La jefa

47. Sin alcohol.

 

47. Sin alcohol.

 

IVANNA

 

Cuando llego a los cubículos frente a mi oficina descubro, como nada extraño, a Baltasar, Nora, Kimi y Grisel reunidos en el escritorio de la última poniéndose al día con el cotilleo. A estas alturas ya sabrán de la competencia por la vicepresidencia, quienes están en la terna y sobre mi nuevo asistente.

Respingan al verme llegar. Sin embargo, Grisel es la única que me sigue cuando entro a mi oficina y me pregunta si necesito algo.

—Un lanzallamas —mascullo.

No se atreve a contestar nada a eso, pese a ser mi secretaria no es mi confidente, por lo que la echo y busco una pastilla Advil en mi bolso. Aun así, soy consciente de que mi cabeza no dejará de doler por un largo rato.

«¿Acaso Rodwell cree que no sé por qué no me da la vicepresidencia de una vez?»

Quiere poner en duda mi capacidad obligándome a competir con Lobo, cuando él se robó a la mitad de mis clientes y ascendió por asociación.

«¿Aprendió de la mejor?», asegura Rodwell. Sin embargo, por lo que he alcanzado a ver, lo único que Lobo copió de mí fue lo fanfarrón. La diferencia es que ese rasgo a mí me lo critican y a él se lo aplauden.

Pero no tengo objeción en volver a dejar en claro que soy la mejor.

«¿Quieren que compita? Competiré», me prometo.

Rodwell, más que nadie, sabe que la competencia me despierta y que no doy treguas. ¿Va a lanzar contra esta pared a su mejor aliado? Será divertido devolvérselo hecho pedazos.

Escucho que tocan mi puerta una vez más.

—Adelante.

De nuevo es Grisel y parece nerviosa, más de lo acostumbrado. Entra y cierra tras de sí la puerta.

—Jefa, vi-vino su nuevo asistente.

—¿«Nuevo»? —repito—. ¿Entonces me confirmas que no es una mujer?

Grisel niega con la cabeza.

—Claro —resoplo con brusquedad, como un toro y echo mi silla para atrás.

Porque es obvio.

—Rodwell se trae entre manos en el mismo juego que con Lobo —concluyo y permito que Grisel escuche para que se lo haga saber a todos.

—Es un chico —explica—, creo que a lo mucho tendrá dieciocho años, hasta trae puesto un traje viejo de su papá o su abuelito.

Ladeo mi cabeza hacia un lado sin comprender. ¿No es un imbécil con complejo de seductor como Lobo?

—Es un poco torpe. Puede que este sea su primer trabajo —continúa Grisel.

«Entonces es peor», concluyo.

Rodwell envió a una antítesis de Lobo para que no sospeche que le pasará información, para que, en su lugar, lo compadezca y no lo crea con la suficiente malicia para hacer daño.

«Predecible».

—Hazlo pasar —ordeno a Grisel.

—¿Lo va a entrevistar? —Ella se emociona.

Extiendo una sonrisa malévola en mi boca.

—No. Ni siquiera lo voy a dejar hablar.

Eso deja un gesto de preocupación en la cara de Grisel que, seguramente, compadece al chico, como todos en Doble R. Para ellos es solo una carnada en un anzuelo que no morderé.

No entra inmediatamente, lo que me enfada más, ¿cree que me puede hacer esperar?

Pero, cuando por fin lo hace me arrepiento de adelantar la pesadilla.

Escondo mi gesto tras una hoja y lo observo a él por encima para examinarlo despacio. «Tiene que ser una maldita broma».

No me sorprendería que hasta viniera acompañado de su mamá.

Pero lo que más me enfada es su sonrisita ansiosa... La voy a borrar.

Lo voy a aterrorizar.

Pagará caro estar del lado de Rodwell. Y se lo dirá... Le dirá quién es Ivanna y que con ella no se juega.

Saldrá de aquí hecho pedazos.

...

Sherlock descansa sobre mi regazo mientras la taza de té en mi mano se enfría, por lo que Pipo me la quita para llevarla devuelta al microondas y devolvérmela otra vez tibia. Es un té de manzanilla endulzado con miel, tal como papá me preparaba cuando era niña.

—Guau —exclama Pipo, tomando asiento en el sofá frente al mío, tal como estábamos hoy por la mañana antes de recibir la llamada de la doctora de Babette. Antes de la catástrofe.

—Lo sé —respondo, contemplando el contenido de la taza. Recordando.

—Y sin anestesia.

—Y sin alcohol —musito, rememorando lo que le dije hoy temprano sobre tener que soportar todo sobria.

»Por lo que ya no puedo evadir, ignorar o demorar. Ni siquiera me queda Doble R como excusa. Tengo que enfrentarlo.

—Pero fue demasiado duro —insiste Pipo.

Niego con la cabeza sonriendo con tristeza.

—No. Fue honesto. Y eso quería, ¿no? Honestidad. Tener claro dónde estamos.

»O bueno, para mí fue una confirmación. Luca tiene miedo. Me tiene miedo. Pavor.

»Oíste a Alexa: el 1% de sus sentimientos hacia Positivo son miedos y dudas. Miedos. No lo puede querer con tranquilidad por mi culpa. A mí no me puede querer con tranquilidad por mi propia culpa.

»Desde la primera vez que hablamos me ve con miedo y nunca lo dejé asumir nada respecto a mí, o mis sentimientos, permitiendo así que siempre dudara o avanzara con temor.

»Todo empezó mal.

»Desde mucho antes de conocerlo a él empezó mal.

—¿Lo dices por Lobo? —Pipo teme ir allí.

—Sí —confirmo—. Porque él conoció a la Ivanna enojada con todos: mi pasado, Rodwell y Lobo.

»Nunca tuvo oportunidad —reconozco—. Desde el inicio nuestra relación fue una Ilíada —Río sin humor al decir lo último—, una... guerra. Tal como Rodwell planeó.




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