La Muerte Visita La Cárcel
Karda
Q
uizás la cárcel era el lugar en su vida donde había desea estar pero parecía agradarle aquel asqueroso lugar, podía ver con sus propios ojos que su hermana Skay y Lucy la estaban pasando mal, ninguna de las dos eran tan conocidas como ella, tenia fans entre las mujeres de la cárcel, algunas la protegían mientras otras trataban de hacerle preguntas sobre su vida como también querían volverse su amiga mientras le daban protección a la Karda, ciertas amistades no le parecían de su mundo pero si las más apropiadas dadas las circunstancias y lo peligrosas que se habían hecho algunas mujeres que no les parecía bien que ella levantara mujeres a su disposición. Carmelita vino dos veces con su madre a visitarla con lágrimas en los ojos.
- Antes no veníamos porque no queríamos verte aquí, pero ahora las cosas son diferentes— decía llorando Carmelita— vives aquí— sacando un pedazo de pan dulce que a lar Karda le gustaba mucho, su madre solo le tocaba la cara con un mar de lagrimas seguidas durante las pocas horas que podían venir, el que jamás llego fue Christian, Camilk había dicho que no lo habían visto durante días, habían pasado exactamente 5 días desde que la habían declarado culpable no lo había visto, le causaba un dolor profundo en el corazón a la Karda, pero no sabía cómo llamar lo que tenía con él, pero lo entendía, el tenia derecho a tener una vida con una mujer libre no como ella, presa, a la final era lo mejor y sano para todos.
- ¿Ella se la están pasando mal en este lugar? — decía irónicamente Roma— ¿quien lo diría no?, dos delincuentes aquí afuera lobos alla afuera son ovejas, entonces así funciona— la Karda alzo los hombros y no quiso decir nada sobre lo mal que la pasaban las otras.
- Supongo que es el karma— dijo la Karda, empezó a reírse Roma.
- Daria mucho por ver eso— dijo Roma.
- No es mucho para lo que se merecen— dice secamente la Karda.
- El no ha venido pero debe estar pensando en cómo sacarte de aquí, estoy segura— dice Roma descubriendo el descontento de la Karda y el de su corazón.
- No hablemos del— rugió la Karda con amargura.
- No dejes que esto endurezca tu corazón, no dejes que esto te aleje de quien quieres incluso amas— fue lo último que dijo Roma en su última visita. A Skay nadie la venia a visitar, ni siquiera su madre, estaba perdida sin tanto poder en sus manos, parecía una niña con todas esas mujeres, nunca la había visto tan desorientada y humillada hasta el punto de parecer nada.
- ¿Quieres burlarte? — decía Skay a la Karda mientras esta la miraba escoltada de dos mujeres peligrosas que de la nada se volvieron sus amigas— vamos hazlo nadie aquí te va a joder la vida, no puedes— empezó a reírse de la Karda— no puedes, claro que no porque no ganaste mas nada que ser tratada como nosotras, mírate una maldita cosa que intento hacer justicia, cuando en ningún rincón de esta maldita vida la hay— decía gritando.
- ¿Le parto la cara? — pregunto una de las mujeres que se apodaba “La degolladora” pero la Karda dijo que no.
- Es como cuando mi padre murió debió dejarme todo a mí, la mayor de sus hijas, pero no, te lo dejo todo a ti una mocosa consentida que apenas dejaba el biberón, estaba preparada— empezó a llorar recordando el dolor que eso le causo— pero nada, nada en este maldito mundo mugroso es justo— la Karda le dio la espalda a Skay y se fue a su celda escoltada por las mismas mujeres. Los siguientes días en la cárcel fueron más limitados hacer ejercicio para mantenerse en forma, leer y rondar la cafetería de vez en cuando para comer con las demás, casi siempre era silencioso por lo vigiladas que estaban, pero en el patio de recreo siempre hacia ruido y el olor a humo era como un perfume costoso en el lugar, las mujeres la saludaban como si la estimaran, como si la envidiaran y quisieran ser como ella, pero la Karda sabía que era un envidia de las malas porque tener dinero no te libra de ciertas cosas, la cárcel y la muertes eran algunas de esas cosas incomprables, intento ser una más en la cárcel, recibió alguna que otra carta de su madre y Carmelita, no sabía nada aun de Yajaira, Dubraska si mandaba de vez en cuando una foto con una carta diciendo lo ultimo con su carrera, al parecer su carrera era un completo éxito en las pasarelas, y Cameron estaba metida en medio de huracanes y amores tóxicos como ese nuevo novio suyo que nadie conocía, pero la prensa hablaba como un fiestero millonario, la Karda odiaba la idea de tener que dejar que su hermana menor Camilk se fuera con Jaime a NY hacer sus vidas lejos de la familia, donde no los podía ver, temía que su madre recayera en las operaciones compulsivas ya que la habían nombrado tesorera de la fortuna de su familia por lo menos estos últimos cuatro años, todos los días le escribía a Carmelita para que vigilara a su madre, pero al parecer no mostraba ningún signo de locura, de las que solo Kai podía llegar hacer. Y lo peor seguía sin saber nada de Christian quería pensar cualquier cosa menos que él se había dado por vencido con ella, pero era difícil, era casi imposible sacarlo de sus pensamientos cuando no sabía nada de él. Roma trato de contactarlo porque la Karda se lo pidió, pero este nunca respondió sus llamadas y en la mansión del niño no había nadie solo señoras de servicio que dijeron que no había nadie en casa.
- ¿Crees que huye? — Pregunto la Karda.
- Vamos es hombre— decía poniendo los ojos en blanco— huyen de los problemas, un poco diciendo que están pensando cómo solucionarlo pero luego le dan la cara a los problemas para no aceptar sus inseguridades— decía Roma.
- Y ¿si ya no me ama?— decía la Karda.
- Te prometió que te sacaría de aquí, y tal vez trabaje en eso— dijo Roma.
- Aun no respondes mi pregunta— dijo la Karda.
- No seas tonta, ese hombre te adora, digo, joder, yo también quiero encontrarme un militar sexy que me ama como el tuyo— dijo diciéndole lo tonta que era en pensar que Christian no la amaba.
- Lo sé— dijo la Karda pensando que era una torpe. Por más que esperaron por una respuesta no la encontraron.