La Historia Entre Los Dos

52 ⌘ El Escuadrón de la Muerte

La escuela retomó sus actividades normales cuando las autoridades avanzaron en las investigaciones. El partido de las eliminatorias de americano debía llevarse a cabo en una sede cercana, ya que no había acceso al campo y las clases de deportes habían quedado prohibidas para llevarse a cabo en el campo abierto.

Anya había insistido en llevar a Alek a la escuela, cuando hacía años que él podía moverse por su cuenta; ya fuera en el autobús escolar, o en el auto familiar desde que tenía permiso para conducir. Y al haber sido delegado de su puesto como ‘nana’ de Tailime, Alek creyó que era buena idea darle algo de paz mental a su madre, dándole gusto para tratarlo como niño pequeño. Incluso le había preparado el almuerzo, cuando habían pasado años desde que Alek compraba su comida en la cafetería. 

Tal vez era la manera en la que Anya estaba intentando sobrellevar su angustia por tener que dejar ir a Alek al mismo lugar donde ya había estado en peligro.

Ese pensamiento era retorcido, pero Alek entendía el miedo de su madre a perderlo a él también, cuando ya había perdido mucho con la ausencia de su padre.

Por eso pasó unos buenos cinco minutos tratando de transmitirle algo de tranquilidad y seguridad a Anya antes de bajarse del auto, prometiendo que la mantendría informada cada tantas horas para que supiera que estaba bien.

El ambiente en los pasillos era pesado, a pesar de aún contar con decoración de corazones y cupidos. Parecía que nadie quería tocarlos por temor a desencadenar algún mal augurio. Las conversaciones en los pasillos eran calladas, y Alek notó que a pesar de ser casi hora del inicio de clases, había menos alumnos de lo que habitualmente llenaban los corredores.

La mayoría viajaba en grupos, moviéndose sin entretenerse para llegar a los salones de clases. Alek sonrió con pesar al llegar al suyo, donde Arizona y Anna se encontraban en sus lugares, charlando como siempre lo hacían, y con James acomodando sus cosas junto a Anna. 

La ausencia de Tailime en el salón era notoria. Era como si hubiera un reflector en su lugar, por la manera en la que todos en el aula miraban discretamente a esa dirección y murmuraban entre ellos. 

Alek caminó hacia su lugar, dedicando una sonrisa superficial a sus amigas, y apenas y respondiendo el saludo de James a sus espaldas. Se dejó caer en su lugar, descansando la frente sobre sus antebrazos para intentar mantener al margen la ansiedad que sentía desde que había visto a Hedeon en el edificio de seguridad de los Nazarova.

La conversación había sido por demás incómoda, no solo porque él había sido partícipe de ella. Cuando Hedeon se retiró de la habitación, todos fueron despedidos para regresar a sus casas, evitando que alguien pudiera hablar con Tai para consolarla por la denigrante actuación que la había hecho pasar su abuelo.

No había tenido contacto con Tai ni con Kai después de eso, pero al menos ahora sabía que era porque Gael y Karol tenían sus teléfonos intervenidos, elevando el nivel de seguridad en caso de otro incidente. Pero la incertidumbre lo estaba carcomiendo vivo, y una extraña necesidad de ser el responsable de encontrar una solución inexistente a un problema tan delicado, lo había mantenido en vela durante las dos últimas noches.

No tenía idea de lo que Hedeon había querido implicar cuando le dijo a Tai que tenía que atenerse a las consecuencias de sus acciones, porque ahora que sabía la manera en la que su abuelo la trataba, Alek no sabía que esperar al respecto. 

—Estoy adolorida —se quejó Anna.

Alek levantó el rostro, con los ojos pesados por la falta de sueño y el sobrepensar las cosas martillando su cabeza. El haberse levantado temprano para correr e intentar volver a la normalidad después de varios días de insomnio no era la mejor idea que había tenido en mucho tiempo.

Detrás de él, Anna se había dejado caer en el escritorio, arrastrando la frente y las manos sobre la superficie hasta hacerlos rechinar, ganándose un quejido colectivo por el sonido.

—Me están doliendo músculos que no sabía que dolían —suspiró la chica una vez más, antes de estirarse con pereza.

—¿Nadie va a hablar de lo bizarro que fue ese día? —comentó James.

Alek se giró en ese momento. Al menos había tenido la decencia de decirlo en voz baja, sin llamar la atención de sus compañeros aledaños.

—Quiero decir, estamos hablando de una versión retorcida de Misión Imposible —continuó James, olvidando su usual buen humor y adoptando un tono mucho más serio—. ¿Chloe y Charles? En serio estaba bromeando cuando dije que Tailime podía ser una espía de Marvel, pero la realidad superó la ficción.

—La empresa de su abuelo es así de importante —Arizona se encogió de hombros—. Lo sabíamos, pero creo que nunca nos dimos cuenta de la magnitud de ello.

—¡Su abuelo! —Anna se cubrió el rostro en un desplante dramático—. ¡Es la persona más irritante y sexista y grosera que conozco! ¿Cómo una persona tan inocente como Tai puede ser familiar de alguien tan despiadado como él?

—No es nuestro lugar juzgar su relación. Puede ser solo la preocupación por todo lo que está sucediendo —opinó Arizona.

—Claro —respondió Alek con sarcasmo—, porque cualquier abuelo habla que los mayores logros de su nieta hasta la fecha es haber escogido una buena pareja y lograr que no mataran a su nieto predilecto.



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En el texto hay: romance, chick lit, odio-amor

Editado: 27.04.2024

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