La Historia Entre Los Dos

50 ⌘ Falla de San Andrés

MINUTOS ANTES DE LA EXPLOSIÓN

En su defensa, iba a hacerlo.

Tai tenía toda la intención de cumplir la promesa que le había hecho a Alek de acercarse a Asher en cuanto faltaran diez minutos para que sonara la campana del fin del receso y pedirle que la acompañara al baño. 

Pero solo bastó con que Mia le dirigiera una mirada cómplice a Asher, agitando las cejas un par de veces y dedicándole una mini sonrisa que apenas y fue perceptible para Tai. Sin perder un solo minuto, Asher se levantó de su lugar, mientras Mia tomó sus cosas y alcanzó a Asher camino a la puerta, tomando su mano para colgarse de él y comentando algo en voz baja al cruzar las puertas de la cafetería.

Solo la risita de Emma fue lo que la hizo despertar de su impresión.

—Se nota que hace tiempo que no te quedas con nosotros hasta que termina el receso —Emma señaló hacia la salida, por donde habían desaparecido sus dos amigos—. Siempre hacen eso antes de regresar a clases.

—¿Hacer…?

—No sé, tú dime —Emma le dedicó una sonrisa de soslayo a Tai, haciéndola parpadear varias veces sin comprender—. Supongo que lo mismo que haces tú con Ivanov cuando desaparecen antes de clases.

El color subió como efervescencia en las mejillas de Tai, mirando a Emma escandalizada.

—Yo no–nosotros… —pero cuando Tai vio a su amiga soltar una carcajada, su expresión de mortificación pasó a ser de escándalo—. ¡Emma!

—¡Debiste haber visto tu cara!

—Alek solo me acompaña al baño —Tai refunfuñó, cruzándose de brazo.

—Ya, ya —Emma le acarició la cabeza por encima del gorro—. Mia y Asher solo están aprovechando el tiempo perdido. ¿Hoy no te acompañará Alek?

—Dijo que tenía que ir con el entrenador de natación para ver unas cosas del equipo.

—¡Bu! ¿Quieres que yo te acompañe al baño?

Esa era su oportunidad. Tai podría pedirle a Emma que la acompañara. Ir a la cancha de americano sería tan sencillo como cruzar la calle mirando a ambos lados. Pero el peso del protocolo en ese gesto, a pesar de ser algo que podría pasar por algo natural entre amigos, la hizo sentir que más que un favor, Tai iba a terminar de ser una carga. Además, solo era el camino de la cafetería hasta el campo.

—No, está bien —Tai se levantó de su asiento, tomando su mochila y despidiéndose del resto—. Nos vemos después, ¿de acuerdo?

—¡Nos vemos, Tai! —Harry le gritó, riéndose aún de lo que fuera que James les había dicho a él y a Max, mientras ella se encaminaba hacia las puertas de la cafetería.

Tal vez era la paranoia implantada por las últimas semanas, pero en cuanto Tai puso un pie en el pasillo de la escuela, tuvo la necesidad de mirar por su hombro varias veces, solo para asegurarse de que no hubiera nadie que la estuviera siguiendo. Era la primera vez que se desplazaba sola desde que había regresado de las vacaciones de invierno, y se sentía extraña. 

Caminó a su casillero, ideando un plan. Tomaría su cambio de deportes y se iría directo a los vestidores, aprovechando que había baños dentro de la pequeña edificación en el campo. Entre menos tiempo pasara sin supervisión, mejor. No quería meter a Alek en problemas solo porque Tai se había acobardado de último momento. Además, ¿qué era lo peor que podía pasar estando en la escuela?

En su nerviosismo, Tai erró al menos dos veces la combinación de su casillero, lográndolo abrir al tercer intento. Poniendo su bolsa dentro, Tai se tomó un momento para respirar profundo. La esquizofrenia no iba a verse bien en su currículum junto al pánico escénico y al complejo de timidez que se cargaba a diario. Así que cerrando los ojos, intentó controlar los temblores de sus manos antes de tomar el cambio de ropa.

—¿Estás bien?

Tai casi saltó tres metros en el aire cuando escuchó la voz detrás de ella. Sabía que se veía ridícula con la espalda pegada al mueble de los casilleros, y mirando a la persona que la había sorprendido como si temiera que le hiciera algo.

Lawrence parpadeó con los ojos bien abiertos, confundido por la exagerada reacción. Tai quiso golpearse la frente con la palma de la mano, pero una sonrisa comenzó a asomarse en la comisura de los labios de Lawrence en cuanto comprendió lo que había sucedido.

—Perdoname de nuevo —Lawrence soltó una risita al cerrar su casillero—. Parece que lo único que hago es asustarte.

Soltando un largo suspiro, Tai se separó de los casilleros, llevándose una mano al pecho para continuar con su tarea.

—No te preocupes —respondió, sabiendo que estaba colorada por la vergüenza—. Yo… estaba pensando en otra cosa.

—Pude darme cuenta —Lawrence no dejó de sonreír, cruzándose de brazos y recargándose en su casillero—. Te saludé al menos dos veces antes de que reaccionaras. ¿Estás segura que estás bien?

—Sí —Tai le dedicó una media sonrisa antes de seguir metiendo su cambio a su mochila—. Tengo un poco de prisa por llegar a clase de deportes.

—Faltan unos minutos para que suene la campana —Lawrence lo confirmó mirando su reloj—. Creo que tienes tiempo de sobra.



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En el texto hay: romance, chick lit, odio-amor

Editado: 27.04.2024

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