Eran casi las cuatro de la mañana.
Me había dormido en el sofá esperando a Norman.
No sé en qué momento comencé a sentir que alguien estaba moviéndome, y desperté. Lo primero que vi fue a Jim justo delante de mí. Seguía pareciendo alguien de mi edad, como de diecisiete años. No estaba cansado. Nunca se lo veía así. Lo que sí se notaba era que estaba... alterado.
—Billie, tienes que despertar—decía. Lo repitió como al menos tres veces—. Norman está por llegar.
Me desperecé desde el sofá. Estaba un poco perdida y no entendía qué hacía allí hasta que, súbitamente, la puerta se abrió. Jim desapareció y un joven de once años, casi doce, se abrió paso a la casa, tambaleándose. Me puse de pie de inmediato. Observé como, de la manera más torpe posible, mi hermano intentaba cerrar la puerta. Tardó cuatro minutos en hacerlo y, al lograrlo, gritó:
—¡Eureka!
Hasta su voz sonaba diferente. No tardé en sentir ese horrible olor a cerveza que recuerdo de mi infancia. Volteó, me vio, y juro que se congeló en esa misma posición.
—Estás...—comencé a decir.
Me interrumpió con una suave risa que, al pasar de los segundos, se volvió una fuerte carcajada. No pude evitar acercarme a él y taparle la boca con una mano para callarlo, a lo que él respondió alejándose, ya sin reírse.
—Esto es... cómico. Muy cómico. Como la palabra cómico—dijo Norman, y volvió a reírse, aunque se detuvo al poco tiempo—. Eres mi hermana mayor, pero ni siquiera tenemos la misma sangre. ¿Vas a decirle a papá?
—Sí—contesté al instante—. ¿Qué mierda haces, Norman?
Su cabello oscuro le tapaba un poco los ojos, y supongo que le molestaba porque movió la cabeza para quitárselos. Quizás fue, también, una acción sin sentido para ganar unos segundos para responder, pero no lo sé. Puede ser que esté paranoica.
—Son... Conor y Blake, ya los conoces. De tu mismo curso. Me invitaron a salir con ellos, y como ustedes siempre dicen que debería hacerlo... les dije que sí. ¿Tienes algún problema con eso, hermanita?
El irónico tono que usó para referirse a mí como su hermana consiguió despertarme del todo y hasta molestarme un poco, así que lo tomé de su mano y tiré de él para que bajara las escaleras conmigo hasta mi habitación. No me quedé en el pasillo tampoco. Juro que lo arrastré casi a la fuerza, y por poco lo tiré sobre mi cama, todo para poder gritarle un poco.
—¿Conor y Blake, imbécil? ¿En serio?—comencé diciéndole. Desde donde estábamos no importaba qué tan alto hablara, si no gritaba no iban a escucharme—. No vas a volver a salir con ellos. Si lo haces, hablaré con Matthew, y te juro que lo haré.
Se tumbó sobre mi cama y miró el techo durante unos buenos minutos. Reflejaba una extraña expresión en su cara, pero supuse que estaba fingiendo solo para no responderme. Lo que ocurría—y sigue ocurriendo—es que Conor y Blake, ambos hermanos, son conocidos por vender ciertas drogas a menores. Más de una vez los he visto en el horario de salida de mi hermano, esperando en las puertas. Creí que sería por la hermana menor que ambos tienen de un diferente padre, pero un día descubrí que no. También sé que tienen denuncias por eso, pero siguen haciéndolo.
—Norman—insistí—. No vas a volver...
Estaba a punto de completar la oración cuando, de repente, mi hermano se hizo a un costado y comenzó a vomitarlo todo. No pude correr la vista a tiempo, así que lo vi devolviendo cada cosa que había consumido. Tampoco pude volver a decirle algo. Cuando acabó, me acerqué a él. Le di un par de palmaditas y le pregunté si quería quedarse a dormir allí, en mi cama, o subir a su habitación.
—Me voy—respondió—. Aquí hay demasiado olor a cigarrillo. Y... tampoco me siento bien.
Así que tuve que ayudarlo a subir las escaleras. También le serví un poco de agua y casi, pero casi, le arreglo su cama, pero decidí que sería demasiado. Dejé que se acostara tranquilo, y volví a mi habitación.
Al día siguiente, él desapareció.
Estaba durmiendo, o intentándolo, cuando escuché que me llamaban desde la cocina. Era Matthew. Subí tranquila las escaleras, pensando que no era nada, pero luego los vi a todos reunidos en la sala principal, sin Norman, y por un momento pensé que eso iba a ser otra discusión entre Matthew y Laurence porque de repente su único hijo está haciendo cosas raras, pero pronto supe que no. Lo que ocurrió fue que, cuando Sarah Lynn fue a pedirle algo a Norman esa mañana, no lo encontró. En su lugar de la cama colocó almohadas para que creyéramos que se trataba de él.
Nos pidieron a Sarah Lynn y a mí que dijéramos todo lo que sabíamos de él. No les conté lo de la noche anterior, sólo dije que él llegó y yo bajé a mi habitación a dormir, evitando el resto de los detalles. Por alguna razón, cuando llamamos a la policía nos dijeron que teníamos que esperar al menos veinticuatro horas para poder decir que desapareció y comenzar una búsqueda.
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Editado: 10.12.2019