8. Y OTRA
«Jacob Marcus»
9. OSTRAS
Miré la foto. Después leí toda la primera página. Después miré la foto, leí otra página, después
miré la foto. Jacob Marcus no era más que un personaje de novela! El hombre que escribía a mi
madre era el escritor Isaac Moritz. El hijo de Alma. Firmaba sus cartas con el nombre del
protagonista de su novela más famosa. Recordé una frase de su carta: «A veces, incluso finjo que
escribo, pero no engaño a nadie.»
Había llegado a la página 58 cuando cerraron la biblioteca. Ya había anochecido. Me quedé en
la puerta con el libro debajo del brazo, viendo llover y tratando de comprender la situación.
10. LA SITUACIÓN
Aquella noche, mientras mi madre traducía La historia del amor para el hombre que ella creía
que se llamaba Jacob Marcus, yo terminé la novela que trataba de un personaje llamado Jacob
Marcus, escrita por un hombre llamado Isaac Moritz que era hijo del personaje Alma
Mereminski, que también había sido una persona de carne y hueso.
11. ESPERANDO
Cuando terminé la última página, llamé a Misha, dejé sonar el teléfono dos veces y colgué.
Era la señal que usábamos cuando queríamos decirnos algo durante la noche. Hacía más de un
mes que no hablábamos. Yo había hecho en la libreta una lista de todas las cosas suyas que
echaba de menos. Su manera de arrugar la nariz cuando piensa era una de ellas. Otra era su
manera de sostener las cosas. Pero ahora necesitaba hablar con él y la lista no me servía de nada.
Sentía un peso en el estómago mientras esperaba al lado del teléfono. Durante aquel rato podría
haberse extinguido una especie entera de mariposas o un gran mamífero con unos sentimientos
como los míos.
Pero él no llamó. Probablemente, eso significaba que no deseaba hablar conmigo.
12. LOS AMIGOS QUE HE TENIDO EN TODA MI VIDA
Mi hermano estaba dormido en su cuarto del final del pasillo, con la kippah en el suelo.
Impreso en letras doradas en el forro se leía: «Boda de Marsha y Joe, 13 de junio de 1987.» Bird
aseguraba haberla encontrado en la alacena del comedor y estaba convencido de que era de papá,
pero nosotras nunca habíamos oído hablar de Marsha ni de Joe. Me senté a su lado. Lo noté
caliente, muy caliente. Pensé que, si yo no me hubiera inventado tantas cosas acerca de papá,
quizá Bird no lo adoraría tanto ni se sentiría obligado a ser también él alguien extraordinario.
La lluvia tamborileaba en las ventanas.
—Despierta —susurré.
Él abrió los ojos y gruñó. Entraba luz del pasillo.
—Bird —dije poniéndole la mano en el brazo.
Él me miró bizqueando y se frotó un ojo.
—Tienes que dejar de hablar de Dios, ¿vale?
Él no dijo nada, pero yo estaba casi segura de que ya estaba despierto del todo.
—Pronto cumplirás doce años. Deja ya de hacer ruidos raros y de tirarte desde sitios
peligrosos y hacerte daño. —Estaba suplicándole, pero me daba igual—. Deja de mojar la cama
—susurré y, en la semipenumbra, vi el gesto de dolor de su cara—. No tienes más que enterrar tus
sentimientos y tratar de ser normal. Si no...
Apretó los labios pero no dijo nada.
—Procura hacer amigos.
—Ya tengo un amigo —susurró.
—¿Quién?
—El señor Goldstein.
—Deberías tener más de uno.
—Tú no tienes más de uno —repuso él—. Sólo te llama Misha.
—Sí que tengo. Tengo muchos amigos —dije, y hasta que oí mis propias palabras no
comprendí que no eran verdad.
13. EN OTRA HABITACIÓN, MI MADRE DORMÍA ACURRUCADA AL CALOR DE UN
MONTÓN DE LIBROS
14. YO PROCURABA NO PENSAR EN
7. Misha Shklovsky
8. Luba la Grande
9. Bird
10. Mi madre
11. Isaac Moritz
15. YO DEBERÍA
Salir más, hacerme de varios clubs. Debería comprarme ropa, teñirme el pelo de azul, dejar
que Herman Cooper me llevara de paseo en el coche de su padre, que me besara y quizá hasta que
tocara mis pechos inexistentes. Debería hacer cosas útiles, como aprender a hablar en público, a
tocar el violonchelo eléctrico, a soldar, consultar a un médico sobre el dolor de estómago,
buscarme un héroe que no sea un hombre que escribió un cuento para niños y se estrelló con su
avión, dejar de intentar montar la tienda de papá en tiempo récord, tirar mis cuadernos, erguir la
espalda y abandonar la costumbre de contestar a los saludos como una colegiala inglesa
remilgada que cree que la vida no es más que una larga preparación para tomar unos emparedados
con la reina.
16. MIL COSAS PUEDEN CAMBIARTE LA VIDA
Abrí el cajón de mi escritorio y lo vacié, buscando el papel en que había copiado la dirección
de Jacob Marcus que en realidad era Isaac Moritz. Debajo de un boletín de calificaciones
encontré una vieja carta de Misha, una de las primeras. «Querida Alma: ¿Cómo es que me
conoces tan bien? Somos dos almas gemelas. Es verdad que John me gusta más que Paul. Pero
también tengo gran respeto por Ringo.»
El sábado por la mañana, bajé de Internet un mapa y el itinerario y dije a mi madre que me iba
a casa de Misha a pasar el día. Me fui calle arriba y llamé a la puerta de los Cooper. Abrió
Herman, con el pelo de punta y una camiseta de los Sex Pistols.
—¡Hala! —exclamó al verme, dando un paso atrás.
—¿Quieres que vayamos a dar una vuelta en coche? —pregunté.
—¿Es broma?
—No.
—Vaaale —dijo Herman—. No se retire, por favor. —Subió a pedir las llaves a su padre y
bajó con el pelo mojado y una camiseta azul limpia.
17. MÍRAME
—¿Adónde vamos, a Canadá? —preguntó Herman al ver el mapa. Tenía una franja blanca en
la muñeca, donde había llevado el reloj durante todo el verano.
—A Connecticut —dije.
—Pero sólo si te quitas esa capucha.
—¿Por qué?