Después de casi morir ahogado por unas ninfas desquiciadas, y estar peleando con dos gigantes con un sentido de la moda muy extraño, a Percy no le sorprendió nada, pero nada, que el señor D. apareciera.
Efialtes y Oto, los gigantes gemelos, estaban temblando solamente con la presencia de Baco. Percy nunca había considerado que Dionisio o Baco como una influencia tranquilizadora, pero parecía tener la situación más controlada que ellos.
Jason levantó la espada.
- Señor Baco, ¿vamos a matar a estos gigantes o qué?
- Desde luego que no - dijo Baco - Por favor continuad.
Percy se lo quedó mirando.
- ¿No ha venido a ayudarnos?
Baco se encogió de hombros.
- He venido aquí a ver al nuevo juguete de Apolo. Me ha llamado la atención, pero resulta que no estaba con vosotros ahora.
- ¿El nuevo juguete de Apolo? - preguntó Percy.
- Su nueva elegida, por supuesto. Da igual. – bufa Baco como si fuera una gran obviedad. – Da igual. Estoy aquí. Ahora tengo que ver si sois dignos de mi ayuda. Adelante. Luchad. Si me causáis buena impresión, intervendré para el final.
Percy estaba listo para protestar, solamente no le dejaron hacerlo. En la sala entró un ángel de luz, o eso pensó hasta que supo de quien se trataba realmente.
- ¡Baco! Has venido aquí para verme, pues aquí me tienes.
Sabrina estaba flotando en el aire, rodeada de un halo de luz violeta. En su cinto reposaba la brillante daga que cogió aquella tarde en Madrid, y a su espalda un arco y unas flechas listas para ser disparadas.
Percy quedó totalmente sorprendido con la aparición de su amiga. En cambio, Baco se acercó más a Sabrina con curiosidad.
- ¿Este es el juguete de Apolo? - dijo - ¿Y qué sangre tiene la elegida?
Sabrina pareció vacilar al principio, intentando ganar tiempo para poder localizar a todos con una mirada fugaz.
- Descendiente de Hécate y Apolo, señor. Con la bendición de Minerva, además.
¿Hécate? ¿Apolo? ¿Minerva? En esos momentos Percy estaba totalmente desorientado.
- Interesante... - dijo Baco - Entonces, ¿sabes ya mis requisitos?
Sabrina hizo una pequeña reverencia antes de volver a hablar con una sonrisa en sus labios rosados.
- Le impresionaré señor. No le voy a defraudar.
- Eso espero. - Baco sonrió de una forma que hizo pensar a Percy "Oh, no." - ¡Os daré algo de inspiración! El escenario no ha sido debidamente preparado. ¿Llamas a esto espectáculo, Efialtes? Déjame que te enseñe como se hace.
El dios se disolvió en una niebla morada. Piper y Nico desaparecieron.
- ¡Pipes! - gritó Jason - Baco, ¿adónde ha...?
Todo el suelo retumbó y empezó a elevarse. Una serie de paneles se abrieron en el techo. La luz del sol entró a raudales, y Percy oyó el rugido de una multitud por encima de él.
El hipogeo ascendió a través de un bosque de columnas hasta el centro de un coliseo en ruinas. A Percy le dio un vuelco al corazón. No era un coliseo cualquiera. Era e Coliseo, el gran coliseo de Roma en todo su esplendor. Las gradas se repararon solas hasta que estuvieron blancas como la nieve. El palco del emperador estaba cubierto de seda y flanqueado por estandartes y águilas doradas. El estruendo de los aplausos provenía de miles de fantasmas morados, los lares de Roma se habían recuperado para una nueva función.
Por encima de sus cabezas, pasó sobrevolando el Argo II colocando sus ballestas laterales preparadas para la batalla. Sabrina, hizo un pequeño gesto con la mano, mirando hacia arriba. Mágicamente, apareció una plataforma morada al lado de la cubierta del barco en la que se subió Leo de un salto, posicionándose justo al lado de Sabrina. En cambio, Percy y Jason permanecieron juntos de cara a los gigantes gemelos.
- ¡Esto es un espectáculo como es debido! - retumbó la voz de Baco.
Estaba sentado en el palco del emperador, y a su lado estaban Piper y Nico, siendo curados y atendidos por unas amables y serviciales ninfas. El dios materializó una lata de Pepsi Light, y la multitud guardó silencio respetuosamente.
Percy lo miró con furia.
- ¿Va a quedarse ahí sentado?
- Sí, - dijo Sabrina colocando su mano en la frente, suspirando - Por desgracia nos toca a nosotros hacer el trabajo sucio, y si somos dignos, le daremos algún motivo para que mueva un dedo.
Baco sonrió perezosamente, satisfecho.
- Exacto. Juno alardea de que ha reunido a un grupo digno de semidioses, y que entre ellos está la más fuerte elegida de Apolo en milenios. Demostrádmelo. Entretenerme, héroes del Olimpo. Como ha dicho, - se giró hacia Sabrina - dadme un motivo para mover un dedo. Ser dios tiene sus privilegios.
Abrió su lata de refresco, y el público prorrumpió en vítores.
- Esto no es nada bueno... - murmuró Leo bajando junto con Sabrina en su plataforma.
- Leo, ¿has llegado tu solito a esa conclusión, o te han ayudado? - sonrió ella con picardía.
Jason agarró con fuerza su espada y desvió unos instantes la mirada de los gigantes para observar a sus compañeros.