Día 16

BASTIAN - MAÑANA

La incertidumbre me carcomía. Necesitaba que me dijera en la cara que estaba bien, necesitaba escucharla, y verla. Si bien los botes no son fáciles de conseguir, nada económicos y tampoco podría construir uno, conozco a alguien que puede ayudarme.

—Por favor —rogué, por milésima vez, alargando la última «o»—. ¿Qué necesitas? ¿Un pantalón nuevo? ¿Botas? Lo que quieras.

—Bastian, no te dejaré ir a la isla prohibida, no va a suceder.

—Pero Alex… No lo entiendes —comenzó a caminar y lo seguí—. Puede estar en peligro, puede tenerla esclavizada, ¡puede obligarla a hacer cosas horribles!

—¡Bastian! —se giró—. Suponiendo que ella te defiende a ti, serían tres contra dos, y ellos tienen poderes agresivos a diferencia de ti.

—Tengo un plan.

—Ah, ¿sí? —asentí—. ¿Y cuál es?

—Ven conmigo —comenzó a reír—. En serio, eres muy fuerte y serías de gran ayuda. ¿Acaso no te importa Anna?

—Claro que sí, pero no es mi prioridad.

—¿Y qué lo es?

—Todos los demás, no puedo poner una vida por encima de todos.

—Por favor —alargué la última «o» una vez más.

Suspiró, dejó el martillo y me miró.

—Yo no puedo, pero pregúntale a Owen.

—¿Y el bote?

—Tengo uno casi terminado, es para vender así que el mínimo rasguño que tenga, lo cobro. Vuelve en unas cinco o seis horas —asentí, sonreí y extendí la mano—. Suerte.

La tomó y me abrazó.

TARDE

—¿Mamá? —toqué la puerta un par de veces y esta se abrió.

—¡Hola! —exclamó, sonriente—. Pasa, pasa.

—Gracias —murmuré—. ¿Está papá?

—No, aún no llegó. ¿Necesitas algo?

—Necesito un gran favor.

—¿Quieres un té mientras lo esperamos? —preguntó, caminando hacia la cocina.

—No, no. Te necesito a ti.

—¿A mí? —asentí—. Claro, dime.

—Necesito que me acompañes a la isla prohibida.

Me miró fijamente durante unos segundos y sonrió.

—Por Anna, ¿cierto? Estoy tan preocupada por ella, Tabitha me contó que la vio y que se veía bien, ¿estás seguro de que necesita nuestra ayuda? Tal vez Merlín…

—No confío en Merlín, y no solo eso, tampoco conozco lo suficiente a Annabella como para saber qué es posible que suceda o no —comencé a decir, subiendo el tono—. Sin mencionar que cuanto más tiempo pasa, mayores son las chances de que la utilice como arma.

—Tranquilo —murmuró, apoyando las manos sobre mis hombros—. Entiendo, pero ¿qué opina Tabitha?

—No sabe nada, es idea mía de Agatha. Ella se quedará para que Tabitha no sospeche nada.

—Está bien —suspiró y bajó los brazos—, pero no será nada fácil.

—Lo sé, y gracias —la abracé, fuertemente—. En serio.

ANOCHECER

—¿Seguro, seguro? —asentí—. Bien, comencemos.

Ya estábamos en el agua, sobre el bote, con los remos.

—No vendría nada mal ser brujo por cinco minutos.

—Conozco un atajo —señalé a mi derecha—. Por allí hay un extremo de la isla bastante extenso, parece Italia. Seguro nos ahorraremos una o dos horas.

—¡Genial! —exclamó y comenzamos a remar—. Espera, ¿cómo sabes de ese atajo?

Suspiré, aclaré la garganta y sonreí un poco.

—¿Recuerdas a Julia? 

—Oh… Lo siento —hizo una mueca—. Con tanto drama por todos lados lo olvidé completamente.

—Está bien, ya casi no duele recordarla.

—Fue realmente injusto —asentí, bajé la mirada y se me aguaron los ojos—. Ya entiendo por qué estás tan preocupado.

—Una vez fue suficiente —murmuré—. Si tan solo me hubiese preocupado un poquito más…

—Dudo que hubiese cambiado algo, yo creo que ya estaba destinado a pasar.

—¿Su destino era la muerte? —la miré—. ¿Ser asesinada?

—No lo sé, pero al menos lo desterraron.

—Eso no la trae de vuelta —dije entre dientes—. Ya no quiero hablar de ello, pasó hace mucho tiempo.

—Algún día deberías hacerlo, no sé si conmigo, pero con alguien.

—Tal vez, algún día —alcé los hombros—. Ahora solo quiero pensar en Anna.

—¿Te gusta? —alcé los hombros de nuevo—. Si sucede otra vez…

—No va a pasar. No pienso cometer el mismo error dos veces.