Yal despertó a la mañana siguiente cuando escuchó a Silia entrar en su recámara, la observaba en silencio, sintiendo esa necesidad tortuosa de acercarse a ella. Era simplemente inverosímil, no había tenido tiempo de conocerla, no era posible que sintiera ese enamoramiento enfermizo.
Pero Yal se vio obligado a interrumpir su propia meditación, el sonido de golpes, vasijas rompiéndose y gritos se escucharon al otro lado del patio. Silia simplemente desapareció en una nube blanquiazul y Yal Salió corriendo hacia la sala en donde se encontraba la familia entera teniendo una batalla con los Jildrer.
―¡Maldita sea tu necedad! ―gritaba Tuol―. ¡Sólo buscas respuestas rápidas!
―Dame una maldita razón para no dudar de ti ―gritaba Cerzo sosteniendo una pesada espada que dejaba caer cerca de la cabeza de Tuol.
―Nuestra hija estaba en ese lugar ―gritó Algea golpeando a Darla con una cachiporra.
―Muy conveniente ―respondió Darla propinando un puntapié en el vientre de Algea―, si son aliados de Yorg, no temerían que algo le pase a su pequeña bestia
―¿Qué sucede aquí? ―gritó Yal
―Sucede que el ejército verde no hizo una redada al azar ―gritó Sarved peleando con los hermanos Morero ―. Alguien nos delató, sabían que la sociedad tendría una reunión en los alrededores de la casa de cultura.
―¡Pero quien dio aviso no supo decir exactamente donde era! ―gruñó Tuol―, Nosotros…
―¡Basta! ―gritó Yal levantando la mano y haciendo que todas las armas salieran volando hacia él. Pero los guerreros no se detuvieron, al contrario, al verse sin armas su furia pareció aumentar, se fueron a golpes unos contra otros, como perros embravecidos
Yal levantó de nuevo su brazo, una bolsa de tela salió volando de su habitación y llegó hasta sus manos, comenzó a buscar desesperadamente entre sus pertenencias una bomba de gas tranquilizante, pero no fue necesario usarla, se quedó con la mano levantada, sosteniendo la bomba al momento que los guerreros se detuvieron, jadeando, observándose unos a otros.
―No dudo que hay un traidor en la sociedad ―gruñó Tuol―, pero ponte a pensar en esto: ningún Morero tiene la más remota idea de dónde estaba la sede de la antigua sociedad, de hecho, no sabíamos si quiera que se encontraba en Cuahuaki. Era un secreto que sólo conocían los familiares de la antigua dirigencia. ¿No crees que debes buscar al traidor entre ustedes mismos?
―Está bien ―dijo Darla recobrando la postura―. Por el momento se han salvado, pero estaremos atentos a sus movimientos.
―¿Cómo es eso de que la redada no fue al azar? ―preguntó Yal.
―Atrapamos a uno de los guardias cuando intentó llevarse a Darla ―respondió Cerzo―, lo hicimos confesar y nos enteramos de que recibieron la orden directa desde el palacio imperial. Debían buscar una congregación, principalmente conformada por magos y guerreros cerca del muro fronterizo.
―Eso no fue coincidencia ―dijo Sarved bufando.
―Entonces tenemos que concentrarnos en buscar al traidor ―dijo Yal guardando la bomba de nuevo en su bolsa de tela―, y no lo encontraremos haciendo cacería de brujas.
En ese momento, Yal se dio cuenta de que en una de las esquinas de la sala se encontraba Silia, parada con la cabeza agachada, sus alas plegadas y sus manos entrelazadas a la altura de su vientre.
Los Jildrer salieron de la casa de mala gana, lanzando miradas furibundas. Algea azotó la puerta cuando salieron y aun enfadada se volvió hacia Silia.
―Ya puedes quitar tu pose de sumisa ―dijo Algea manoteando―, sabes que lo detesto.
―¿Estás bien? ―preguntó Yal acercándose a Silia―. No te asustes, ya pasó todo
―Se hace la víctima ―chilló Algea―, no puede ver a nadie peleando porque en seguida se va al rincón como niñita regañada. Si esperas que alguien te consuele…
―Ya basta Algea ―dijo Tuol aspirando fuerte y dejándose caer sobre el sofá―. Sabes que se asusta cada que peleamos
―Si claro ―reclamó Algea―, defiende a tu bastarda.
―No hay tiempo para esto ―dijo Yal―. Necesito planear el siguiente movimiento de la sociedad. Lo que menos necesito es una pelea más aquí.
―Déjanos fuera de lo que siga ―ordenó Tuol―. Quizá eso convenza a esos idiotas que los Morero no somos traidores.
Cuatro semanas después, Yal se reunía con unos pocos de los miembros de la sociedad. Pathry sostenía un cilindro de metal con botones negros, presionó algunos de ellos y lo colocó en la mesa. Un holograma formó el rostro tridimensional de un apuesto hombre fornido y barbado, vestido con el uniforme dorado de la guardia imperial.
―General Sorlov ―dijo Yal con una enorme sonrisa.
―No sabes el alivio que sentí al saber que no te había pasado nada, hijo mío ―dijo el General Sorlov desde la esfera―. No tengo mucho tiempo, uno de mis aliados, Hoes, ha logrado quitar el bloqueo, pero sólo será por unos minutos y la comunicación se cerrará.
―¿Qué nos tienes? ―preguntó Pathry.
―Conrad tenía planeado salir por estos días fuera de la frontera ―dijo el general con su ronca y profunda voz―. Yo ya tenía todo arreglado, en un par de semanas, la guardia del ejército marrón en la frontera será llamada a inspección. Eso les dará a ustedes una hora para salir y podrán regresar en un mes aproximadamente, yo les haré saber la fecha exacta.
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Editado: 26.09.2023