La jefa

12. «Je voulais juste te dire que tu me manques»

 

12. «Je voulais juste te dire que tu me manques»

La Perrera no deja de tomar la película de todo lo que hace Luca, pero cuando soy consciente de que nuestro comportamiento es intrusivo y lo mejor será ocuparnos en algo más; Luca, posiblemente sintiéndonos a las cinco encima de sus hombros, se voltea hacia nosotras y nos descubre.

Al instante, las cinco viramos hacia otro lado maldiciendo.

—Busquemos algo más para hacer —decido y por fortuna mis amigas hacen caso.

No quiero que Luca se sienta asediado. Por lo que, tomando el mando le pido a la Perrera darle su espacio y yo misma me entretengo dándole las gracias a las enfermeras por el tiempo que nos dieron. Babette tuvo una tarde bonita y por lo pronto nada me importa más. No obstante, como si de un imán que solo tiene efecto en mí se tratara, en cada pequeña oportunidad que tengo regreso mi atención hacia Luca.

Hizo a un lado la bola de nieve y le pidió dos frascos de pinturas a un mimo para él seguir pintando flores sobre las mejillas de Babette.

Le habla con complicidad mientras lo hace, bromea de muchas maneras con ella, y, pese a que desde mi posición no alcanzo a leer sus labios, sí atesoro en mi mente la imagen de los dos riendo.

Como pronto serán las seis de la tarde, Simoné, Lina y Michelle me ayudan a empezar a desmontar todo, mientras Victoria, que, a diferencia de las demás no ignoró del todo a Luca o a mí, se instala detrás de mi oído señalando el espacio entre nosotros.

—Deja de verlo así —susurra con un tono travieso.

Esbozo una mueca de «Ahora no molestes».

—¿Así cómo? —mascullo, sin querer mirando de nuevo a Luca.

—Con cara de «Embarázame, por favor embarázame» —ríe Victoria.

Trato de golpearla con mi codo en lo que ella entra saltando a mi campo de visión.

Y, alarmada de que haya podido escuchar, me giro hacia Luca disimuladamente, pero no nos está viendo.

—Lo dije en voz baja —objeta Victoria, pero la vuelvo a callar.

Y como si lidiar con una amiga no fuera suficiente, Simoné también se asoma al tiempo que Victoria vuelve a hablar.

—Oye, y viste bien —señala Victoria y las dos miran a Luca—. Ese traje es Chevalier, ¿cierto? Dijiste que no tiene dinero.

—Tal vez su situación cambió —deduzco, pero no quiero volver la vista hacia Luca por temor a que otra vez nos pille espiando—. En apariencia es el mismo, pero él es diferente... En aquel entonces, yo misma le compré uno de sus primeros trajes.

—¿Le compraste uno sus primeros trajes? —repite Simoné con sorpresa—. ¿Es decir que solo eso debo hacer para conseguirme uno igual?

Suelta una risotada, seguido de un «Estoy bromeando» y me cruzo de brazos.

—Por supuesto que con dinero puedes conseguirte uno «igual» —Me cuesta decirlo—. Que logres que te ame ya es otra cosa.

De nuevo no despego mis ojos de Luca.

—Seguro aún siente lo mismo por ti, Nana —trata de consolarme Victoria. Pero Simoné, al igual que yo, duda.

—No. Claro que no —Dejo caer los brazos sin hacerme ilusiones y una vez más le doy la espalda.

—Pero ¿al verlo de qué tiene ojos Ivanna, Simoné? —le pregunta Victoria a Simoné, para cambiar de tema.

—De «Embarázame, por favor embarázame» —ríe estruendosamente Simoné, y me giro para comprobar que esta vez sí atraen la atención de Luca y las vuelvo a callar.

La risa tipo carraca de Simoné da un buen motivo a las enfermeras para recordarnos que ya debemos partir. De tal modo que, en lo que la perrera me sigue ayudando a ordenar todo, voy por Babette para ayudarla a regresar a su habitación. Sin embargo, y no Luca y otra enfermera ya se hacen cargo de eso.

Me despido de Grisel al pasar las seis de la tarde, encamino a parte del personal e invitados al estacionamiento, y, como es ya mi costumbre para dar así por terminado el día, regreso a la habitación de Babette para despedirme de ella.

La encuentro procurando ser calmada por una enfermera que quiere ayudarla a sentarse en un sofá pese a que Babette no quiere.

—Que se recueste en su cama hasta que sea la hora de la cena —sugiero, pero al terminar de entrar a la habitación me doy cuenta de que Luca y otra enfermera están quitándole los cobertores a la cama.

—Cuando la vestimos para su fiesta se orinó sentada en la cama —me explica la enfermera que ayuda a Luca—. El personal de intendencia tuvo que haber venido ya a la limpiar, pero seguramente estaban en la fiesta.

Me acerco a la cama con preocupación.

—No traspasó el colchón —me dice Luca—. Es solo cosa de cambiar las sábanas.

Intenta que me tranquilice.

Pero miro a Babette con temor. La incontinencia es ahora habitual y ya no puede caminar sola.

Mientras que la enfermera que ayudaba a Babette a sentarse se marcha la otra percibe mi inquietud y me informa más cosas:

—Se nos complica porque ya casi no dice ninguna palabra en español —empieza—. Parece solo recordar el francés. Aunque puede que de todas formas no importe, ya que los pacientes con Alzheimer suelen padecer de demencia, y, en la mayoría de los casos, lo que dicen no tiene coherencia —Babette contempla con ojos vacíos la bola de nieve con Paris dentro y mis recuerdos con ella todavía bien tiemblan—. Ya solo come alimentos triturados —prosigue la enfermera— y respecto a las incontinencias...

—¿Cambiaría algo hablar esto ahora? —interrumpe Luca a la enfermera y me vuelvo hacia ellos—. ¿No le parece que lo mejor sería que citaran a Ivanna un día en específico y le explicaran todo más despacio?

—Sí. Por supuesto —concuerda la enfermera, apenada. Al percatarse de que no estoy del todo bien—. Quisiera...

—Ya puede retirarse —Luca es tajante y esta asiente, abandonando por fin de la habitación.

Forzándome a no llorar, escasamente encontrando mi voz, con Luca sin verme directamente me dirijo a él con gratitud.




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