6. Cuando él aprendía a leer, yo aún tenía faltas de ortografía
Es como si el tiempo se hubiera detenido solo para mí. Porque no puedo hablar, moverme o si quiera respirar. Sin embargo, sí veo a Michelle y a Victoria saltando a mi alrededor para celebrar.
¿Luca aceptó ir al cumpleaños de Babette consciente de que yo estaré allí? No puedo creerlo y al mismo tiempo tampoco puedo ser consciente de nada más.
Aún intentando procesar la noticia, pido una confirmación en caso de no haber escuchado bien, pero escuché bien y pronto respirar es aún más difícil con la perrera operando a todo lo que da. A las nueve de la noche, ya cerrado el centro de estética, las tengo a las cuatro sentadas en la sala de espera repasando a detalle todo.
—¡No te vi hacer la llamada! —le reprocha Simoné a Michelle.
—La hice cuando fui al teléfono para atender una cancelación.
—¡Pero danos detalles!
—¡¿Qué dijo al oír de la invitación?!
Al igual que yo, la perrera quiere saber todo. Y lo agradezco por ahorrarme la vergüenza de preguntar.
Aunque si añado algo importante al interrogatorio:
—¿Dijiste mi nombre?
—A ver —Michelle nos pide calmarnos—. Les contaré todo desde el inicio: Fui al teléfono —señala cada cosa a su alcance cuando habla—, atendí lo de la cancelación y con Clara reprogramamos esa cita, saqué el Post-it del bolsillo trasero de mi pantalón —Michelle de igual forma dramatiza cada escena—, me dije «Aprovecharé que estoy aquí»... y marqué.
»Victoria, tú me viste —señala a Victoria y esta asiente—. Advertiste lo que estaba por hacer y me diste ánimos.
—Sí. Le envié vibras positivas —confirma Victoria, moviendo con diversión sus dedos en dirección a Michelle.
—El teléfono sonó una —continúa Michelle—, dos, tres veces —Finalmente me ve a mí—, hasta que por fin contestó.
Agito mi cabello con desesperación y la insto a seguir hablando.
—Dijo «Diga» —dice Michelle, procurando imitar la voz de Luca.
—Ajá —Necesito que diga más.
—Y, tratando de sonar como una extraña amigable y no como alguien que intenta venderte una tarjeta, aclaré mi garganta y dije «¿Señor Luca Bonanni? Buenas tardes, le saluda Sarah Azevedo». Utilicé mi primer nombre y mi segundo apellido —Nos aclara innecesariamente, porque nosotras lo sabemos.
—Ajá —La vuelvo a animar a que siga hablando.
—«La señora Babette Pinaud cumplirá años el 19 de mayo y su hija me pidió invitar a quienes la visitan en la clínica —continúa Michelle, explicando—. Vi su nombre en el libro de visitas y me preguntaba...».
—¡No! —interrumpo—. ¡Eso no se escucha serio! —Mi mundo se viene abajo— ¡Pensará que...!
—Ivanna, déjame terminar —demanda Michelle, ofendida.
—Michelle es una profesional, Ivanna —me regaña Victoria—. Lina se hubiera reído, Simoné con lo conflictiva que es nos hubiera metido en problemas —comienza a señalar y tanto Lina como Simoné asienten—, y yo me hubiera puesto muy nerviosa. Michelle era la indicada y lo hizo bien.
—Y hablé rápido para que sí o sí me escuchara —agrega Michelle, me disculpo y le pido continuar.
—«... y me preguntaba si puedo enviarle una invitación formal y añadirlo a la lista de invitados» —prosigue Michelle—. Se demoró ocho segundos en contestar —apostilla y las cuatro dejamos caer abiertas nuestras bocas—. Sí, los conté —asegura—, y cuando lo hizo primero escuché el sonido de un envoltorio de celofán.
—¿De un envoltorio de celofán? —Ninguna de las cuatro comprende.
—¡Un dulce, chicas! —Michelle procede con la dramatización de ella misma abriendo un dulce—. ¡Abrió un dulce!
—¿Algo así? —Simoné se apresura a buscar en su bolso, saca de allí un dulce y comienza a retirar el envoltorio para que escuchemos el sonido que hace.
—¡Sí, así! —le da la razón Michelle.
Después le pide otro dulce.
—Tal vez un poco más así —Michelle abre con lentitud el segundo dulce.
—O sea, no estaba ansioso —opina Lina—. No le urgía decir algo.
—¿Demora ocho segundos en contestar y cuando lo hace también se toma el tiempo para abrir un dulce? —dice Simoné, molesta—. ¿Cómo se atreve? —esboza un gesto de asco—. Yo lo hubiera insultado
Victoria se vuelve hacia mí con cara de «¿Ves que la indicada para hacer la llamada sí era Michelle?, hasta dramatiza la forma en la que supuestamente Luca abrió un dulce».
Le pido a Michelle continuar.
—Entonces, tan pronto como terminó de abrir el dulce, dijo —Michelle hace una pausa dramática—: «Está bien».
—¿Dijo «Está bien»? —repite Lina.
—Pero ¿en qué tono lo dijo? —quiero saber.
—Michelle, trata de imitar el tono de Luca —le pide Victoria a Michelle.
—Fue algo así como «Está bien» —repite Michelle, relajada.
—O sea, no le dio importancia —dice Simoné, estrechando con enfado sus ojos.
—O lo tomó casual —defiende Victoria. Pero esa palabra no me gusta.
—Como si Ivanna fuera cualquier cosa —insiste Simoné y no le doy la razón a ninguna de las dos.
No tengo idea de lo que puede estar pasando por la cabeza de Luca.
—Si no le da importancia aún puede cancelar —opina Lina y, alarmada, centro mi atención en ese comentario.
—Linette, ¿tú quieres que Ivanna se vuelva loca? —la regaña Victoria.
—Perdón.
—No va a cancelar —interviene Michelle, segura.
—¿Cómo puedes estar segura?
Michelle mira hacia otro lado, pensando.
—No sé... Es como si... como si... esperara la llamada. Esa sensación me dio.
Las cuatro me da su atención.
Esperan que diga algo. Pero...
—Chicas, apenas lo estoy procesando.
—¿Y después qué pasó? —Victoria vuelve a desviar la atención hacia Michelle para darme un descanso.