La Hoja Blanca

Capítulo 28.

 

Empuñaron sus armas, listos para lanzarse al combate, pero frente a ellos solo había un anciano vestido con una túnica verde y con una antorcha en la mano. Ni siquiera se alzaba recto, era pequeño y encorvado, con un poco de cabello que aun resistía su avanzada calvicie y una larga y canosa barba.

 El viejo avanzó, lento. Y se detuvo frente a los jóvenes.

—No soy su enemigo, guerreros —dijo el anciano con voz rasposa.

—¿Quién eres? —preguntó Julian.

—Es algo que carece de importante —dijo manteniendo su vista firme en mandoble que sostenía Katria—. Pero lo que sí es importante, es el arma que llevas en las manos, muchacha… ¿Lo notas verdad?

Katria miró la hoja, su tenue brillo blanco era reconfortante. Pero volvió su vista hacía el anciano ¿De dónde había salido? ¿Quién era?

—Dinos quién eres —respondió Katria, apretando la empuñadura con más fuerza—. Todo esto es muy extraño, y me estoy desesperando con esto.

El anciano mostró su otra mano, dejándola al descubierto.

—Solo tengo luz en mi mano derecha —dijo el anciano—. Y nada en la izquierda, como veras, no represento amenaza alguna. Pero no puedo decir lo mismo de lo que los asecha allá afuera. Peligrosos enemigos, feroces criaturas y poderosos adversarios. Seguro ya sabrán algo.

—¿Podría ser más directo? —preguntó Mathis—. Sabes, venimos ya alterados. Y tú no pareces ir a ninguna parte, si no eres una amenaza… bueno ¿Qué es todo esto? Lo último extraño de lo que tenemos noticia era algo muy peligroso, y de gente muy peligrosa…y ahora lo extraño eres tú y este lugar.

—No represento ningún peligro, joven —dijo el anciano acariciándose la barba con su mano libre—. Realmente no sé de que estas hablando, siempre hay gente muy peligrosa. Pero no puedo asegurarte de que hablo del mismo peligro que tú.

» Verás, siempre hay gente peligrosa. Siempre hay peligros. Pero no es lo que te quiero decir, no. No es eso. Redentora no se manifiesta ni elige a nadie por cosas que sean triviales.

—¿La guerra y la muerte de muchos son cosas triviales? —preguntó Julian con todo de reproche—. No puedes hablar en serio, esto es importante.

El anciano suspiró, como resignado.

—Siempre hay guerras, muchacho. Siempre hay muertes, los reinos se alzan y las razas perecen. Los reinos caen y la gente sufre. Siempre ha sido así, y siempre será así. Pero no hay nada que se pueda hacer. Ustedes los humanos son seres de enfrentamientos, seres de caos. Pero tienen salvación, tienen redención. Es Redentora la que les da esa última oportunidad.

Los muchachos bajaron las armas e intercambiaron miradas confusas.

—Tomen asiento —dijo el anciano. Extendió su brazo derecho hacía al lado, iluminando aquella dirección con la antorcha y revelando una mesa cuadrada de piedra y un par de asientos de madera. Sobre la mesa había platos con fruta, pan y carne.

—¿Nos esperabas? —aventuró Castor.

Redentora los esperaba, muchacho. Ahora siéntense y coman, no se ven en el mejor estado. Creo que pueden sentirse más irritados si no han comido.

Los jóvenes se miraron, no sabían si confiar y entonces Katria se sentó y el resto hizo lo mismo. No tenían muchas opciones, y rechazar comida en sus circunstancias no era una opción.

 

—¿Entonces? —preguntó Mathis con la boca media llena por un pan—. ¿Qué es todo esto? ¿Qué es eso de Redentora?

—Es la espada que tiene tu amiga, muchacho. Es el arma que fue entregada hace generaciones a un héroe para enmendar los pecados de toda su raza. Es la hoja que antaño cortó el mal y salvó a miles. Como verás, solo los salvó para que siguieran peleando, así que lamento decirte que no es una solución a la guerra y las muertes que tanto te preocupan.

—¿De dónde salió? —preguntó Katria—. ¿Qué males tienen que ser perdonados? ¿Por qué?

—Nada tiene que ser perdonado, muchacha —dijo el anciano, aun de pie—. Redentora es el arma que fue concedida a la humanidad, como último recurso. Ustedes siempre la llamaron La Hoja Blanca por su color. Solo el héroe y sus cercanos conocían el verdadero nombre y propósito de esta hoja.

» Los humanos tienen muchos problemas, muchos más que los que se pueden resolver cortando y matando. Pero eso es necesario, quienes le entregaron la espada al héroe tenían fe de que la humanidad pudiese enderezar su camino. Aun la tienen, pero la tienen en ti, muchacha. Esperan que tu puedas no solo derrotar al mal que se avecina, sino que también unificar y enderezar a la humanidad.



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En el texto hay: accion, aventura, amor

Editado: 14.02.2020

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