La Intérprete: Visiones

13


 


—¿Hoy es la tontería esa de Torre Blanca? —le preguntó Fernando a su hermano menor al día siguiente, por la mañana, mientras Rodrigo guardaba un par de cosas en su mochila.

—Ajá —se limitó a responder, mirando de reojo sus gastadas botas para la nieve, amén de sus guantes desgastados. Se suponía que su madre le compraría todo nuevo ese año, pero con su padre así…

—Será una mierda —añadió Rodrigo.

—¿Y por qué vas? —le cuestionó Fernando, recargado en la pared —¿es obligatorio?

—No. Voy por mis amigos.

—Más que nada por la pelirroja, ¿no?

—Lisey es mi amiga.

—Menuda amiga que tienes. Y tan guapa que es la niña.

Rodrigo rodó los ojos, un poco irritado. Ese era uno de los inconvenientes de ser amigo de Lisa, que todos los tipos del mundo querían con ella y él tenía que soportarlo.

El chico cerró la mochila y se la colgó sobre los hombros.

—Al menos estarás toda la mañana fuera de casa —dijo su hermano.

—Planeo que sea todo el día.

—Ya, ¿y que vas a hacer todo ese tiempo?

—Ni idea.

Fernando soltó la risa y siguió a su hermano hasta la sala. Claire miraba la televisión mientras cosía algunos calcetines viejos. Los miró un segundo.

—¿Ya te vas?

—Sí, mamá.

—Diviértete.

Y eso fue todo, ni preguntas ni recomendaciones de seguridad. Tal vez sus padres deberían haber aprendido de sus errores, que “divertirse” no lo era todo en la vida, pero como Rodrigo era muy joven aún no ponía en tela de juicio las palabras de su madre.


 


 

En casa de Chris el escenario fue bastante diferente. Su madre le preparó un termo gigante de café con leche y otro de chocolate caliente, además de darle todo tipo de consejos. ¿Llevaba lápiz labial de cacao? Chris dijo que sí, aunque era mentira.

—No vayas a caerte y no estés mucho tiempo cerca de la nieve, no quiero que pilles un resfriado, cariño.

—Tranquila, mamá.

Carolina sonrió y besó a su hijo en la frente, mientras que Avril simulaba que vomitaba detrás de ellos. Eran las ocho de la mañana.

Chris tomó sus cosas y salió de la casa, cerrando su mente. Se había vuelto bastante bueno en los últimos días y, con algunas raras excepciones, lograba cerrar su mente a los pensamientos de los demás durante períodos prolongados.

Al cruzar la calle se encontró con Marcelo, el cuál lucía más que radiante.

—¿A qué se debe esa sonrisa, Benítez?

—No lo creerás.

—Venga, suéltalo ya.

Marcelo rió, llevándose una mano a la cabeza, al gorro naranja que usaba, parecía que su madre lo había obligado a ponérselo y Chris se preguntó cuánto tardaría su amigo en quitárselo, con o sin nieve este terminaría haciéndolo.

—Hablé con mi padre ayer en la noche.

—¿Y?

La sonrisa cargada de lascivia de Marcelo fue todo lo que Christopher recibió por respuesta.


 


 

Ni la indiferencia de la madre de Rodrigo, ni el interés de la de Chris o los mimos excesivos de la de Marcelo le ganaban al carácter posesivo y controlador de Elena Gordon.

—Ten, Lisa, tu abrigo.

La chica lo tomó. Este era de un verde brillante que por algún motivo le encantaba a su madre.

—Los pastelillos de queso con zarzamora les encantarán a tus amigos.

—Claro, mamá.

Lisey observó como su madre guardaba todo en la mochila, preguntándose si acaso podría cargar todo ella sola.

—¿Debes llevar el uniforme? —inquirió Luke, sentado junto a la mesa de la cocina, con una taza llena de leche en las manos. Traía el pijama puesto y su cabello revuelto se aplastaba contra el cráneo.

—No —empezó Lisey, pero su madre la interrumpió:

—Por supuesto que debe llevar el uniforme, es un paseo escolar, no social.

La chica se mordió el labio inferior, pero no dijo nada. Estaba lo suficientemente turbada como para pelear con su madre. El permiso no decía nada sobre llevar el uniforme del colegio, así que seguramente nadie más lo llevaría. Eso la convertiría a ella en la única que lo hiciera. Ya se imaginaba lo mucho que llamaría la atención.

Lisey se puso las botas para la nieve con cierto desánimo y entonces cayó en la cuenta de algo. ¿Cómo había podido olvidarlo? Estaría todo nevado, no se quitaría el abrigo y nadie notaría que llevaba el uniforme debajo.

Esbozó una sonrisa.

—Puse un trozo de pastel de chocolate también, por si tienen más hambre —dijo Elena —y el protector solar está en el bolsillo del abrigo.

—¿Protector solar? —se extrañó su hija.

—Que este nevado no significa que no haya sol y ya que lo pienso te pondré una sombrilla también.

—Mamá.

—Si llueve podrás usarlo como paraguas. Te empacaré algunas toallas. ¿Llevas los calentadores?

Lisey asintió a la vez que suspiraba, completamente resignada.


 

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—¿Estás hablando en serio, Marcelo? —preguntó Rodrigo con los ojos muy abiertos tras intercambiar una mirada pasmada con Chris.

—¿Cuándo he mentido yo en algo así? —replicó su amigo, muy serio.

Los tres se hallaban formados ya en espera del autobús. Había unos cuantos alumnos más, pero aún faltaban por llegar más de la mitad.

—Será mí regalo de cumpleaños.

—Tu siguiente cumpleaños es hasta el próximo año, ¿no? —habló Chris, pero Rodrigo le arrebató la palabra:

—¿No es mucho regalo para ti solo?

—Oh King, aquí es donde entra en juego nuestra gran amistad. Tú y Chris están invitados, mi padre está de acuerdo.

Los dos chicos volvieron a mirarse, completamente anonadados.

—¿No es una broma? —susurró Rodrigo.

—Pura verdad.

—¿Cuándo sería? —quiso saber Chris.

—La próxima semana.

—Mierda —siseó King, un poco ruborizado.

—¿Cómo fue que tú padre te ofreció este regalo de cumpleaños? —indagó Christopher.

—Me preguntó que era lo que deseaba y se lo dije, aunque desgraciadamente no puede conseguirme a Lis…




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