- ¡Valdez! ¡Muerte a Valdez!
- ¿Me crees ahora? - dijo Sabrina.
Sabrina agarró a Leo de la camisa y arrastró hasta la parte trasera de la tumba.
- No tengo tiempo de explicártelo, pero tienes que abrir este pasadizo. Los distraeré todo el tiempo que pueda.
- Pero... - intentó replicar Leo.
Sabrina le dio un corto abrazo, y le susurró al oído.
- Abre esa compuerta.
Sacó una espada del cinto y se alejó de él acercándose más a los eidolons. Leo se preguntó cuando habría tomado prestada la espada de la armería del barco.
- Muy bien fantasmas de pacotilla. ¿Creéis que Gea ganará esta guerra? Pues creéis mal.
- ¡Muerte a la elegida de Apolo! - dijeron los eidolons.
- Elegida de... ¿Apolo?
Leo dejó de prestar atención a la pelea, y se puso manos a la obra con el pasadizo.
- Vamos, Leo. - dijo Hazel.
Leo ni se había dado cuenta de que Hazel y Frank seguían al lado de la tumba. Dirigió una mirada hacia Sabrina que saltaba de un lado a otro perseguida de los eidolons que se iban cambiando de un cuerpo a otro.
Leo volvió su atención de nuevo a la tumba. Poco a poco se fue dando cuenta de que era una cerradura. Sin siquiera hacer comentarios al respecto (algo raro en él), consiguió abrir la compuerta.
En el suelo, al lado de la pared, una sección de baldosas de mármol se deslizó debajo de otra y dejó a la vista una oscura abertura cuadrada cuyo tamaño apenas permitía deslizarte por ella.
Sabrina corría hacia ellos, evitando a los mortales poseídos que la intentaban golpear.
- ¡Meteos en la apertura! - gritó Sabrina.
Hazel se deslizó por el hueco lo más rápido que pudo. Frank se convirtió en serpiente para meterse en el agujero, pues no cabía por él con su forma humana. Sabrina corría todo lo que podía haciéndose paso entre el gentío.
- ¡Entra ya Leo!
Leo se metió por el agujero y a los pocos segundos Sabrina cayó de pie al lado suya. Las compuertas se cerraron automáticamente impidiendo la entrada de sus perseguidores. También bloqueó toda la luz, pero podían lidiar con ello.
Leo iba a encender un fuego en su mano para iluminar la estancia. Antes de que le diera tiempo, Sabrina le cogió la mano y le miró a los ojos.
- Espera, no enciendas fuego. - le dijo con delicadeza.
A continuación, se acercó a Frank que ya había vuelto a su forma humana, soltando la mano de Leo, que ya deseaba volver a rozar sus dedos con los de ella.
- Frank, Leo va a invocar un poco de fuego para que podamos ver. - dijo Sabrina.
Frank asintió y la miró agradecido. Ya recordaba, el palo quemado. Hazel le había hablado de ello. Su vida dependía de que ese palo no se terminara de quemar.
- Bien, no debemos perder ni un instante. - dijo Sabrina - ¡En marcha!
Después de recorrer unos treinta metros aproximadamente, doblaron una esquina y se toparon con una puerta. Sabrina corrió a examinar la puerta. De repente se giró, hasta casi chocar con Leo. Sus rostros estaban a apenas unos centímetros, sus labios estaban a punto de juntarse. Sabrina sonrió.
- Yo sé quién va a abrir esto...
Leo seguía mirando a Sabrina con fascinación. Miró a ambos lados buscando a quien se podía referir Sabrina. Por descarte sólo podía estar hablando de él. Leo hizo crujir los nudillos sonriendo con picardía.
- Haz sitio al maestro, por favor.
Sabrina hizo una pequeña reverencia dejándole espacio suficiente para trabajar con tranquilidad. La puerta era interesante, desde luego. Estaba totalmente cubierta por oro imperial. Incrustada en el centro, se hallaba una esfera mecánica del tamaño de una bola de bolos. La esfera estaba elaborada con cinco aros concéntricos, grabados con símbolos de zodiaco y números y letras aparentemente aleatorias.
- Estas letras son griegas. - comentó Leo, sorprendido.
- Bueno, muchos romanos hablaban griego. - dijo Hazel.
- Supongo. - dijo Leo - Pero el acabado..., sin ánimo de ofender al Campamento Júpiter, es demasiado complejo para ser romano.
Frank resopló.
- A los griegos, en cambio, os encanta complicar las cosas.
Leo iba a protestar, pero Sabrina gruñó haciéndolos callar a los dos
- Lo que quiere decir Leo es que el diseño es propio de los griegos. - dijo Sabrina - Discutir entre nosotros no sirve para nada. Eso es lo que quiere Gea.
Después de que Sabrina concluyera y se volviera a apoyar en la pared para seguir mirando la puerta nadie volvió a reprochar nada. Ella tenía razón, no debían discutir. Tenían que abrir esa puerta.
- Esferas griegas... astronomía, geometría... - Leo notó una sensación agradable por dentro - No puede ser... ¿Cuánto vale pi?
Frank frunció el entrecejo.
- ¿Cuánto vale pis?
Sabrina soltó una risotada grandiosa.
- El número, creo que era 3,1415...
Hazel y Frank se miraron sin comprender y Leo asintió.
- Exacto, el número sigue eternamente, pero la esfera sólo tiene cinco aros, así que debería bastar con eso, si estoy en lo cierto.