La ley de Amara

Capítulo 63

AMARA CORTÉS.

 

Toda mi vida había estado imaginando como serían mis abuelos. Como sería la abuela a la que mi padre describía como una mujer guerrera, y de la que tenía pocos recuerdos. Siempre creí que no tenía, que había muerto y que mi padre no pudo despedirse de ella. Ahora la tengo delante de mí, defendiéndome de mi abuelo y siendo la guerrera que mi padre dijo que era.

 

Ojalá él estuviera aquí para verlo.

 

— ¡Te dije qué si te volvía a ver acabaría contigo! —Le grita mi abuelo enfurecido— No eres nadie para decirme qué debo hacer con mi familia.

 

— Tú familia no me importa, mis hijos y mis nietas si. —Le dice ella respondiéndole con valentía. — Hace mucho que dejaste de darme miedo Antón.

 

— ¿Antón? —Pregunto confundida.

 

— Así llamaban a tu abuelo cuando era joven por el parecido con su padre. —Responde mamá resolviendo mis dudas.

 

— No vuelvas a llamarme así.

 

— ¿Prefieres qué te diga señor Cortés? —Le pregunta y acto seguido se burla— Has dejado de ser quien eras. He oído que me culpas por tus acciones.

 

— ¡Me abandonaste!

 

— Si, es cierto ¿Le has contado a mis hijos por qué te abandoné?

 

Quiero saberlo. Desde que él me contó lo sucedido he creído que hay más detrás de su historia, que existe una razón de peso para que mi abuela lo abandonase y no luchara por sus hijos. Ella se acerca mi tío José, él baja la mirada y se aparta dando un paso atrás.

 

— ¿Qué dijo tu padre? —Le pregunta— Ya sé. Te dijo que lo abandoné por otro hombre.

 

— Si y ahora le creo. Has confesado que lo abandonaste.

 

— Lo abandoné porque me cansé de sus golpes y sus humillaciones. Me cansé de que siempre llegara borracho a casa. Me cansé de que me maltratara psicológicamente.

 

— No es verdad.

 

Se remanga la camiseta mostrando sus brazos; cicatrices y quemaduras. Los muestra desenmascarando todas las mentiras de mi abuelo. Él responde de mala manera, trata de golpearla, pero Aaron se interpone impidiéndoselo.

 

— Hijo no te matas en esto. —La furia de su padre no le causa ningún miedo. Estoy orgullosa de él. — ¡Apártate!

 

— No.

 

— Tranquilo jovencito —Le dice mi abuela— no le tengo miedo a este viejo imbécil.

 

Viejo imbécil.

 

Guau. Nadie nunca lo ha desafiado e insultado como lo está haciendo ella.

 

— Atrévete y ponme una mano encima. —Gira la cara. — Hazlo y muéstrale a tus hijos quien tiene razón aquí.

 

— No permitiré que aparezcas para hacerlos dudar y crear falsas historias que no son ciertas.

 

Ella no está sola, tras ella aparece un señor, de su edad, de pelo negro con canas y bigote. Parece que sí se enamoró de nuevo.

 

— ¡Solo hay qué ver con quien vienes! —Exclama José. — Quieres que creamos en ti y apareces con tu amante.

 

— Me casé de nuevo ¿Y qué? ¿No tengo derecho? ¿No merecía ser feliz? —Le pregunta rompiéndose— Tu padre me hizo odiarme. Me daba asco mirarme al espejo cada mañana que despertaba con él, y un día Amador apareció mostrándome una nueva vida. Me abrió las puertas de su casa cuando este señor me echó a la calle sin dinero, sin ropa y sin dignidad. —Su historia me rompe por dentro. Mi abuelo es un monstruo.

 

— Amabas a otro hombre.

 

— Amé a tu padre. Lo creí el amor de mi vida, sin embargo el tiempo me quitó la razón. Él jamás se ganó ser el amor de mi vida porque en cuanto nos casamos cambió. Su actitud cambió cuando fui su mujer y empezó a ser posesivo, manipulador, me maltrató, abusó de mí porque dizque era suya y de nadie más. Cuando Amador entró a mi vida me di cuenta de que no había conocido al amor de mi vida hasta que él llegó.

 

Miro a Aaron. También siente pena por lo que está contando. José por fin mira a mi abuelo con repugnancia y se aparta de él creyendo en la palabra de su madre.

 

— ¿De verdad crees qué os quise dejar? ¡Me amenazó con matarme! Y tu abuela ordenó que todo aquel que me viera cerca de vosotros me hiciera daño.

 

— ¡No es cierto!

 

— Padre, no puedo creer que hicieras tanto daño.

 

— ¡¿Vas a creer lo qué ella dice?!

 

— Si. Lo creo porque nos golpeabas a nosotros también cada vez que preguntábamos por mamá. Por la mamá que desapareció de repente y nos dejó. A mi hermano lo odiabas porque te gritaba que ella no había muerto, que seguía con vida y que se la estabas ocultando. —Cuenta sobre mi padre— Él la vio, aseguró que la había visto y tú lo encerraste como has encerrado a Amara por rebeldía.

 

Mi abuelo no tiene con qué defenderse. La insulta, la acusa y le grita cosas espantosas. Lo único que hace es demostrar con sus palabras y actos quién dice la verdad, que versión es la correcta y quien esta mintiendo. Ya no es el todo poderoso. El hombre que no le teme a nada y tampoco el patriarca. Trata de lograr que sus hijos lo crean pero no funciona e incluso mis tías dejan de obedecerle.

 

La familia de Aaron ya no sabe que decir. Su abuelo me contó parte de la historia una vez y ahora está presenciando un destrono.

 

— ¡Eres una maldita! —Le grita.

 

— ¡Y tú eres un poco hombre! —Se defiende gritando más alto. — ¡Acepta qué tus reglas han acabado!

 

— ¡Estas muy equivocada si crees qué vas a destruir todo lo qué he creado! ¡No eres nadie!

 

— ¿Y cómo seguirás si te pierden el respeto? —Le pregunto.

 

— ¿Crees qué me has vencido? —Me pregunta y ríe. — Solo eres una mocosa.

 

— Si —Muevo la cabeza— creo que estás derrotado y lo estoy disfrutando como nunca.

 

— ¿De verdad?



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En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

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