta para que Esmeralda vea otro dormitorio, con una cama que era claramente nueva.

-Desde ahora tienes tu propia habitación, con tu propia cama.- aclaró el hombre con una leve sonrisa.

Seguro que ésa niña daría un gritó de tanta alegría y no terminaría de agradecerle.

Esmeralda, agachó la mirada y agarró la mano del hombre que no esperaba ésa reacción.

-¿Ahora qué pasa?- pregunto, no entendiendo nada.

¿Por qué de pronto ésa niña se puso triste?

-Yo... tengo miedo de dormir sola.- respondió la rubia con su voz baja.

El hombre se sorprendió al oír éso y pronto fruncio el ceño.

-Déjame ver sí entendí, ¿no tienes miedo de rondar por el bosque en plena noche, estás dispuesta a hacerle frente a tu miedo a las personas con bastante facilidad y hasta estás dispuesta a pedirle a un gran lobo que acabé con tu vida, a cambio de una boba flor, pero no quieres dormir sola?
No me vengas con ése cuento y sólo ve a dormir.- dijo Terence, haciendo que Esmeralda le suelte la mano.

La pequeña levantó la mirada para verlo y pronto la volvió a agachar.

-Yo... estar sola es muy aterrador.- susurro la niña.

No había nada en el mundo que sea más aterrador que estar sola.

Monstruos, humanos o bestias, todos sí te quieren hacer dañó, lo hacen y terminan con éso rápido, pero la soledad es algo que una vez que te atrapa, no te quiere soltar; es frío, demasiado tranquilo hasta el punto de ser aterrador y muy peligrosa.

-Estar sólo es mejor que estar con alguien que apesta a perro mojado, ¿no?- pregunto el hombre, recordando aquello que ella le dijo hace tiempo.

Las heridas del pasado que antes no dolieron, ahora sí lo hacían.

-Ya veo... ¡Sniff!... el señor lobo se aburrió de mi y también me quiere dejar... ¡Sniff!

Y Esmeralda se puso a llorar y a limpiar ésas lágrimas, haciendo que el hombre se altere.

¡¿En verdad estaba llorando por algo tan tonto?!

Colocándose de cuclillas, apoyo sus manos sobre los hombros de la pequeña y sonrió de manera algo forzada.

-Esmeralda, eres una... una tonta humana muy valiente, así que muestrame ésa tonta valentía tan rara tuya y duerme sola.
No es correcto que dependas siempre de alguien, ya que cuando crezcas deberás tomar tus propias decisiones.- exclamó el hombre.

Era la triste realidad de criar a alguien y ver como un día ya no necesita de ti, así que a pesar que en el futuro acabaría con todos los pretendientes de Esmeralda, quería que aprenda un par de cosas por ella misma.

-¡No quiero crecer, quiero ser siempre una niña pequeña, bajo el cuidado del señor lobo!- gritó la pequeña, sin dudar.

El hombre cerró sus ojos y levantó la mirada, conteniendo una gran sonrisa.

Para todos los niños humanos bobos, tomen éso, su ahora hija humana sólo lo quería a él.

-B-buenas noches, Esmeralda.- dijo Terence, colocándose de pie, yendo a su habitación.

De pronto se sentía felíz y perdió algo de su cansancio, pero de igual modo debía dormir.

-¿Al menos me contaría un cuento para que me duerma?- pregunto la pequeña, agarrando la mano del lobo con forma humanoide para que se detenga.

-¿Qué me ves cara de contador de cuentos?
Sólo vete a dormir.- dijo el hombre, viendola con algo de fastidio.

No le contaría un tonto cuento, jamás.
Todo tiene límites, hasta él y vaya que sus límites son cortos.

-¡Por favor, pa...

Esmeralda se calló antes de terminar de hablar, viendo como el hombre la veía con sorpresa, como sí desease oír éso más que a nada en el mundo.

-Patán.- dijo la pequeña, con seriedad.

El hombre separó su mano de ella y la miró con mucho enojó.

Ésa mocosa en verdad era un dolor de cabeza muy grande.

-¡¿Estás buscando pelea, mocosa?!- pregunto, con enojó.

La rubia, agachó la mirada mientras hacía un leve puchero y el rubio dio un gran suspiro.

¿En qué momento se volvió tan débil ante los berrinches de ésa niña humana?

-Bien, me quedaré a tu lado hasta que te duermas, así que hazlo rápido.- exclamó Terence, con claro fastidio mientras ingresaba a la habitación de la niña.

Esmeralda, sonrió de costado y levantó la mirada, felíz por su victoria.

Terence que vio éso, contuvo una sonrisa de orgullo.

-¿Qué te parece el pueblo humano como hogar?- pregunto el hombre.

-Estoy bien porque sé que el señor lobo está a mi lado.- respondió la pequeña y el hombre miró al frente, con algo de fastidio.



#14001 en Fantasía

En el texto hay: familia, lobo, padre e hija

Editado: 18.06.2021

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