Cabello rubio. Ojos de cielo. Labios dulces.
Mi tormento tenía rostro, nombre y apellido. Y había estado en silencio en todo este tiempo, las únicas veces que podía verlo claramente y sin interrupciones, es cuando me encuentro en esa habitación llena de claridad con colores en diferentes tonos y pinceles de cada tamaño.
No la había visto después de que ella decidió dejarme sin decirme nada. Una mierda que dolió.
No debí esperar mucho con algo de unos meses, pero ahí estaba, aferrándome a cada mierda que me haga sentir algo.
Ella me hizo sentir de todo.
Y en todo este tiempo sin ella, creía haberla superado. No, la he superado.
Pero ella estaba ahí, sonriendo mientras su vista estaba en el monitor y con su mano controlaba el aparato que me mostraba a mi futuro sobrino. Actuó como si nada hubiera pasado. Como si yo no fuera nadie.
Casi le creí esa mierda hasta la boda, cuando la vi con ese vestido lila y el odio latiendo en sus ojos.
¿Ella me odiaba?
Debe de estar jodiéndome.
¿Ella me odiaba?
Entonces quiero saber la razón.
Si quiere fingir que no ha pasado nada, por mí no hay ningún jodido problema. Pero no permitiría que me odiara cuando no tiene derecho hacerlo.
El que terminó jodido y con millones de tormentos fui yo, y ella nunca se disculpó por joderme.