La Huérfana

UN DIA EN EL PALACIO

Daina acepta la invitación.

Quiere decirle dos cosas bien dichas a ese chico. Ser quien es no le da derecho a creer que todo lo puede conseguir.

Pero en el palacio quienes la reciben son las infantas. Las dos muchachas son sus mayores admiradoras y no quieren desaprovechar una oportunidad de estar con ella. Al enterarse de la invitación le rogaron que les dejase pasar un rato con su heroína antes de que la acaparase por completo.

-Está bien –les concede él-, no soy quien para oponerme, aunque fuese quien la invitó a venir –les sonríe.

-Eres el mejor hermano del mundo –le alaga Cali feliz.

Cuando el muchacho aparece encuentra a las tres chicas en el jardín.

Daina, Cali y Daya están sentadas en una mesa de picnic que hay junto a un estanque artificial. Juegan a las cartas mientras conversan animadamente.

Es un día de sol, pero no especialmente caluroso, ideal para estar al aire libre.

El joven no viene solo, otro chico de aproximadamente su misma edad le acompaña. Un muchacho de pelo negro y penetrantes ojos azules, camina dos pasos por detrás del príncipe como escondiéndose.

-Buenas tardes damas –saluda el joven de ojos verdes.

-Buenas tardes hermano –responde Daya, la mayor de las hermanas del muchacho-, veo que no vienes solo.

-Muy perspicaz hermana –sonríe él-, es un admirador de nuestra heroína. No pude negarme a presentársela.

-Bueno, ¿y a qué esperas para presentarlo? –Le apremia ella.

El chico que espera en un segundo plano se acerca hasta Daina y toma su mano.

-Señorita. –Comienza besando su mano- Mi nombre es Gabelt. Soy el hijo de Carlps, seguro que mi padre le ha hablado de mí.

-Sí, muchas veces –sonríe ella-. Estaba deseando conocerte. Por favor prefiero que me tutees.

-Así lo haré.

Se hacen unos instantes e incómodo silencio. Finalmente Daina decide romper el silencio.

-Pensé que te conocería en el baile que la familia real celebró hace unos días.

-En estube allí, pero me dio corte. Mí padre habla tan bien de ti..., y además lo que hiciste...

-Lo cierto es que fue una locura, pero no podía quedarme mirando - contesta ella intentando restarle importancia.

-Estabas guapísima con uno de los viejos vestidos de mi madre -confiesa él tras otra corta pausa.

-Gracias -murmura ella sin saber que añadir.

Él paarece estar pensando en algo y finalmente se decide a hablar.

-Lo cierto es que hay una cosa sobre la que tengo curiosidad -confiesa.

-¿Sobre qué? -pregunta ella.

-¿Puedo pedirte algo?

-¿De qué se trata? –pregunta ella curiosa.

-Mi padre me ha hablado muchas veces de tu maestría con la espada y, el episodio de hace unas semanas lo corrobora, pero quisiera comprobarlo por mí mismo.

-¿Estás retándome a un duelo? -pregunta Daina sonriendo maliciosamente.

- Más bien un combate amistoso, como los de entrenamiento.

Todos los presentes vuelven su vista hacia la joven a la espera de su respuesta. No puede negarse, no delante de toda la familia real, además sería un gran honor probarse con e

l hijo de su maestro de armas, siendo Carlps su padre seguro que es un gran espadachín.

-Cuando desees será –anuncia finalmente la muchacha.

-¿Por qué no ahora? -sugiere él.

-¿Ahora? Está bien, ¿por qué esperar? –acepta ella.

                        

La comitiva se encuentra en el campo de entrenamiento, impacientes por ver el resultado del reto.

Los oponentes se han vestido más cómodamente para el acontecimiento. Mashel le ha dejado su espada a Daina para el combate.

Todos se colocan en su sitio y el enfrentamiento da comienzo.

Las espadas chocan una y otra vez. Unas veces retrocede uno, otras la otra. Es un combate muy igual, se nota que ambos han sido enseñados por el mismo hombre, además de que por las venas del muchacho corre la sangre del mejor espadachín del reino.

Situado en un segundo plano un hombre vestido con el uniforme de la guardia real observa el combate sin llamar la atención. Analiza a los combatientes, cada estacada, cada movimiento, cada fallo y cada acierto. Estudia a dos de sus mejores alumnos, se siente orgulloso de lo conseguido.

Otra persona más observa la escena. Escondido, fuera de la vista de todos, una figura les vigila. También toma nota del enfrentamiento, pero seguramente con motivos diferentes del otro observador.

Tras un igual combate finalmente se levanta un ganador. Gabelt logra desarmar a la muchacha, no sin esfuerzo.

-Has sido una digna adversaria Daina.

-Gracias Gabelt, igualmente te digo.

La joven devuelve la espada a su dueño que también la felicita.

-Pensé que mis hermanas exageraban, pero veo que no.

-Solo era un combate amistoso, alteza.

- Mashel, déjate de halagos, que se te ven las intenciones –le recrimina su amigo en tono bromista.

El príncipe sonríe.

-No le hagas caso –murmura a la muchacha-, Gabelt es mi mejor amigo y le encanta bromear.

La joven esta algo roja por la situación, no está acostumbrada a tanta cortesía y exaltamientos.

-Mira a la pobre, la has ruborizado –le señala Gabelt y, sin pretenderlo hace que la muchacha se enrojezca más. Él también se ruboriza.

En ese momento suenan las siete en un reloj cercano y Daina ve una oportunidad para escapar.

-Es tardísimo –comienza a decir nerviosa-. Debo irme, no tendría que estar aquí. Tengo..., tengo mucho que hacer. SI me disculpa, alteza –se despide con una reverencia-, Gabelt ha sido un placer conocerte por fin, princesas –y tras otra reverencia sale corriendo de regreso a su casa.

 




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