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—Mago, habla Ivanna —le digo por teléfono a Mago Perman, la jefa de Recursos Humanos—. Llegué a Doble R hace diez minutos y el estacionamiento está casi vacío. Se le va a descontar el día a todo el que venga tarde.
—¡Pero estuvieron celebrando tu cumpleaños!
Sacudo mi cabello para acomodarlo.
—Pero yo ya vine.
—¡Tampoco ha llegado todo el personal de Recursos Humanos!
—Ah. Qué pena —bufo y cuelgo.
«Ódienme más».
Al llegar a mi oficina camino directo al baño para terminar de cepillar mi cabello y maquillarme. Como la reunión con el empresario chino finalizó a las tres de la mañana y pasé una hora más enviando información, apenas dormí y antes de venir solo me dio tiempo de bañarme y cambiarme.
Mirándome en el espejo, cubro minuciosamente con base mis ojeras. Ha sido lo mismo desde hace un año y medio. Después, en mi escritorio, doy un repaso rápido a los pendientes del día y le pido a Grisel traerme un café cargado.
—Trate de no excederse con el café, jefa —aconseja—. Recuerde su gastritis.
—No te pedí tu opinión, Grisel. —La echo con un gesto de mi mano—. Pero gracias —añado a regañadientes, sonriéndole.
—Le traeré fruta y un croissant para desayunar —anuncia sin perder su buen humor y asiento, de nuevo agradecida.
Grisel es mi secretaria desde hace cinco años, y es la única de mi viejo equipo de trabajo que aún mantengo conmigo. Podría intentar explicar el por qué, pero un último comentario antes de salir de la oficina pudiera resumirlo todo:
—Por cierto, ya está publicado en Amazon... jefa.
Levanto la cara con un respingo y la hago acercarse otra vez.
—¿Estás segura?
—Sí. —Ahora se muestra emocionada—. Lo verifiqué antes de venir a trabajar y yo ya lo compré.
Hago a un lado el trabajo sobre el escritorio y me giro hacia mi laptop para teclear. Pronto tengo a Grisel a mi lado pendiente de todo y no me molesta en absoluto, ambas hemos estado al tanto de esto por meses y me hace bien compartir la emoción. Aun así, con mis manos temblando escribo «Luca Bonanni» en el buscador de Amazon.
De inmediato, en los resultados aparece la novela gráfica «La loba».
Contengo el aliento.
—Me emociono cada vez que la veo —dice Grisel, saltando.
Los primeros meses sin Luca fueron desesperantes. La tarde que se marchó fui a buscarlo a su casa y no estaba allí. «O me lo negaron», recuerdo, doliéndome. Del mismo modo lo busqué con Alex y Roy y ninguno de los dos me quiso dar información. Después fui a la presentación de Alex en Div-O con la esperanza de verlo allí, y nada.
Lo busqué, le envié mensajes rogándole volver y en un ataque de desesperación inclusive hice una ofensiva en redes sociales. Sin embargo, aunque al principio respondió con indirectas, en adelante lo ignoró todo.
Como mi secretaria, Grisel me descubrió llorando en la oficina muchas veces. Se percató de cuando llegué vencida, con resaca o solo peleaba con el teléfono. En cada oportunidad le grité «¡Anda, ve y díselo a todo Doble R!», pero, para mi sorpresa, no lo hizo. Por el contrario, me ayudó a eludir a los curiosos y un día que me retorcí en mi silla debido al dolor de gastritis, me llevó con mi doctora en su coche.
—¿Por qué haces esto? —le pregunté en el camino.
—Me caía bien Luca —dijo, como si eso explicara todo.
Cuando me promovieron a vicepresidenta, tal como lo venía haciendo hasta entonces, en Doble R seguí sin tratar bien a nadie. A nadie. Incluida Grisel.
—¿Eso que tiene que ver?
¿Por qué ser condescendiente conmigo solo porque Luca le caía bien?
No contestó.
Al llegar a la clínica pidió de favor a un enfermero ayudarme a bajar del coche y esperó a que mi doctora me atendiera para llevarme a mi apartamento.
Y de eso tampoco se enteró nadie en Doble R.
Una vez que mi traslado a la vicepresidencia estuvo listo, le pregunté a Grisel si le gustaría continuar como mi secretaria y dijo que sí. Y, pese a que nadie en el edificio le habla y a veces debe soportar mi mal humor, me ha demostrado que puedo confiar en ella. Antes se unía al cotilleo, pero algo cambió en ella y ahora me es leal.
Una mañana entró a mi oficina corriendo.
—¡Encontré algo, jefa!
Al preguntarle qué cosa, me explicó que su hermano colecciona historietas y por lo mismo está al tanto de los últimos lanzamientos, incluidas novelas gráficas.
Y así dio con Luca.
Grisel visitó a su hermano, para pasar el rato curioseó una revista que este dejó en un sofá y vio el nombre de Luca entre los lanzamientos del mes de mayo. Eso fue un domingo y, sin dudarlo, al día siguiente me trajo la revista.
—Va a publicar una novela gráfica —leí.
—¿Él quería hacer eso? —me preguntó Grisel.
—Desde hace mucho —dije, feliz—, pero no conseguía terminar ninguna.
—¿Le hacía falta inspiración?
—Posiblemente —dije al leer el nombre de la novela.
—Se-se llama «La loba» —dijo con temor Grisel.
«¿La loba?»
Sentí miedo. Aún lo siento.
Grisel lo notó y parecía arrepentida de haber hecho el comentario sobre no tener inspiración antes.
—Habrá que leer si lo que dice es bueno o malo —Trato de sonar calmada.
Pero es una duda válida, puesto que, sobre todo lo «malo», cabe en lo posible, de modo que Grisel tampoco intenta darme ánimos.
—La sinopsis dice que la historia trata sobre una mujer loba que intenta recuperar su empresa —lee por las dos en la página de Amazon.
Mi estómago se retuerce en nudos.
—Tal vez conoció a otra mujer con los mismos intereses —digo con mi voz temblando, en apariencia impasible, desviando mi atención de la pantalla.