La Legión de los Malditos

Armas de guerra

Al alba, todo Nike marchó junto a Nyliare en dirección a Calldesh. Tal era la emoción de la elegida de su gran logro que ni el frío pudo detenerla de mantenerse al inicio de su recién adquirido ejército, y marchando a su lado se hallaba su padre, Jone. 

Al ingresar al pueblo de Calldesh, todo ser de la luz los observó llegar con la impresión congelando sus expresiones en la más pura de las sorpresas. Los soldados de Calldesh observaban a los Nikes como si presenciaran a unos gigantes avanzar hacia ellos. Muchos miraron al ejército confundidos, sin la mínima idea de la presencia de los Nikes en su reino, pero Nyliare no dejó que el desconcierto y el pánico tomara el control de la situación. 

Entre todas las personas, Nyliare pudo notar a su gente. Los Callh estaban formados mostrando su respeto y admiración por los logros de su reina, ellos sabían exactamente lo que estaba por venir. La mirada de la elegida solo pudo detenerse en una importante figura; Ashka la miraba con devoción, formando una larga sonrisa en sus labios mientras cabeceaba en dirección a Nyliare. 

—Mi nombre es Nyliare Solé de Calluhn, legítima reina de Calluhn y la elegida por los dioses, protectora de los seres de la luz. He tenido un largo camino para llegar aquí, en los suelos de Calldesh —Nyliare sintió a Zharek posicionarse a su lado para apoyarla a seguir, y así lo hizo —Este día los Nikes me acompañan y se preparan para luchar a mi lado por la recuperación de lo que nos pertenece a cada uno de nosotros, nuestra libertad y nuestros hogares. El reino del terror del rey Klaus está por terminar, y pronto su influencia en los reinos de Nylhella desaparecerá, pero solo lograremos vencer si luchamos al lado del otro, por un objetivo en común, la luz. 

—Soy Zharek de Calldesh, príncipe heredero del reino helado. Por años hemos sido encadenados en nuestros propios hogares, limitados a obedecer y cumplir las órdenes de Shullak, pero todo eso ha acabado, no hay que pretender que hemos sido acallados. Lucharemos, unidos como seres de luz en contra de los opresores —la gente de Calldesh empezó a entender un poco más cuando su príncipe inició a hablar. 

De entre la multitud se abrió la figura de la reina Akanke, mirando a los Nikes como si fuera la señal que había estado esperando, pero cuando su mirada conectó con la del rey Jone, sus ojos se aguaron y su temple cayó al suelo. Ambos reyes se abrazaron con dolor, amigos que habían sido separados por una sangrienta guerra, amigos que habían sido marcados por asesinatos. 

Nyliare no necesitó la confirmación de la reina para saber que su gente lucharía a su lado, pero la gente necesitaba oír las palabras de su reina. 

—Todos me conocen como reina Akanke de Calldesh, reina regente del reino helado. Por años he protegido este reino al honrar el recuerdo de quien fue su rey, pero todos hemos vivido con esa constante espina enterrada en nuestros corazones por la pérdida de mi esposo, ignoramos no haber podido velar su cuerpo, pero no más. El reino de Calldesh se pone de rodillas ante la elegida, para que sea quien nos guíe en la guerra contra Shullak. No más oscuridad, no más ignorancia, no más rey Klaus —los ojos de la reina Akanke brillaban como si llamas hubieran tomado control de su alma, todos estaban inspirados, todos los presentes gritaron al conjunto de la reina “No más” —Preparen sus armas, nos vamos a la guerra. 

Los Damnare asintieron a su reina y pronto cada uno de ellos empezó a buscar sus armas y armaduras. En sus rostros podía presenciarse la emoción, la adrenalina, y más que todo la esperanza de recuperar lo que les pertenece. Los Callh hicieron lo mismo, agradeciendo con la mirada a Nyliare antes de separarse cada uno e ir a ayudar a los Damnare a preparar las armas. La elegida pudo notar como Ashka ingresaba a la herrería. 

Los Nikes se dispersaron, sin tener que decirles antes, e iniciaron a dirigir el ejército de Calldesh en cuanto a formaciones y distribución de recursos. Los jefes de los Nikes veían todo desde la lejanía, como si supervisaran que todo fuera preparado de forma correcta. 

La circulación en el pueblo de Calldesh era inmensa, se veían armas se cargadas en carretas, flechas ser contadas y divididas en sus respectivos carcajes, espadas, hachas y dagas ser entregadas a distintos soldados. Así mismo, los Callh trataban de impartir todos sus conocimientos sobre el cromo esperando que dicho metal no afectara a los Damnare así como lo hacía en ellos. 

Nyliare y Jone, así como la reina Akanke y Zharek, se dirigieron al castillo esperando encontrar un espacio más tranquilo para platicar sus siguientes pasos. Todos ingresaron a una sala con mapas colgando de las paredes, con territorios marcados y lugares específicos así como las formaciones militares de defensa de los reinos. Nyliare se sintió sorprendida, aquella sala había sido creada para la guerra, poseía los secretos de cada territorio. 




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