18. Datos curiosos, zapatos Miu Miu y Spotify
Luego del intento de Rodwell de echarme en cara el no estar dando la talla en el trabajo como lo hacía antes, a pesar de que me desvelé con lo de los empresarios chinos, me aseguré de despertar con tiempo suficiente para poder vestirme, maquillarme y beber al menos una taza de café antes de llegar a Doble R. Si bien, debería disminuir el consumo de café.
Empujo con los dedos mi abdomen sintiendo malestar. No es noticia que no me hace bien beber café, pero estoy trabajando el doble y sería peor con bebidas energizantes.
Personal procura esquivarme al verme entrar al elevador de recepción o al llegar al quinto piso. Es lo mismo siempre. Temen que esté de mal humor y despida al primero que me salte a la vista, pero hoy no es un día de esos, contrario a los últimos meses, a los últimos dos años para ser exactos, pese a la incomodidad de la gastritis me siento feliz, me siento viva.
Avanzo hacia la sala de reuniones con la vista fija en la puerta para que ninguna cara larga arruine desde ya mi día.
—En venus, un año dura menos que un día —escucho decir a alguien con un tono particularmente alto y viro para comprobar quién, pero ninguno me ve de vuelta.
«Quizá no era para mí el comentario», concluyo y sigo caminando.
Dentro de la sala ya hay dos ejecutivos que cuadran los hombros al verme entrar. Sin importarme, tomo mi asiento en la cabecera de la mesa, mando a pedir con uno de ellos una botella de agua y saco mi agenda para repasar los puntos que trataré a lo largo de la reunión siendo el caso que esta es la segunda semana de competencia.
A pesar del café quiero bostezar, pero aprieto los dientes conteniéndome, no quiero que nadie le vuelva a decir a Rodwell que me vieron desvelada. Él no debe sospechar.
En eso pienso cuando mi móvil, aún dentro de mi bolso, suena avisando que tengo un mensaje de WhatsApp.
Concentrada en la reunión que me espera, lo ignoro de momento, pero me digo que puede ser Rodwell avisando que llegará tarde o no llegará y, de ser así, deberé cambiar puntos en mi agenda. Por lo que abro el bolso y cojo el móvil.
Respingo al ver el nombre de Luca en la barra de notificaciones.
Hasta relajé la mandíbula.
Compruebo que el ejecutivo que aún está en la sala no tenga puesta su atención puesta en mí, desbloqueo el móvil y abro WhatsApp.
De primero envió la fotografía de unas escaleras, una de las que conducen al segundo piso del centro comercial en el que trabaja y a esta le sigue un mensaje.
Luca: No puedo subir sin pensar en lo que pasó el sábado.
Aprieto los labios ocultando una sonrisa y contesto.
Ivanna: ¿Y qué pasó el sábado?
Y quiero volver a poner a un lado el teléfono, pero Luca contesta rápido.
Luca: Pregúntale a tus bragas en el primer cajón de mi mesa de noche.
Sacudo mi pecho con orgullo.
Ivanna: ¿Y por qué están allí y no sobre tu cara? Mojé bastante esas bragas antes de que me las quitaras.
Al ver entrar a Rodwell y más ejecutivos, frunzo el ceño como si en lugar de hablar de fluidos vaginales estuviera acordando una reunión para conseguir una cuenta importante.
Luca: Estuvieron sobre mi cara hasta las 5AM, cuando desperté para venir a trabajar.
Disimulo con un carraspeo otra sonrisa y antes de que Rodwell termine de saludar y ocupe su asiento junto al mío, silencio el sonido de la cámara de mi teléfono, con disimulo lo posiciono delante de mis piernas y las abro a modo de captar parte de mi falda, muslos y bragas, de esas que apenas cubren por ser de encaje, y tomo una foto.
Con la misma cara de «Desde temprano cierro tratos importantes», alzo de vuelta el teléfono y le envío la fotografía a Luca.
—Me alegra comprobar que la mayoría ya está aquí —continúa saludando Rodwell al percatarse de que otro grupo de ejecutivos entra a la sala.
Los recibe, termina de llegar a la cabecera de la mesa para saludarme a mí y toma el asiento junto al mío.
—Te ves bien, Ivanna —elogia, pero sé cuál es la intención de su comentario, por lo que mi respuesta es una sonrisa exagerada.
Y, desviando mi atención a otra cosa, compruebo si Luca ya contestó. Y sí.
Luca: Ivanna, los lunes hago reunión de personal y necesito concentrarme.
Manteniendo mi gesto serio y de nuevo pendiente de que nadie tenga fijada su atención por completo en mí, vuelvo a activar la cámara, dejo caer al piso un bolígrafo y, sin levantarme de mi asiento, me inclino a recogerlo. Así que, escondida bajo la mesa me saco rápidamente una teta del sujetador y manteniéndola fuera de mi blusa también le saco una foto.
La vuelvo a dejar en su lugar, me incorporo y envío la segunda fotografía a Luca.
Luca: ¡Maldición!
—Hoy venimos animados —me «saluda» Lobo al ocupar su asiento, dirigiendo la atención de toda la sala hacia mí.
Me vio sonreírle al teléfono.
—¿Una nueva conquista? —insiste en saber, con Rodwell, al igual, mostrándose interesado.
No dejo de sonreír para no darle el gusto de hacerme sentir «pillada» y antes de contestar arqueo una ceja.
—¿Crees que la única razón por la que le sonreiría a mi teléfono es una polla?
Lobo finge pensarlo:
—Sí.
—Pues no. —Veo con descaro mi teléfono—. En realidad son dos pollas —digo lo suficiente alto a todos.
Media sala deja caer abierta la boca.
—¿Por qué todos piensan que no puedo? —insisto en saber y Rodwell, fingiendo mojigatería, pide concentrarnos en la reunión.
Es la misma rutina de cada lunes, uno tras otro los ejecutivos presentan las cuentas que consiguieron durante la semana mientras Rodwell escucha y yo tomo notas para que, al terminar cada uno de exponer, pueda opinar o hacer algún comentario mordaz porque ninguno está a la altura.