La suerte es lo primero que desde niños nos ha instruido y es aquella cosa que primero aprendemos a analizar, si mamá se enoja no hay que reirse, si el gato come no lo molestes, la mejor mascota que puedes tener es un conejo, esos han sido unos de los conocimientos más importantes que Rocío ha tenido desde pequeña, y el más importantes de todos era que todos son una mierda, incluso si aparentan lo contrario.
-Aveces el conocimiento duele, no lo crees?-decía Rocío a su oso de peluche que abrazaba todas las noches desde que era una niña.
De pequeña el único consuelo era su pequeño peluche de una osa sosteniendo a su bebé, la osita se llamaba Kisses, le dejó ese nombre porque en la etiqueta así decía y a esa edad no se tiene mucha imaginación, ese pequeño oso de felpa la acompañó durante muchos años y ese día fue el día que más falta le hizo.
-Tú no te irás, cierto? eres mi mejor amigo en todo este retorcido mundo-decía la pequeña niña derramando una lágrima, una de esa gotas que no nos dejan dormir, esa noche no pudo cerrar los ojos.
Ese fue el día en el que su padre murió, él estaba sentado en una acera bebiendo con sus amigos y uno de ellos se estaba marchando a su casa, el auto seguí, las luces resplandecían en medio de la noche y la niña en la ventana observaba todo, su padre siendo atropellado por su amigo y su mamá en un grito la mandó a dormir, ella solo necesitaba un abrazo, maldita sea, no dan justo lo que necesitan.
-Estás bien?- una voz en su sueño le susurraba, Rocío estaba dormida y alguien en su sueño le abrazó.
-Quién eres?-decía en medio de lágrimas la pobre niña con el alma destrozada y un pijama rosa.
Nadie le contestó, solo podía ver los recuerdos con su padre, de pequeña cuando jugaba con él, ella en el aire ríendo y su padre lanzándola y agarrándola, sus primeros pasos, sus consejos que su padre le entregó.
-Procura ser una buena persona-decía la voz que la despertó de su sueño.
Rocio de dieciseís años despertó en medio de sus lágrimas, en su casa vacía, no había ruido en su cuarto, solo estaba ella y sus pensamientos, la mano que posaba en su cara intentando limpiar las lágrimas se retiró enseguida y ella agarró a Kisses, la peluche a cual abrazó y besó.
-Eres mi única compañía, los demás son unos idiotas-decía mientras se secaba sus lágrimas con la oreja derecha de su peluche.
Se levantó, se vistió y emprendió su camino hacia la jodida aventura llamada vida, claro sin antes con una sonrisa en su cara, sus ojos con ojeras quedaron en la cama y una mirada alegre y embustera por sus ojos se veía y esa boca llena de llantos se convirtió en una fábrica de chistes de humor negro e insultos hacia su amigo Leroy.
-Eh, pendejo-gritó Rocío desde el umbral de su puerta tirando una piedra a la cabeza de su amigo, pero no calculó bien y le dio en la entrepierna-demonios, mi culpa.
-Vete al cuerno, mejor amiga-dijo cayendo-esto te costará darme tu tarea de inglés-dijo riendo y agarrando su mochila.
-Y si mejor te beso, guapo?
Leroy se sonrojó mientras Rocío siguió su camino.
-Ven perrito-dijo a lo lejos llamando a su amigo.