La Universidad de Coruscant era un lugar repleto de vida y ambos podían sentir como la Fuerza se congregaba en el lugar. Alara estaba fascinada por sus nuevos sentidos, ya que podía sentir sutilezas que antes se escapaban entre sus dedos. Los estudiantes eran diversos y venían de todos los rincones de la galaxia. Uzuri estaba dando una clase, así que tuvieron que esperar un rato por él. Su novio estaba mirando la estatua de un viejo filósofo y los estudiantes los miraban con curiosidad. Sorprendida, Alara se percató de que las sombras de la Orden ya no eran tan sigilosas para ella, ya que podía encontrarlas a través de la Fuerza con mucha facilidad. Tori estaba sentada a su lado junto a Juna devorando su Sopa de las Nieves.
“Lo siento, maestra. Enviaron a algunas de las sombras para vigilarlos.” Decía apenada Juna.
“No hay problema, no son tan sigilosas como recordaba…” Dijo al aire la jedi.
“Te sientes… liviana.” Dijo pensante Tori.
“Estuve entrenando muchísimo, Tori. Mi novio es exigente…” Dijo sonriente Alara. “Espero que tengan tiempo para visitarme cuando volvamos.”
“Yo quiero ir con ustedes, pero…” Dijo al aire Juna. “Tendrían que poner a un maestro conmigo y no quiero molestarlos.”
“Supongo que la sith ya no cuenta como maestra.” Dijo divertida Alara.
Mirabella se detuvo frente a ella para mirar a Tori quemarse con la sopa.
“Amo esta sopa, dile gracias a Mara de mi parte.” Dijo sonriente la padawan.
“Yo soy una de sus seguidoras.” Dijo pensante la espía mientras dejaba una servilleta entre sus manos. “Tu novio sabe exactamente dónde están mis espías… Les sonríe para molestarlos.”
“Así es mi Shin…” Dijo sonriente Alara. “Me dijo que aprendió mucho de Inteligencia y que no puede dejar de analizar a las multitudes…”
“Tiene muy buenos ojos…” Dijo al aire Mirabella. “No es algo que hubiera aprendido antes…”
“Me imagino que debe ser parte integral de ser sith…” Dijo al aire Juna.
“No lo es.” Dijo divertido Shin mientras acomodaba el peinado de Alara. “La mayoría solo mataría a todos aquí para deshacerse de los espías. Las Sombras trabajábamos de otra manera.”
“Creo que tu versión de sith nos romantizó al resto.” Dijo al aire la espía.
“Sigues mirando en un solo lugar, Tori. Tienes que sentir sin tantas restricciones…” Dijo pensante Shin.
“Eres difícil…” Dijo al aire Tori. “Estuve entrenando, Juna ya no puede esconderse de mí.” Agregó contenta.
“Es la más sensible en Karastros.” Dijo al aire Juna. “Ya ni me molesta.”
“Está bien así… Buen trabajo, Tori. Yo puedo sentirlo por nuestra conexión, pero no creo que sea posible sentirlo si él no lo permite.”
“Debería ser posible, preciosa…” Dijo pensante Shin. “Artemios siempre prueba sus descubrimientos conmigo, estoy esperando que alguno funcione. Por lo que entiendo, mi presencia está… fundida en la Fuerza de la galaxia, por eso paso desapercibido.”
Uzuri apareció seguido de un grupo de alumnos y tuvieron que esperar un rato hasta que respondió sus diversas preguntas.
“¡Maestra!” Gritó contento el hombre mientras apretaba las manos de Alara. “Estoy encantado de verlas. “Tori viene a saludarme de vez en cuando. Es toda una señorita estos días.” Agregó mientras miraba a Shin. “Mucho gusto, maestro.”
“Es solo Shin, Uzuri. Ya nos conocemos.” Dijo divertido el joven. “Escuché solo buenas noticias de la universidad, debes estar contento.”
Uzuri busco apoyo en la mirada de Alara.
“Es Shin, Uzuri. Es una historia larga que podemos contarte en el viaje.” Dijo sonriente.
Uzuri apretó el antebrazo de Shin con mucho cuidado.
“Bienvenido, Shin. No esperaba… volver a verte.” Dijo sorprendido el profesor.
“Ya vas a arrepentirte de decir eso, Uzuri.” Respondió divertido. “Yo estoy encantado de saber que estás bien, tengo entendido que has tenido algunos encuentros cercanos con nuestros amigos del lado oscuro.”
“Ah, ni me los nombres…” Dijo divertido Uzuri. “Tengo todo preparado. Esa información que Alara me envió es impresionante. Me puse al día con los rakata, hay muy poca información sobre ellos, pero memoricé todo lo que tenemos en la bibliotecas y los Archivos.”
“Tengo una sorpresa sobre eso, pero vas a escucharla directo de nuestros amigos en el templo.” Dijo sonriente Shin. “Espero que tenga ropa abrigada, Vitti dice que hace frío hasta con la calefacción encendida.”
“Yo pasé por casa a pedido de estos dos.” Dijo al aire la espía. “Mucho gusto, mi nombre es Mirabella, profesor.”
“Mucho gusto, señorita.” Dijo sonriente Uzuri. “¿Quieren pasar por la cafetería? Tenemos un excelente pastel.”
“Yo quiero.” Dijo sonriente Alara para tomar la mano de su novio. “De paso puedes pedirle lo que querías a Uzuri.”
Shin sonrió para seguirla de cerca.
Uzuri estaba sorprendido por la relación entre Shin y Alara, pero más sorprendido estaba con lo que sabía su viejo amigo de la Orden. Especialmente de la antigüedad de la galaxia y sobre Exar Kun y la guerra. El hombre ya estaba tomando nota de sus conversaciones cuando el joven bajó un gigantesco tomo y lo abrió a su lado.
“Los Grises están de vuelta… Me encanta, Syo siempre pensó que eran los… guardianes de la Fuerza.” Decía pensante el profesor. “Fascinante…”
Alara estaba sintiendo algo en el libro y fue una sorpresa que Shin sacara un holocron de él. Tori se asomó a mirarlo de cerca y lo miró con curiosidad.
“¿Lo sentiste?” Preguntó asombrada.
“Sí…” Dijo pensante Shin. “Preciosa…”
Alara se acercó y podía sentirlo, perturbaba muy poco a la Fuerza y parecía mimetizado como su novio.
“Se siente como… tú.” Dijo divertida.
Shin sonrió contento para que Revan apareciera en imagen. El hombre tenía una cola de caballo y miraba hacia arriba.
“Parece que los tomos de la universidad no tienen lo que necesito. Bastila está peleándose con el Consejo para que aprueben nuestro matrimonio. Estos jedis no están cómodos con mis ideas, pero no tengo intenciones de meterme con ellos, solo quiero estar con ella. Estaba aburrido y encontré este peculiar tomo. Un viejo maestro lo usaba para contrabandear holocrons del templo.” Dijo pensante Revan. “Bastila dice que los maestros no tienen problema conmigo, pero yo sé que no les agrada tenerme cerca. Han perdido mucho en estos tiempos y estoy seguro de que hay algo en la oscuridad, acechándonos desde sombras. Mi memoria todavía está incompleta, pero…
“Revan.” Dijo una voz femenina que aparecía en imagen. “¿Qué estás grabando?” Agregó mientras miraba hacia el frente.
“Mis pensamientos…” Dijo al aire el hombre. “Creo que tienes razón, me ayuda hablar un poco de esto.”
Sonriente, Bastila se aferró a su brazo.
“No tienes que…”
“Cierra la boca, quiero que nos dejen en paz mientras estamos en Coruscant.” Dijo ofuscada Bastila. “Salvaste a la galaxia y deberías poder vivir en la República sin una custodia jedi…” Agregó pensante. “Vandar es el único sensible, pero creo que…”
Revan apretó a Bastila hacia él para mirarla de cerca.
“No necesitamos casarnos para estar juntos, Bastila.” Dijo sonriente Revan. “Aunque tengo que admitir que estaría encantado de ser tu esposo…”
“Tú fuiste el que me propuso esto…” Dijo divertida Bastila.
“Es lo que había que hacer, yo esperaba una boda secreta y tal vez pasear por algún planeta con playas y aguas cálidas…” Dijo sonriente Revan.
“Todavía podemos hacer eso…” Dijo divertida Bastila.
“Tienes mucho trabajo, hermosa.” Dijo divertido Revan. “Encontré un libro interesante y voy a dejar esto para posteridad. Este holo tiene un par de detalles de mis viajes. No me gusta el secretismo que impuso la República.”
Bastila lo miró con cariño mientras Revan terminaba la grabación con un gesto de su mano.
“Ah, se casaron en este planeta.” Dijo contenta Alara. “Esos eran Revan y Bastila Shan.” Agregó mirando a Uzuri.
Shin ya estaba desarmando el holo.
“¿De verdad? Tengo que memorizar la cara del salvador de la República… Solo se conoce su máscara.” Dijo al aire el profesor. “¿Estaba… casado con la Gran Maestra Shan?” Agregó sorprendido.
“Exactamente. Encontré unos holos en el templo de ella… Shin, estos son…”
“Justo después del a Guerra Civil.” Dijo al aire Shin. “Todavía tenían jedis en esa época…” Agregó mirando a su novia.
“Qué bueno que los traje…” Dijo contento el profesor. “Ese tomo estuvo frente a mis narices muchas veces.”
“Voy a tener que quedarme con este holocron, profesor. Solo pueden usarlos los sensitivos y este holo necesita ser reparado.” Dijo al aire Shin. “Prometo enviarte una copia.”
“No hay problema, Shin.” Dijo pensante el profesor. “Acabamos de presenciar un gran detalle de la vida de los héroes de la galaxia…” Agregó contento.
“Tengo que estudiar esa época…” Dijo al aire Juna.
“Bastila era muy bonita.” Dijo divertida Tori. “Me recuerdan a ustedes dos.”
“Puede ser…” Dijo pensante Alara. “¿Dónde se metió Mirabella?”
“La contactaron en el comedor, debe estar hablando con su gente.” Dijo sonriente Shin.
El profesor dejó una pila de libros y holopads frente a él.
“Esto es todo… la mayoría son estudios que los nombran y este libro lo trajo Syo hace años.” Dijo al aire el profesor. “Este es el único tomo que tenemos de esa época.”
“Ah, es el tres…” Dijo con curiosidad Shin. “Artemios va a estar encantado, prometo devolverlo en perfectas condiciones junto a una copia del resto. Es un compendio de sectas siths y agrupaciones jedis previas a Exar Kun.”
“Los Grises eran grandes estudiosos…” Dijo al aire Uzuri. “Me encantaría leer esos tomos.”
Mirabella entró por la puerta para mirar de cerca a Shin.
“Alguien quiere hablar contigo, Shin…” Dijo pensante. “No los mates, te esperan en la oficina del rector.”
“¿Un escuadrón quiere saludarme con sus rifles?” Preguntó jocoso mientras el holocron flotaba a su lado.
“No… el Canciller Supremo.” Dijo pensante Mirabella. “Está protegido, pero… solo quiere hablar, me lo prometió.”
“No deberías cuidarme, Mirabella. Te encargo a mi encantadora novia.” Dijo sonriente Shin.
“Ten cuidado, Shin…” Dijo con cuidado Alara para recibir un beso de novio.
Shin caminó por los pasillos de la universidad saludando a los estudiantes mientras contaba a los espías y notaba a los tiradores. Estaba contento de haber dejado a sus amigas en el centro comercial, ya que estarían ofendidas y listas para pelear con la República. La gigantesca puerta de madera ya estaba abierta, parecía que la oficina del rector era monumental, ya que había objetos de todos los rincones de la galaxia. El Canciller estaba mirando por la ventana, rodeado de un escuadrón de élite listo para pelear. Los rifles se levantaron al instante y sabía que había dos tiradores en la torre de enfrente con sus miras sobre él.
“Son demasiados rifles para un solo hombre, señor.” Dijo sonriente Shin. “Shin Aleaus Karadin, encantado de conocerlo. Recuerdo haberlo salvado de nuestra hermosa Emperatriz.”
“Lo que SIS dice es cierto entonces.” Dijo con seriedad el hombre. “Canciller Supremo…”
“No necesita presentarse, Lyndon.” Dijo sonriente Shin mientras se sentaba en la silla que estaba frente al Canciller. “¿En qué puedo servirlo?”
Shin estaba seguro de que algo había cambiado en la galaxia con esta presentación.
“Quería conocer a Darth Ihsahan.” Dijo pensante Lyndon. “Pero no es lo que esperaba.”
“Si quiere puedo masacrar a sus hombres y hacer caer al vacío a esos tiradores para ser lo que quiere, pero no creo que sea necesario.” Dijo sonriente Shin.
El hombre no parecía haber sido afectado por sus palabras, pero no podía ocultarlo de sus sentidos.
“El terror no es necesario, Lyndon. Ya no soy ese hombre o por lo menos eso quiero creer.” Dijo sonriente. “Sus hombres también están esforzándose por no temblar. Supongo que es normal, mi maestro solía hacer temblar a todos también…” Agregó mientras el holocron se apoyaba sobre la mesa.
“Me gustaría saber si tengo que considerarlo un peligro para la República.” Dijo con seriedad Lyndon.
“No importa, Lyndon.” Dijo divertido Shin. “No es que puedas detenerme o lidiar conmigo en estas circunstancias.”
Shin no sabía porque había dicho eso, no necesitaba marcar el territorio de esa manera, aterrorizando a los que lo rodeaban. Lo que sí sabía era que el miedo iba a mantener segura a Alara.
“Por otro lado quiero lo mejor para la República, por más que ustedes no me acepten por lo que soy.” Agregó sin cuidado. “¿Qué va a hacer al respecto, Lyndon? Ya derroté a todos los que deberían haberme derrotado.”
El hombre se paró del otro lado del escritorio, la tensión seguía en el aire.
“De la orden, Canciller.” Dijo el jefe del escuadrón.
“Hay mejores maneras de suicidarse, capitán.” Dijo sonriente Shin.
“Mi idea es hacerlo un aliado de la República, Shin.” Dijo pensante Lyndon.
“Eso no sería un problema, Canciller.” Dijo sonriente Shin. “Pero no puedo ser el aliado que está esperando, no volveré a ser el arma de nadie. Voy a proteger a los que amo y a la galaxia, incluso de ustedes.”
“Supongo que es lo único que puedo esperar de usted…” Dijo pensante Lyndon. “Mis aliados quieren unirse para destruirlo, Shin. Yo creo que eres necesario para la República.”
“No debería gastar recursos en mí, Canciller. Debería enfocarse en el enemigo que realmente tiene enfrente.” Dijo sonriente mientras se ponía de pie. “Le recomiendo que no se meta con mi familia o amigos, Lyndon. Yo no soy sutil como sus espías y puedo asegurarte de que el Imperio será encantador en comparación a mi furia.”
Shin se marchó sin que ningún rifle dejara de apuntarle en busca de su amada jedi.