La Leona En La Cantera Del Pandicornio

CAPITULO 12

La vieron salir de la casa, cínica, pasó junto a ellos con una expresión triunfal y burlona. El hombre tuvo el impulso de sacarla a empujones pero vio a su hijo correr, llorando, hacia ella.

-¡Mamá, no te vayas! ¡Por favor no te vayas! –Al verse rodeada por los brazos del niño no supo qué hacer. -¡Por favor no te vayas! ¡Yo te quiero!

-¡Hijo! –El ingeniero intervino tratando de alejar al pequeño pero éste se soltó y se tiró al césped llorando y gritando desesperado.

-¡QUIERO A MI MAMÁ! ¡QUIERO A MI MAMÁ! ¡DAME A MI MAMÁ!

-¡YA BASTA DE TONTERÍAS, EUSEBIO! –Lo levantó sosteniéndolo por los bracitos.

-¡SI DEJAS QUE MI MAMÁ SE VAYA ME IRÉ CON ELLA! ¡SI TE CASAS CON NARAH TE VOY A ODIAR! ¡QUIERO QUE MI MAMÁ SE QUEDE CON NOSOTROS Y QUE TE CASES CON ELLA!

-¡ESO ES UN CHANTAJE Y NO TE LO VOY A CONSENTIR! ¡ESTA MUJER NO LOS…! –Narah puso una mano en su boca evitando que continuara.

-Suéltalo, Jaziel. Ven, hablemos. –Lo llevó adentro. Carola los miraba sorprendida. Temió lo peor. –Debes darle la oportunidad.

-¿A quién? ¿De qué?

-A Claudia. De quedarse con ustedes.

-¿Qué? ¿Por qué dices eso?

-Es la madre de tus hijos y la necesitan.

-Narah no digas tonterías. ¡Esa mujer no tiene cabida en nuestra vida!

-¡Claro que sí! Debes hacerlo por los niños: Mabel necesita sanar su relación con ella. ¡Me dolió mucho escucharla hablarle como lo hizo! Si no saca esa ponzoña de su corazón jamás podrá ser feliz y ¡no soporto la idea de que Eusebio te odie y me repudie! ¡No quiero eso! ¡No quiero que su vida se amargue!

-¡Yo tampoco pero no me voy a responsabilizar por los daños que causó Claudia! Mabel tendrá que trabajar en sus sentimientos y dudo mucho que mantener una relación cercana con ésa le ayude a superarlos así que tendremos que hacerlo de otra manera. Eusebio es un niño y se le pasará. Lo comprenderá cuando sea mayor…

-¡No puede ser verdad que pienses que tu hijo debe crecer con rencor! ¡Menos aún el que nosotros fomentemos dicho sentimiento con nuestra boda!

-¡Yo no he dicho eso, Narah! La realidad es que él no recuerda todo que Mabel vio y su cariño por ésa mujer no es real. A eso me refiero cuando digo que se le pasará.

-No lo creo. La necesidad de una madre en la vida de un niño es imperativa y no voy a ser partícipe de una segunda separación entre ellos.

-¿A dónde quieres llegar, Narah?

-A esto… -Se quitó el anillo de compromiso y se lo devolvió. –No me voy a casar contigo. –Dio media vuelta y se alejó. Jaziel corrió tras ella y la detuvo.

-¡No voy a permitir que te alejes de mí otra vez! ¡Encontraremos una solución!

-¡No hay solución a esto! ¡Tus hijos merecen estar con su madre!

-¡Si esa madre los amara de verdad estaría de acuerdo contigo, pero ella solo quiere dinero! ¡No voy a perderte de nuevo! ¡No puedo cometer el mismo error de hace veinticinco años! ¡No voy a perderte! ¡Te amo!

-…Y yo a ti… -Su voz se quebró. -Pero no seré yo quien lastime a tus hijos porque también los amo a ellos. –Se soltó y siguió la marcha. El hombre la detuvo de nueva cuenta.

-No me dejes… Por favor no me dejes.

-… -Lloraba. –Con el tiempo verás que es lo correcto. –Salió dejándolo cabizbajo, mirando el diamante que fulguraba en su palma. Unas lágrimas de frustración surcaron sus mejillas. Apretó los puños, lanzó algunas maldiciones y se determinó a no perder a sus hijos ni a esa mujer a la que tanto amaba.

 

En cuanto puso pie en Tuxtla, Narah cambió su número de celular, cerró sus cuentas personales de redes sociales y cambió sus correos electrónicos. Vendió la casa de su abuelo y la de su madre y se mudó con su fiel nana a San Cristóbal de las casas.

 

En abril perdió su buena salud. Un día, estando en Tuxtla, salía de una reunión cuando se desmayó. Despertó en un hospital:

-¿Cómo se siente? –Preguntó el médico.

-¿Dónde estoy?

-En la clínica “Paredes”. Soy el doctor Muñoa. La trajeron porque perdió el conocimiento aquí a la vuelta. ¿Recuerda algo?




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