La isla de los dioses

6.2

         Pasó un año y medio desde que la alegre familia voladora fuera a playa con el propósito de pasar una tarde tranquila y soleada. Una mañana en que la pareja fue a visitar a unos parientes dejando a las niñas solas en el nido, no sin antes darles mil y una recomendaciones y advertencias, Omara la mayor a pesar de todo, se revolvía inquieta y decidió ir un ratito a pasear al bosque a buscar una canasta de frutas, ya que comenzaba a tener apetito. Tays le rogó si podía acompañarla y finalmente con un saltito y abriendo sus alas, fueron planeando, aprovechando las corrientes, hacia el fondo de los acantilados, una zona boscosa.

          Al cabo de unos minutos de recoger frutas y bayas silvestres, oyeron el mugir grave de un ciervo, se quedaron quietas a la expectativa  y si, lograron ver al altivo animal, caminando a poca distancia de ellas, sin temor aparente.

  • - ¡Oh que bonito! ¿qué animal es?
  • - ¿No lo habías visto nunca? Es un ciervo... y que grande es...

 Era un macho provisto de una grandiosa cornamenta, se había detenido para pastar la alta hierba que crecía por los alrededores. Ellas no dudaron en acercarse y aunque el animal alzó la cabeza para olerlas curioso, al ver que no eran motivo de alarma, volvió a bajarla. Las niñas lo acariciaron un rato, pero entonces se oyó un sonido de pisadas y el crujir de unas ramas y el animal de un salto marchó corriendo hasta desaparecer en la espesura.

 

          El motivo de alarma era un macho centauro, al parecer de unos veinte años, armado con flechas en la espalda y portando un arco. Las dos lo miraron temerosas y éste les preguntó de malos modos:

          -¿Por dónde ha marchado?¡rápido!- Tays señaló a lo lejos y el joven frunció el ceño.- ¿qué hacéis vosotras dos  aquí en el bosque? -Omara lo observó detenidamente acordándose de pronto:

          -Mira Tays, ¿no reconoces a nuestro amigo? Papá y mamá nos regañaron por su culpa. Éste las miró a ambas y entonces la pequeña comenzó a batir palmas:

          -¡Oh si! -se señaló su collar que todavía llevaba puesto- ¿no te acuerdas? Nos lo hiciste tú. Omara asintió:

          -Aquella vez en la playa, tu tenías mi edad entonces... pero has crecido mucho más rápido que yo...

          -Es verdad, solamente nos vimos una sola vez... sois aquellas dos niñas con alas que se alejaron de sus padres y veo que hoy habéis hecho lo mismo. Entonces era solo un niño, pero ahora soy un cazador.

          -¿Sigues cazando a los pajaritos?

          -Bueno a veces... ahora cazo animales mayores. - entonces miró entre los árboles- ¿cómo habéis podido acercaros tanto al ciervo?

          -Los ciervos son nuestros amigos. Respondió Tays convencida.

          -Pero son muy tímidos y siempre salen huyendo de nosotros... puede que vuestra especie ejerza algún tipo de poder...- emitió una sonrisa-...creo que podemos ser buenos amigos...- Omara no entendió y contestó inocentemente:

          -Ya lo somos, nos regalaste estos collares y no nos hiciste daño con tu juguete. - señaló el arco de madera.

          -No es ningún juguete niña, - dijo él, entonces expuso su idea- podríais ayudarme a conseguir algo de caza fácilmente, yo me escondo mientras vosotras dos os acercáis a las piezas que yo os diga, cuando estén confiadas me las traéis, ¿de acuerdo?

          -Pero como te traemos un ciervo...

          -No, un ciervo no pero sí varios pájaros o conejos. - ellas se miraron sin entender. Tays se mordió el labio indecisa, pero Omara contestó por ella:

          -¡No pienso causarles daño a esos pobres animalitos! prefiero no ser tu amiga. -y llamando a su hermana alzó el vuelo. Ésta la miró irse sin saber que hacer, permanecer en el nido era muy aburrido, en cambio aquello parecía una gran aventura.

          -Quédate pequeña. - trató de convencerla el chico- tu hermana es una cobarde, pero tú y yo lo vamos a pasar muy bien, será nuestro juego secreto y tal vez te lleve a mi poblado.

           La niña entonces comenzó la tarea de atraer a diversos animalitos pequeños que el centauro metía en una bolsa de piel que llevaba atada al lomo. La niña lo veía todo como un juego, sin llegar a pensar el triste destino de aquellos desgraciados. El chico la instaba a coger los pájaros más grandes y aunque los animales se dejaban atrapar confiados, una vez en la bolsa piaban estruendosamente.

           Cuando la bolsa estaba llena, Tays preguntó inquieta:

          -¿Que vas a hacer con ellos?- este trató de tranquilizarla.

          -¡Oh...! solamente se los quiero enseñar a mis compañeros, ellos nunca los han visto desde tan cerca y les pondrá contentos. Gracias por tu ayuda, ahora debo marcharme. ¿Volverás mañana a ayudarme? Me has hecho un gran favor. -Esta bajó la mirada hacia la bolsa, donde se agitaban los animales, no estaba segura si había obrado bien, por su cabeza no pasaba siquiera la idea de que aquel niño extraño pudiera comérselos. Nunca había conocido ningún animal que comiera a otro, solamente conocía animales herbívoros.

  • - No lo sé... ya veremos...- le dijo indecisa. - ¿Esta allí tu poblado?-
  • - Si, un poco más lejos... ¿quieres acompañarme?
  • - No, se está haciendo tarde...



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En el texto hay: mitologia, romance, genetica

Editado: 14.10.2024

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