La Intérprete: Visiones

4

 

Finalmente Sandra Wallis los dejó ir, todavía emocionada por los nuevos reporteros. Dos semanas atrás algunos chicos habían dimitido y desde entonces se les había complicado el poder entregar los artículos a tiempo, pues Ilse debía escribir más e incluso Ned, quién sólo era el fotógrafo, había tenido que hacerlo.

—No parece ser oscura, ¿verdad? —comentó Lisey cuando salieron de la escuela, tras despedirse de Ilse y Ned, el cuál, por cierto, no había apartado los ojos de la pelirroja ni una vez, como si no pudiese creer lo que tenía frente a él. Rodrigo lo calificó de inmediato como un hijo de puta en potencia, o sea un miembro del Club de Fans de Lisa Marsh.

—No.

—A veces mí mamá exagera —siguió Marsh —o se deja llevar por los chismes.

—En este pueblo, ¿quién no?

Lisey asintió.

—¿Cómo les habrá ido a Chris y a Marcelo? —se preguntó Rodrigo para cambiar de tema.

—Espero que bien, Chris ya estuvo una vez en el equipo y cuando Marcelo se aplica en algo también es bastante bueno.

—¿Sabes cómo te llaman Marcelo y Blake? —preguntó King sin poder contenerse.

Lisey se detuvo y se volvió hacia él, con el ceño fruncido y el largo cabello rojo cayéndole a ambos lados del pálido rostro. La pregunta la tomó por sorpresa, jamás se había puesto a pensar como la llamaban los chicos de su escuela, sabía que la consideraban bonita, pero no le interesaba saber nada más.

—No —respondió al fin —¿cómo me llaman?

—Pues... —balbuceó Rodrigo, arrepentido de haber abierto la boca.

—¿Es algo malo?

—Depende de como lo veas.

—Dímelo entonces.

—Si te lo digo… ¿prometes que Chris no lo sabrá?

—¿Por qué?

—Ya sabes cómo es Chris —se limitó a responder Rodrigo, encogiéndose de hombros.

Lisey se mordió el labio inferior, pero asintió, mientras reanudaban su andar a la casa Marsh.

—Fred, Marcelo y toda esa bola de gilipollas te llaman, casi con orgullo, “Hechizo Rojo”.

—¿Hechizo Rojo? —se sorprendió aún más Lisey, llevándose una mano al cabello, comprendiendo en parte el motivo de aquel sobrenombre.

—¿Te molesta?

—Realmente no.

—¿Hablas en serio? —Rodrigo la miró con la boca abierta, pero su amiga se veía seria y había sinceridad en su mirada.

—Sí —Lisey se tocó el cabello un segundo más —cuando mencionaste que Marcelo y Fred me llamaban de una forma especial creí que sería algo… bueno, algo de tipo sexual —añadió Lisey, ruborizándose.

—Hechizo Rojo es bastante… sugestivo, ¿no crees?

Esta vez fue el turno de Marsh de encogerse de hombros. Y entonces lo que había pensado minutos atrás encajó en su sitio, ir con Rodrigo a la Pluma Dorada, cederle su barra de cereal y prometer guardar el secreto a Chris. Todo estaba claro, no había sido un acto de bondad, claro que no.

—¿Te gustaría comer en mi casa?

—Claro, ¿qué hay en el menú?

—Me parece que albóndigas —respondió Lisey, un tanto dudosa, aunque esto era lo de menos, Rodrigo se comería cualquier cosa.

—Eso si no me lo pierdo.

Lisey rió un poco, pero de inmediato se puso sería. Creía poder controlar a Rodrigo, aunque esté le fuese tan fiel a Christopher.

—Por cierto, hay algo que me gustaría pedirte.

—¿Qué?

—Mi madre quería que los invitara a los tres, pero cuando lleguemos a casa y me pregunte porque Chris y Marcelo no han venido, les diremos que no han podido.

—Pero, Lisey, ni siquiera los invitaste.

—Lo sé, pero mi madre no tiene porqué saberlo.

—Creía que Lisey Marsh no le mentía a su madre.

—Y así es —la chica se mordió el labio de nuevo, pensativa, volviéndose hacia Rodrigo para añadir: —y también necesito que le digas que ayer por la tarde estuve con Chris y contigo en la casa de Marcelo.

—¿No se suponía que estabas con tu madre en la repostería? —replicó King con incredulidad. Lisey lo miró, un poco avergonzada y entonces Rodrigo lo comprendió. —No era cierto, ¿verdad?

—No. La verdad es que no quería que Chris empezara con lo de siempre y si le decía la verdad a mi madre ya sabía que se molestaría y sólo deseaba librarme de un castigo, ¿qué hay de malo en ello?

—Nada, supongo —se limitó a responder Rodrigo, mientras seguía caminando, lamentándose de no tener auto.

—¿Lo harás entonces?

—Supongo que sí.

—Gracias.

—Pero se lo tendré que decir a Chris.

—¿Por qué? —Lisey volvió a detenerse, mirando a su amigo, dolida.

—Me parece lo más correcto.

—No se lo digas, por favor.

—Dime que estabas haciendo y, quizás, no se lo diga.

Lisey vaciló, pensando en mentir de nuevo, pero se había dado cuenta que mentir era más problemático que decir la verdad, una siempre terminaba enredada en sus extrañas historias.

—Si te lo digo, ¿me prometes que no se lo dirás a Chris?

—Te lo prometo.

—Bien —la pelirroja se pasó una mano por la frente —yo estaba… hem, estaba ayudando a alguien.

—¿Estabas ayudando a un fantasma?

—Sí —y Lisey echó a andar de nuevo con rapidez, llevándose ambas manos a las correas de la mochila.

—¿A quién? —preguntó Rodrigo tras pensarlo un momento, a él no le parecía tan malo que Lisey ayudara a algunas almas errantes a encontrar la paz.

Lisey suspiró y se lo contó, incluido el ataque de mal humor de Finn, aunque tuvo mucho cuidado en no mencionar a Leonardo Marcotte para nada.

—Pobre tipo —murmuró Rodrigo y de inmediato se corrigió —quiero decir, pobre fantasma, no debe ser ninguna puta gloria estar muerto.

—¿Crees que hago lo correcto al ayudarlos?

—Creo que no importa lo que yo crea, sino lo que tú creas, Lisey. ¿Crees estar haciendo lo correcto?

—Creo que sí… sí, lo creo —Lisey echó un vistazo hacia adelante, acababan de llegar a su calle y ya podía divisar su casa desde ahí —pero Chris…




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