Dentro había suficientes cosas interesantes para mantener ocupado a Leo durante años. La estancia era aproximadamente de tamaño de la fragua del Campamento Mestizo, con mesas de trabajo con la superficie de bronce distribuidas a lo largo de las paredes y cestos llenos de antiguas herramientas para trabajar el metal. Docenas de esferas de bronce y de oro como balones de baloncesto se hallaban en diferentes fases de desmontaje. El suelo estaba lleno de engranajes sueltos y cables. Al lado de la escalera de la izquierda había una hilera de casillas llenas de cilindros de piel: probablemente, fundas de antiguos pergaminos.
Tan pronto como Sabrina vio los pergaminos salió disparada hacia ellos. Leo en cambio se quiso acercar a una mesa de trabajo cuando miró a su izquierda y se llevó un susto de muerte. Flanqueando la puerta había dos maniquíes de blindados, como espantapájaros esqueléticos hechos de tuberías de bronce y equipados con armaduras romanas completas, escudos y espadas.
- Vaya, colega. - Leo se acercó a uno - Serían increíbles si funcionaran.
Frank se apartó muy despacio de los maniquíes. Antes de que a Frank le diera tiempo a hablar, llegó Sabrina con los brazos llenos de pergaminos.
- Esto es increíble. - dijo extendiendo un par de ellos por una mesa - Aquí hay todo tipo de pergaminos: astronomía, matemáticas, geometría... ¡Hasta he encontrado un par de profecías!
A Leo se le revolvió el estómago al oír profecía. Sabrina abrió otro pergamino y contuvo la respiración
- No adivinaríais que profecía hay escrita... Adivinar: Siete mestizos responderán a la llamada... - Sabrina cerró el pergamino y se lo metió en la mochila - Creo que no hace falta seguir.
Todos se tensaron al oír la profecía. Sabrina abrió otro pergamino.
- Mira esto Leo.
En el pergamino que Sabrina le mostraba, estaban dibujados unos planos espectaculares.
- Esto... Son planos de Arquímedes.
No sabía cómo había llegado a aquella conclusión, pero estaba seguro de ello.
- ¿Arquímedes? - Hazel se quedó desconcertada - Creo que era un matemático o algo así.
Sabrina y Leo rieron.
- En el instituto, aprendí bastante de él gracias a un trabajo de historia que hice. - dijo Sabrina - Era un adelantado para la época. Calculó el valor de pi.
- Exacto. Fue el hijo de Hefesto más famoso de la historia.
Frank se rascó la oreja.
- ¿Pero cómo sabes que estos planos son de él?
- ¡Tiene que serlo! - contestó Leo.
- Lo es. - afirmó Sabrina. - Antes de que empecemos a debatir si era o no os lo aclaro yo.
Nadie replicó a Sabrina. Ella cogió un manuscrito y se lo entregó a Leo.
- ¿Te suena esto?
Leo no era un especialista en griego antiguo, pero estaba que en la inscripción de la funda ponía "Sobre la construcción de esferas." De repente se le ocurrió una idea tan increíble que su nariz estalló en llamas. Las apagó lo más rápido posible. Cuando le pasaba eso era un corte.
- ¡Oh, dioses! ¡Eso es! - le temblaban las manos - Arquímedes construyó esferas. Los romanos no sabían cómo funcionaban. Creían que eran para dar la hora o seguir las constelaciones, porque estaban llenas de dibujos de estrellas y planetas. Pero es como encontrar un rifle y creer que es un bastón.
- Leo, los romanos eran ingenieros de primera. - le recordó Hazel - Construyeron acueductos, carreteras.
Sabrina negó con la cabeza.
- Eran grandes ingenieros, no lo dudo. Adonde quiere llegar Leo es que Arquímedes hacía las cosas diferentes para la época. Por esos los romanos no sabían usar las esferas.
A Leo todavía le costaba entender como esa chica era tan inteligente. Ya no era porque supiera o no el futuro. Era ya algo totalmente diferente. Sentía una inevitable atracción hacia sus gestos, su forma de hablar, su ingenio... Era un flechazo en toda regla.
- ¡Este es el libro perdido! - dijo Leo muy emocionado - Arquímedes lo escribió. Describía sus métodos de construcción, pero todos los ejemplares se perdieron en la Antigüedad. Si pudiera traducirlo...
Las posibilidades eran infinitas. Para Leo, la misión había adquirido una dimensión totalmente nueva.
Sabrina parecía algo tensa de repente. Guardaba algunos manuscritos que parecían interesarla en su mochila y agarraba el mango de su espada, lista para sacarla de su cinto.
- Tenemos que llevarnos ese manuscrito. Rápido. - dijo ella mordiéndose el labio.
- ¡Los secretos de Arquímedes podrían darnos una ventaja sobre Gaia y los gigantes! - dijo Leo.
Hazel y Frank se miraron con escepticismo.
- Vale - dijo Hazel - No hemos venido aquí por un manuscrito, pero supongo que podemos llevárnoslo.
- Suponiendo que no te importe compartir sus secretos con nosotros, - añadió Frank - unos romanos estúpidos y simplones.
- ¿Qué? - Leo se lo quedó mirando sin comprender - No pretendía insultaros... Ah, da igual. ¡El caso es que es una buena noticia!
Por primera vez desde hace días, Leo se sentía muy optimista.