La Historia Entre Los Dos

14 ⌘ Él Puede Ser Hawkeye

Tai detuvo el auto en el estacionamiento cerca del malecón de la bahía que Alek les había indicado. No había construcciones extravagantes cercanas, solamente una hilera de puestos hechos con tablas y techo de hoja de palma donde se podía encontrar de todo. El camino del malecón estaba hecho con las mismas tablas, aunque la arena se revolvía en la superficie, dando un tono rústico. Algunos puestos vendían bebidas refrescantes y comida, otros vendían souvenirs y accesorios, y unos cuantos vendían ropa de playa, para aquellos olvidadizos o improvisados que no habían llevado consigo ropa adecuada para entrar a nadar. 

Como ellos.

Lo primero que hicieron fue dirigirse a la tienda de trajes de baño, donde Alek se adentró primero hacia la sección de hombres, revisando modelos y precios en los estantes. 

El olor a basura se había dispersado un poco gracias al viento en la carretera, pero aun así la dueña del local arrugó la nariz en cuanto entraron a la tienda. 

—¿No vas a entrar a comprar un traje? —preguntó Tai mirando a James, que se había quedado parado junto a ella a la entrada, mientras éste miraba divertido los gestos de su capitán ante los precios de las prendas.

—Supuse que existía la posibilidad de que termináramos metiéndonos a nadar —James se encogió de hombros con las manos en la nuca—, así que traigo puesto mi propio traje de baño.

Tai miró las bermudas coloridas con figuras de palmeras negras que James traía puestas, creyendo todo este tiempo que no eran más que unas bermudas sencillas. Pero su atención se vio desviada cuando Alek regresó con una expresión apática.

—Deberíamos ir a otra tienda —Alek miró hacia adentro como si la vendedora o la tienda misma lo hubieran ofendido—, los precios aquí son exorbitantes. No pienso gastar quinientos dólares en un pedazo de tela.

—Tailime podría comprarlo, ¿no? —James miró a la chica, confundiéndola ante la insinuación.

Alek resopló fastidiado de las insensateces que James decía.

—¿Perdón?

—Sí. Tailime es rica. Ella podría comprarte un traje de baño de ese precio sin problema.

Tai parpadeó algunas veces tratando de entender qué era lo que James acababa de decir. Si bien James había descubierto que su familia era por demás adinerada, no quería decir que llevara consigo fajos de billetes para despilfarrar a diestra y siniestra. 

Tratando de sopesar si debía o no comprarle un traje de baño a Alek, Tai lo miró de reojo, pero le desconcertó la expresión molesta que éste le dirigía a James.

—Llevo conociendo a los Nazarova por años —comenzó a decir Alek en un tono ácido—, soy el mejor amigo de Kai y nunca, en todo este tiempo, me he aprovechado una sola vez de su dinero. No voy a comenzar el día de hoy con su hermana solamente porque no podré meterme a nadar.

Sin esperar una respuesta, Alek comenzó a caminar hacia otra tienda mientras murmuraba algo entre dientes sobre que él podía comprarse sus propias cosas sin la necesidad de recurrir a nadie.

—Entonces no tiene caso haber venido hasta aquí si no piensas enjuagar tu ropa —James hizo que Alek detuviera su marcha—. A menos que quieras quedarte en ropa interior en lo que tu ropa se seca.

Fue entonces que Tailime intentó pasar saliva con la boca seca, y sus mejillas se encendieron más de lo que ya estaban por el calor. 

El simple hecho de ver a Alek en traje de baño cuando entrenaba la ponía bastante nerviosa. Afortunadamente siempre tenía que verlo desde las gradas y no tenía ninguna interacción directa. Pero tenerlo semidesnudo y en ropa interior iba a hacer que Tai de verdad tuviera un aneurisma masivo y no confiaba en que pudiera salir viva de esta. 

Por eso su cuerpo se movió de forma automática y caminó hacia donde estaba Alek, que se había detenido al entender que lo que James decía era cierto. 

Desganado, Alek resopló, pero cuando vio a Tailime caminar hacia él, la confusión se apoderó de sus facciones, y su sorpresa fue mayúscula cuando fue ella quien lo tomó de la muñeca y lo jaló hacia las tiendas que se encontraban más adelante.

—¿Q-qué estás haciendo? —tartamudeó Alek cuando sus mejillas comenzaron a encenderse sin oponer resistencia a la mano que lo sujetaba.

—Vamos a comprarte un traje de baño —Tai se sorprendió de no titubear al hablar, aunque estaba segura que el resto de su cuerpo traicionaba los nervios que sentía.

—Oye —Alek la hizo detenerse, haciendo que Tai se girara en su eje con el ceño fruncido por la interrupción de su avance, pero sin soltarlo —. Ya te dije, no tienes que comprarme nada. No tienes que hacer caso a lo que Grant dijo.

Tai parpadeó dos veces y su respiración pareció normalizarse un poco. Aún sentía cómo le temblaba el cuerpo ante la posibilidad de ver a Alek de la manera que James describía, aunque no quería admitirlo. Era demasiado vergonzoso. Por eso volvió a mirar hacia las tiendas de trajes de baño, con la esperanza de que hubiera algo accesible para que Alek no pudiera decir que no a su ayuda.

—Escucha, no me verás en ropa interior, si eso es lo que te preocupa —Alek adivinó sus pensamientos. Aunque no tuvo que indagar demasiado, el sencillo temblor en la mano que lo sujetaba la delataba lo suficiente—. Puedo meterme al agua con todo y ropa, no hay necesidad de que gastes tú dinero en eso. La que realmente necesita un traje de baño si quieres meterte a nadar eres tú. Así que, ¿qué te parece si vamos a comprar el tuyo?



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En el texto hay: romance, chick lit, odio-amor

Editado: 27.04.2024

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