La Hoja Blanca

Capítulo 32.

Tanto Mirah como Castor y Katria se ofrecieron a hacer la primera guardia. Se miraron fijamente a la luz de la pequeña fogata.

—Descansa, lo necesitas —había dicho Katria—. Nosotros estamos bien, no necesitas hacer ninguna guardia.

Pero Mirah aseguró que estaba demasiado despierta por haber dormido ¿Cuánto? Varias horas, era difícil saberlo, incluso para los demás que estuvieron despiertos todo ese tiempo. Cuando los demás no cedieron, simplemente tomó su daga, su arco y sus flechas y se encaramó en un árbol. El resto, al verla sentada en una rama simplemente la dejaron hacer la guardia.

Sentada a casi tres metros de altura vio como apagaban la fogata, los árboles bloqueaban gran parte de la ya escasa luz de la noche. Estaba segura de que, si venía algo, no lo vería venir, por lo que cerró los ojos y trató de escuchar.

¿Qué haré? Pensó. Volver a Mercer parecía lo obvio, pero una parte de ella sentía cierto deber. ¿La escucharía Weisser? No era una mala persona, incluso con lo rudo que trataba de ser a veces, tampoco era tan viejo. El capitán era una posibilidad… ¿Pero se arriesgaría a meterse en más problemas? Además, no sabía dónde podía estar.

No conocía a nadie, esa era la realidad, salvo a Kara y a los que estaban durmiendo en el suelo ¿Quién la escucharía? No era nadie importante tampoco, ir a Mitan y, suponiendo que pudiera llegar, era poco probable que alguien le hiciera caso.

Sería una loca. Tiene que haber…

Entonces escuchó la fricción de una suela con la corteza de un árbol, de su árbol. Sin abrir los ojos, se llevó la mano a la cintura y agarró con fuerza la empuñadura de la daga. Iba a tener que hacerlo, defenderse con eso. Ya lo había hecho una vez, podía hacerlo otra.

Se mantuvo inmóvil, podía sentir que esa persona se encaramaba de manera torpe, pero subía. Era obvio que no era demasiado ágil.

Lo dejaré subir pensó mientras su corazón daba golpes cada vez más potentes contra su pecho. Entonces, cuando no se lo esperé, me voltearé y le clavaré la daga. Repasó varias veces en su mente el arco que tendría que describir su daga para quedar clavada en el cuello de aquella persona. Entonces su rama tembló levemente, ahí estaba, abrió los ojos y giró desenfundando su arma. Se detuvo a medio girar cuando vio el rostro de Katria que permanecía con expresión de incredulidad y miedo.

—Soy yo —dijo Katria. Vaciló un momento—: No pensé que asustaría así… casi me matas.

¿Qué mierda quiere? Pensó Mirah, sintiendo como la rabia le apretaba el vientre.

—¿Te pareció esto una buena idea? —preguntó con voz fría—. Es obvio que me asustaste ¿Qué pretendías?

—No se… creo que creí que sería divertido asustarte.

Mirah levantó una ceja, podía distinguir perfectamente en la oscuridad la sonrisa culpable de Katria. Suspiró.

—No sé porque te ha parecido que tratar de subir haciendo mucho ruido iba a funcionar para sorprenderme. Además, estoy montando guardia y esto es un lugar peligroso ¿Crees que ha sido una buena broma?

 Katria agachó la cabeza, vaciló por un momento y la miró fijamente a los ojos.

Que incomodo pensó Mirah. ¿No puede simplemente bajar y dejarme en paz? Mathis tiene razón, no pienso ayudarla otra vez poniendo mi vida en peligro. Debe pensar que todos tienen que cuidarla, por eso debe creer que puede actuar así y no pasa nada.

—¿Aun estás enojada? —preguntó Katria con algo de pena en su voz.

—¿Enoja por qué? ¿Por qué me trataste mal o porque nos trajiste acá con tus estupideces?

Katria desvió la mirada.

—No sé qué me pasó… —susurró Katria—. Se que fue mi culpa, pero quiero arreglar las cosas ¿Qué puedo hacer?

—Sacarnos de acá y para eso tienes que ir a dormir y descansar. Y también concentrarnos en eso, en salir.

—¿Puedo quedarme o quieres que me vaya?

Mirah tensionó la mandíbula y apretó los puños, guardó su daga y se echó un vistazo alrededor.

—Quédate si quieres, pero… ¿Para qué? ¿Qué quieres lograr?

Katria se sentó en la rama con cuidado. A Mirah le resultaba evidente que podía ser muy ágil con la espada, pero que las copas de los árboles no era un lugar donde se sintiera cómoda. Su miedo a caer se notaba, eso la detenía y Mirah lo había aprendido hacía años. Si tienes miedo de tropezar cuando caminas, lo harás más torpe y lento. Si tienes miedo de caer, será exactamente lo mismo.



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En el texto hay: accion, aventura, amor

Editado: 14.02.2020

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