El bosque.

Son sombras inconmensurables,
las antorchas se vistan a la lejanía,
parecidos a luceros que exigen nuestros cuerpos;
solo se visualiza el gran arco cuyas libélulas arriban.

Son tenues ramas,
solo se perciben las miradas,
grandes troncos que obstaculizan la noche,
es un sonido seco, tan aterrador,
solo es el sonido de nuestros pasos.

Los lobos son perfectos aulladores,
impecables olfateadores,
los reyes del bosque.

Fue una desidía,
quizás acaso, una demasía.

Los lobos nos persiguen por las colinas,
las lechuzas se visualizan en las ramas,
mapaches saliendo de sus hogueras.

¡No siento temor!

Me aferro a tu delicada mano,
es un largo paseo por este etéreo sendero,
más romántico que alguna jugada de Romeo.

Siento que vivo en una noche mágica,
no es nada quimérico,
no es necesario decir que soy séquito.

Me llevas a una pradera,
cuya luz de luna a medianoche
atraviesa todo el claro.

Tu obsequio:
presenciar el firmamento,
sentir un abrazo del césped arrullándonos,
es algo tan celestial;
el verde jade de tu mirada,
ni el Universo es tan destellante.

La noche pasó,
y pasó lo que tuvo que pasar...

Colocaste tus manos en mis mejillas,
levantaste mi barbilla,
tus manos bajaron lentamente hasta mi cintura,
estaba temblando,
mis ojos destellando.

La noche pasó
y pasó lo que tuvo que pasar...

Tus labios rozaron los míos.
Inhalaste.
Tu boca abrió pasó a un beso.
Inhalé.

La noche fue un verbo...

Como una rafága,
mis manos sintieron tu piel.
Exhalamos.

Y la noche fue un verbo,
la tiniebla más majestuosa,
nuestras lágrimas vítreas.

Aún pienso que es un sueño,
los pequeños claveles resuenan como campanillas,
la Luna se atenua entre nuestras siluetas,
y yo...

No deseo ir a ningún otro lado,
que no sea estar contigo.

Poema VI: "El bosque"
5 jul 2018. 21:28hrs