20. Maridaje para dos.
Al llegar a mi habitación busco una bata de baño color blanco y regreso a la sala.
Luca ya terminó con los platos y ahora acomoda las botellas sobre la mesa, una junto a la otra y cuatro copas.
—Tengo dudas con las copas —dice al verme—. No sé qué te parece una por cada vino y podemos intercambiarlas.
—Es buena idea —concuerdo y le entrego la bata
Luca ve de mí a esta con curiosidad.
—Solo tendrás puesta la bata —digo, procurando ocultar mi nerviosismo.
—Oh —exclama de una forma que me hace sonreír.
—Para cambiarte puedes ir al baño de invitados o... al mío.
—Iré otra vez al de invitados —dice, tranquilamente, y lo dejo solo porque también debo prepararme.
De vuelta en mi habitación, con la mente todavía en Luca, entro al baño, me saco toda la ropa, me doy una ducha de agua tibia procurando no mojarme el cabello, y, al terminar y secarme, tal como se lo pedí a Luca, del mismo solo me dejo encima una bata de baño color blanco.
Antes de salir de la habitación busco un espejo, reacomodo mi cabello y retoco mi maquillaje dando prioridad al rojo en mis labios.
Como esta vez llevo puestas pantuflas, Luca no escucha mis pasos al regresar a la sala y, sacando provecho a eso, lo observo de lejos unos segundos antes de dejarme ver. Está sentado en el mismo sofá, solo que ahora, con el cabello húmedo como señal de que al igual se duchó, y, tal como se lo pedí, vistiendo solo la bata de baño blanca. Aunque está serio, con la vista en el piso; concentrado, pensando. ¿En qué? Solo puedo suponer.
No tarda en advertir mi presencia. Alza la vista y, con él contemplándome de arriba hacia abajo, termino de entrar a la sala.
Y tal vez su cabeza de arriba aún considere si lo mejor será marcharse; pero la de abajo, que parece hablar a través de sus ojos, con toda seguridad está ansiosa por desnudarme.
Tomo asiento frente al sofá en el que se encuentra y debo admitir que, aunque en su momento me pareció buena idea, lo que pasó hace un rato me cohibió y ya no me siento tan segura de dar otro paso.
Odio pensar que solo se quedó para competir con Omi.
«Solo déjate llevar», me doy ánimo.
—¿Ahora qué? —interroga, relamiendo sus labios, pues, cuando se trata de sexo, le es difícil no volver a darme el rol del gato.
«¿"No volver a darme"?»
«¿Acabo de admitir que ahora él es el gato?», respingo.
«¿Yo soy el ratón?»
—Haremos un Maridaje —comienzo a explicar, sacudiendo de mi cabeza, al menos por el momento, cualquier otro tipo de pensamiento—. Te daré a probar algo junto con un sorbo de vino y... eso, si así lo queremos, estará sobre mí.
»Por ejemplo —procuro sonar lo más segura posible—, pondré este pedazo de manzana verde sobre mi pie, tú lo tomarás de allí con tu boca y después beberás un trago de vino, un Sauvignon Blanc —propongo—, que es el nombre de nuestro número siete —agrego, cogiendo de la mesa la botella para servirlo en una de las copas.
»¿Sabías que es un vino de origen francés? —sonrío al remarcar el dato—. De Burdeos.
—No me arrodillaré a tomar algo de tus pies —zanja Luca, acomodándose de mejor manera en el sofá, y ya pasado el efecto de haberme visto en bata de baño.
Y eso me da una pista de cómo se siente.
—A medida que vayas subiendo —continúo, sin dejar de sonreír, y señalo mis rodillas, abdomen y pecho—. Es decir, cogiendo cosas con los dientes cada vez más arriba, consecuentemente iré abriendo mi bata —explico— y abajo no traigo puesto nada —termino y los ojos de Luca saltan de los míos hasta lo que apenas alcanza a cubrir de mí la bata blanca, el espacio en medio de mis rodillas. Le hubiera gustado poner una vela en medio de estas.
»Además, yo haré lo mismo para ti. Tomaré lo que me pidas, de donde me lo pidas; ya sea con mi mano, dientes, labios... —mi voz es cada vez más ronca— o mi lengua.
Luca alza la vista.
—Me convenciste con lo de no traer puesto nada debajo —reconoce y me relajo.
—Lo sé. Pero quería volver a subrayar lo de «una rodilla en el suelo» —digo.
Y es ahí cuando su sonrisa se borra y alza desafiante la cara.
Titubeo al explicarme:
—Co-como te querías ir pensé que... creí que...
«Necesitabas volver a sentirte seguro de que...»
—«Pensaste», «Creíste» —me interrumpe Luca con un tono frío y de forma burlona suelta una risa seca—. Recuerda lo que decía el último Post-It —agrega, lastimándome.
—Es la primera vez que mencionas ese Post-It. —Parpadeo mucho al decirlo y mi voz está a punto de quebrarse.
Él aclara su garganta.
—Y tal vez la última. —Y vuelve a sonreír de forma burlona—. A fin de cuentas, quedamos en que esto es solo sexo, ¿no? Y hasta pusimos reglas —enfatiza, enderezando su espalda y la mantiene de esa manera.
—Sí, en eso quedamos —digo, sonriendo a la fuerza.
No dejo de verlo a los ojos ni él a mí, yo con dolor y él... otra vez desafiándome.
«Sí, ahora yo soy el ratón».
—Entonces empecemos —dice con el mismo tono desafiante, arrodillándose frente a mí. Porque se está portando como un cretino, pero ansía abrirme la bata.
Y estoy por tomar el pedazo de manzana para complacerlo, cuando escucho que alguien toca con fuerza la puerta principal. Vuelvo la vista hacia allá. Y es inusual porque el bedel llama antes de permitir subir a alguien o subir él mismo.
«Pero no hay luz para que funcione el teléfono fijo y también apagaste el móvil», me recrimino, saltando de mi asiento y caminando rápido hacia la puerta.
Antes de pasar el umbral me vuelvo hacia Luca para poner de manifiesto que no tengo idea de qué pasa, pero su gesto se mantiene serio y se limita a regresar al sofá y coger del suelo Sherlock para darle más embutidos.