Sabrina todavía estaba asimilando lo que acababa de pasar en los anteriores quince minutos. Su mente no daba para más. Estaba intentando encontrar una explicación científica, pero por muchas vueltas que le diera, no encontraba la respuesta.
Ella seguía delante de los siete adolescentes con cara de póker. Ellos, también debían estar en estado de shock pues estaban observándola como dos cuernos la hubiesen brotado de la cabeza. Además, si ellos la miraban como si fuese un bicho raro, ¿por qué ella no podía hacer lo mismo? Siguiendo esa nueva filosofía, clavó su mirada en el chico de ojos verdes y lo escaneó minuciosamente.
Llevaba en la mano un bolígrafo y... Esperar un momento; un bolígrafo... ¿Por qué la resultaba tan familiar y a la vez tan extraño? De repente, los engranajes de la mente de Sabrina empezaron a funcionar y unió las piezas del enrevesado puzle que el universo había colocado delante suya. Los siete chicos, el bolígrafo, los monstruos… Sólo podía ser una cosa.
- Vosotros... Vosotros sois... - tartamudeó Sabrina - Sois los siete, los siete héroes del Olimpo.
Ella misma no podía creer lo que acabara de decir. Por las caras que ponían el resto, ellos tampoco se lo creían del todo.
A Sabrina se le pasó el miedo, la angustia, y la vergüenza que tenía convirtiéndose en una euforia desmesurada. Estaba con sus héroes, con sus ídolos, con los auténticos siete semidioses de la profecía. Suponiendo que no estuviese soñando, claro está. Sus rosados labios se fueron transformando lentamente en una amplia sonrisa.
- Va a sonar extraño pero… Dejadme que os presente yo - dijo dando saltitos de alegría como un conejillo blanco en una pradera. - Siempre he querido hacer esto. - Terminó casi en susurro.
- Está bien, creo. - dijo el chico que llevaba el arco.
Si estaba soñando, pensaba aprovecharse de la situación al máximo.
- A ver, a ver, por quien empiezo... ¡Por ti! - dijo señalando al chico rubio.
Él subió una ceja por la sorpresa y la momentáneamente clavó sus ojos azules en los de Sabrina. La sorprendió encontrar un brillo divertido en ellos.
- Tú eres Jason Grace, hermano de Thalia Grace alias la "Cara Pino".
El chico de ojos verdes soltó una carcajada grandiosa al escuchar el apodo que él inventó.
- Hijo de Júpiter, padre de todos los dioses, señor del cielo y del rayo, y de la mortal Beryl Grace. Uno de los actuales pretores en el Campamento Júpiter. - continuó Sabrina con un tono travieso - Te comiste una grapadora de pequeño, de ahí la cicatriz del labio. Juno te separó de tu familia de pequeño y lo volvió a hacer este año, sacándote del Campamento llevándote con los griegos sin ningún recuerdo.
- ¿Cómo lo...? - Dijo Jason muy sorprendido.
- Encantada de conocerte, soy una gran fan tuya. Admiro tu trabajo- le interrumpió ella - Y en serio, tienes mucha suerte de tener la novia que tienes.
Jason y la chica de la pluma en el pelo se ruborizaron al instante.
- Tú, querida McLean. - dijo señalando a la chica de la pluma - Piper McLean, para ser exactos. Hija del famoso actor de cine y de Afrodita, diosa griega del amor y la belleza. Eres la amada novia de Jason y una de los siete.
La susodicha la sonrió sin perder esa curiosidad que surcaba su rostro.
- A mí cuando me dicen, "peleas como una chica" es como si me dijeran un elogio. – Sabrina miró a las demás chicas del equipo con una sinceridad arrolladora. – Solo pienso en vosotras y sonrío.
- Gracias. - dijo Piper poniéndola la mano en el hombro, sintiéndose alagada por las amables palabras de la intrusa.
Una agradable sensación pronosticó una larga y fiel amistad con Piper. No sabían siquiera por qué, pero habían congeniado desde el primer momento.
- ¿Sabes más sobre nosotros? - titubeó Piper intentando averiguar las fuentes de Sabrina.
- Lo sé todo sobre vosotros, absolutamente todo. Diría todo, pero eso sería una completa pérdida de tiempo. - advirtió ella. – A fin de cuentas, son vuestras vidas.
Sabrina miró varias veces a cada semidiós intentando decidirse cuál sería el siguiente. Después de un largo debate interno, optó por el chico del arco.
- Él siguiente es, Frank Zhang. - dijo sintiéndose igual de emocionada que una niña pequeña al conseguir un juguete nuevo. – Hijo de Marte y descendiente de Poseidón. El "hombrecillo chino canadiense" como te llama Arión, tiene un futuro prometedor. ¿Eras Centurión? ¿Pretor? - dudó algo confundida -Siempre me confundo con la Casa de Hades... – murmuró para sí.
- Soy Centurión. - Contestó Frank claramente nervioso.
- Realmente no importa, el caso es que eres un romano de primera. Aunque os estén buscando para mataros por traición, lo eres. Tus poderes de transformarse en animales son geniales y tu puntería con el arco es fabulosa, además de tus aptitudes en la batalla... Eres un héroe, Frank. - le guiñó un ojo disfrutando de la vergüenza del hijo de Marte. – Como le dije antes a Jason: tienes suerte de tener la novia que tienes. Cuídala.