La historia que una vez escuche

Primer registro

Hace mucho tiempo, al otro lado de un mar errante, existía un diminuto país, si es que se le podía llamar así. Conformado por una serie de chozas, este pequeño pueblo también fungía como su capital. Lo único destacable de esta "nación" eran los hermosos jardines de flores que adornaban y se entrecruzaban entre las barracas. ¿Si alguien se pregunta cómo un pueblo del cual nadie recuerda su nombre llegó a esta precaria situación? Lamento informarles que no tengo la respuesta. Quizás simplemente querían deshacerse de los habitantes y evitar cualquier responsabilidad hacia ellos; tal vez las tierras habían dejado de ser fértiles hace tiempo o incluso......... No, no importa. Al final decidieron otorgarles su "independencia". Sin embargo, esta historia pudo haber terminado como la desgracia de un pueblo abandonado por sus gobernantes, pero como dijo un viajero que fue testigo de los acontecimientos "parece que el bufón errante tenía ganas de continuar esta broma".

Poco después de su inesperada independencia, un grupo de habitantes descubrió una pequeña gruta que se había formado entre las casas centrales del pueblo, intrigados por este hecho los hombres presentes formaron una pequeña compañía que se aventuró a explorar aquella gruta; motivados por una inexplicable curiosidad que generaba la gruta a todas las personas que la observaban, además del hecho de que hasta ese momento nadie se había percatado de su existencia. Al poco tiempo descubrieron una serie de cavernas ubicadas debajo del pueblo; coincidentemente estimaban que se limitaban al área que les había sido concedida, por lo que técnicamente les pertenecían.

No pasó mucho tiempo hasta que encontraran diversos materiales, como rubíes, esmeraldas, minas de sal, entre otras joyas de gran valor. Sin embargo, lo que más llamó su atención fue un extraño mineral incrustado en esquinas de forma geométricamente perfecta a lo largo de las cavernas. Varios años después un miembro de aquella primera empresa llego a comentar acerca de aquel material:

― brillaba en un hermoso color que hasta ahora no puedo describir; un color luminiscente pero solo de forma analógica, ya que aunque ciertamente era alguna especie de color este estaba fuera del rango que mis ojos podían apreciar, parecía absorber todo el color a su alrededor debido al profundo negro que lo rodeaba, recuerdo que en ese momento sentí que nuestras antorchas se apagaban cuando estábamos cerca de este...... No más que apagarse, podría decirse que aquel material absorbía tanto la luz como el calor de estas.

Ninguno de los habitantes había visto algo similar antes, aunque desconocían su propósito, comenzaron a extraerlo junto con los otros materiales.

Con el paso del tiempo, el pueblo fue creciendo y los rumores sobre el abundante suministro de minerales en este lejano pueblo ubicado en la nada llegaron a extenderse por todo el continente, llegando incluso al otro lado del mar. Los ojos de las naciones vecinas que antaño desconocían la existencia del lugar voltearon a ver con gran interés aquel pueblo que cada vez se alejaba más de aquel primer estado desdichado que tenía para parecerse más a una gran ciudad mercante. Muchas se apresuraron a establecer relaciones diplomáticas con la promesa de protección contra cualquier intento de sus antiguos gobernantes u otros países de tomar posesión de las minas. Sin embargo, estas naciones esperaban a cambio una buena parte de los ingresos generados de la explotación y comercialización de los recursos extraídos de las minas. Al final el pueblo decidió formar un acuerdo de mutuo apoyo con la nación de Arvarth, una nación que, aunque se había fundado hace poco más de un siglo gozaba de gran influencia debido a su fuerza militar. De esta forma, la ciudad pasó a formar parte de la nación de Arvarth, pero con el estado de ciudad libre. A cambio de una parte de sus ingresos en forma de tributos; de esta forma mantuvieron su autonomía y lograron obtener la fuerza que les faltaba

La decisión de aliarse con Arvarth no fue tomada a la ligera, en aquel momento tan tenso para el pueblo todas las familias se reunieron en la casa del acalde para decidir qué acciones tomar a futuro, la simple idea de intentar luchar contra su país de origen o contra cualquier otras nación estaba fuera de la mesa porque sabían que era imposible para unos simples aldeanos como ellos, la única opción era aliarse con otra nación cercana que fuera lo suficientemente fuerte para repeler cualquier ataque enemigo pero sabían que al hacer esto solo pasarían a ser gobernados por un nuevo tirano, además la posibilidad de que poco después fueran masacrados o expropiados del control de las minas también era latente, cuando se resignaron a que era su final escucharon a alguien tocar el marco de la puerta

― ¿Hay alguien en casa? ―se escuchaba al otro lado de la puerta― soy un mensajero de Arvarth, vengo con un mensaje para el jefe del pueblo

¿Un mensajero de Arvarth? Era el pensamiento que se les cruzo a todos al escuchar esas palabras

―que hacia un mensajero de Arvarth aquí

después del shock iniciar alguien alzó la voz

―espera ahora que me doy cuenta no recibimos ninguna propuesta de Arvarth

Dijo otra persona

Al darse cuenta de ese echo todos se miraron a los ojos pensando que significa esto; porque no recibimos ninguna propuesta de Arvarth, pero hay un mensajero afuera de la casa, *tok tok* se volvió a escuchar al otro lado de la puerta, al final todos voltearon a ver al miembro más viejo en la sala; aquella persona a la que habían nombrado alcalde antes de que todo el caos de las minas comenzara. Al sentir la presión que emanaba la suma de las miradas de los presentes aquel anciano se levantó de su asiento y fue a abrir la puerta, después de unos saludos de cortesía el anciano salió de la casa acompañado por el mensajero, nadie pudo escuchar de que hablaron estos dos, después de despedir al mensajero el anciano volvió a entrar a la casa, pero al volver tenía una gran sonrisa en su arrugada cara, poco después se dio a conocer la alianza




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