Citlap estaba tan devastada que a lo lejos parecía una ciudad abandonada. Sin embargo, las miles de personas yendo y viniendo, reparando casas, calles y edificios aún le daban vida. Casi cuatro semanas después de la derrota de Yorg, Citlap estaba tan llena de gente como antes del ataque. Lejos de todo el bullicio, en una cabaña entre el bosque, un malhumorado Yal observaba a Silia hablando tristemente con Iris desde el comunicador.
―¿Ya decidiste en dónde verteremos las cenizas de Tulipa y Satore? ―preguntaba Iris.
―Déjame elegir el lugar ―dijo Silia―. Después de todo, te saliste con la tuya de incinerarla en lugar de sepultarla con su familia.
―Ellos se amaban muchísimo, Silia. Creo que habrían deseado estar juntos aun después de la muerte.
―Sí, por eso acepté ―suspiró Silia―. Quizá podría ser en las playas de Coyán. Tulipa disfrutaba estar ahí.
―¿Puedo hacerte una sugerencia? Satore tenía en el jardín trasero un pequeño lugar de meditación y relajación. Me dijo que en ese lugar la besó por primera vez.
―¡Oh sí! ―dijo Silia, pensativa―. Tulipa me platicó de eso, sí, creo que sería un buen lugar.
―Entonces te veré en la plaza en dos días ―dijo Iris―. De ahí partiremos en busca de familias que nos adopten. ―Suspirando, Silia apagó el comunicador. Caminó hasta la sala, en donde Yal se encontraba sentado, observándola de reojo.
―¿Yal? ―Silia volteó a verlo―. Hueles muy agrio.
―¿Huelo agrio? ―dijo Yal con sarcasmo―. ¡No me digas! ¿Será acaso que estoy enfadado?
―Te he dicho que no me gustas cuando estás enojado.
―¿Importa acaso? ―gruñó él―. Te irás de cualquier manera, así no tendrás que soportar lo amargo de mi aroma.
―¿Es porque me voy? ―dijo Silia sentándose a un lado suyo.
―¡Soy en parte guerrero, Silia! ―chilló Yal―. Bien podrías quedarte conmigo.
―Te lo he dicho mil veces ―Silia entornó los ojos―, tus genes de mago predominan, sabes controlarte, no me necesitas.
―¿Y tú qué sabes qué es lo que necesito? ―dijo él, enfurruñado.
―Esto no es justo, Yal. Desde un principio te dije que yo me debía a una familia de guerreros.
―Los Morero se convirtieron a final de cuentas en amigos míos ―Yal tenía que controlar su voz―. Habría sido fácil seguirlos, ahora no sé con quién o a dónde te irás.
―Quizá encuentre una familia en Citlap. Estaríamos cerca…
―Pero no juntos ―Yal chasqueó la lengua―. Olvídalo, no lo entenderías jamás.
Yal se sentía derrotado. Sin saberlo, toda su vida sintió esa necesidad de estar con ella, cuando lo describía diciendo que cada célula de su cuerpo le rogaba estar cerca de ella jamás pensó que fuera a ser tan literal. Cuando Silia le dio a beber su sangre siendo niños, fue como probar una placentera y altamente adictiva droga, una droga que Yal vivió necesitando día a día. Ahora entendía el porqué de ese extraño enamoramiento, era más bien una necesidad, pero no podría deshacerse de esa necesidad jamás, y ahora que sabía que partiría, simplemente no podía aceptarlo.
―Aunque te quedaras en Citlap ―dijo Yal―, o que te vayas a un pueblo o una ciudad a donde yo pudiera seguirte, no sé cada cuanto podré verte. No sé si la familia de guerreros que te adopte te tratará bien, no sé si en algún momento decidirán mudarse a un lugar al que no pueda seguirte. Ni siquiera sé si estaré presente cuando nazcan nuestros hijos.
―No me lo hagas más difícil, Yal ―dijo Silia.
―No tienes ni idea de lo difícil que será para mí ―chilló Yal―. Es como si fuéramos uno, si te vas, me quitas la mitad de mi vida.
―Lo siento, Yal. Tiene que ser así.
―Silia ―dijo Yal con frustración―, cuando creíste que moriría, te vi llorar por primera vez. Ni siquiera la muerte de tu familia te hizo…
―Eso es porque te amo Yal, mucho más de lo que podría amarlos a ellos.
―¿Y aun así quieres separarte de mí?
―¡Te estás poniendo imposible!
El golpeteo del tótem que brincaba acercándose a la casa indicaba que llegaban visitas así que dejaron la discusión de momento.
Yal recibió a Pathry y a Div sintiéndose apesadumbrado, tuvo que ocultar su triste semblante, no quería que le interrogaran al respecto. Silia se perdió en la terraza, en donde se sentó a observar un colibrí que buscaba alimentarse entre las flores que adornaban el patio trasero mientras acariciaba su vientre, hablando con los pequeños ángeles que en ella crecían.
―Al fin pudimos viajar de vuelta a Citlap ―Pathry abrazó a Yal―. Siento mucho no haber podido asistir al funeral de Tulipa.
―Es terrible ―comentó Div―, la mayoría de nuestros guerreros cayeron en batalla, pero al menos de cada familia sobrevivieron algunos. No puedo creer que los fuertes y leales Morero se fueran, todos ellos.
―¿Qué te puedo decir? ―Yal suspiró―. Poco antes de la guerra, Iris me comentó que su mayor temor era que el karma no les permitiera ser felices debido a todas esas muertes que cargaban en sus conciencias. No sé si sea así, pero para mí es injusto, Tulipa merecía ser feliz.
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Editado: 29.09.2023