La ley de Amara

Capítulo 69

AMARA CORTÉS.

 

La familia de mi madre solo hace preguntas; ¿Cómo conocí a Aaron? ¿Por qué me marché con él? ¿Mi familia quedará al margen sabiendo qué he hecho? Sus pensamientos son tan anticuados como lo son los de mi familia paterna. Para ellos la mujer no debe irse, debe quedarse y respetar sobre todas las cosas la decisión de su familia. Sufrieron una muerte por causa de la rebeldía de mi madre, y creo que ahora están mucho más cerrados en ese aspecto.

 

— Amara. —La voz ronca de mi abuela hace que gire la cabeza— ¿Qué haces aquí sentada?

 

Tomo un poco de aire y la miro. Ambas estamos sentadas fuera, y arropadas con una manta.

 

— No quiero entrar aún.

 

— Entiendo. No te han recibido muy bien —Muevo la cabeza—. Tienen que conocerte para saber porqué decidiste tomar una decisión así.

 

— No me importa. Si no les interesa pasarse a pensar en el infierno que estaba viviendo, da igual. Yo sé que viví, sé lo que sufrí y no me arrepiento. Aaron es la mejor decisión de mi vida.

 

Con el dedo tembloroso, aparta el mechón sobrante de mi coleta.

 

— Conocí a tu padre cuando tenía tu edad y me recuerdas mucho a él. Siempre rebelde, optimista, luchador. Quería cambiarlo todo, pero se enamoró de tu madre, y después de hacerlo solo quería irse con ella.

 

— Mi abuelo no quería su relación, vosotros tampoco.

 

— No es cierto, nosotros queríamos la felicidad de tu madre, la amábamos. Tú abuelo y yo queríamos más que nada en el mundo que ella decidiera por sí misma.

 

Suspiro.

 

— Pero mi abuelo paterno no.

 

— Él vino a reclamarnos, nos pidió que nos fuéramos del pueblo y que jamás volviéramos. Quería una buena mujer para su hijo, y bajo su criterio, mi pequeña no era lo suficiente porque no pertenecía a la hetnia.

 

— Es injusto.

 

— Tan injusto como que quiera arruinarte la vida, separarte de la persona que amas y doblegarte bajo sus leyes. Él jamás aceptará a Aaron porque se atrevió a desafiarlo. —La mico confiesa. No entiendo como sabe todo.

 

— ¿Cómo sabes la razón?

 

— Tu madre me ha contado todo.

 

Observo el móvil, hace cinco minutos que me llegó un mensaje de Aaron pero ni siquiera me había dado cuenta.

 

Es tan dulce.

 

— Te aceptarán con el tiempo.

 

— ¿Cómo? ¿Quedándome embarazada? ¿Escapando lejos de aquí para empezar una nueva vida? —Pregunto con rabia— Mis padres tuvieron que huir y después de morir mi padre, ellos se sintieron con derecho a llevarme con ellos a la fuerza.

 

De repente, mi móvil suena en mi bolsillo. Es Aaron ¿Qué habrá pasado? Hace pocos minutos me envió un mensaje, él no es de los que insisten o llaman continuamente.

 

— Perdona.

 

Me pongo en pie.

 

LLAMADA TLF.

 

— ¿Aaron?

 

— Amara —Su voz no es la de Aaron, es Pablo.

 

— ¿Pablo? ¿Qué haces con el móvil de Aaron?

 

Un silencio incómodo me preocupa.

 

— ¡Pablo!

 

— Le han dado una paliza. No quiere ir al hospital, estamos en mi casa pero... debería ir a un hospital lo antes posible.

 

— ¿Qué? ¡Pásamelo!

 

Escucho como ambos discuten. Aaron no quiere ponerse así al teléfono, no quiere preocuparme, pero al no hacerlo, me preocupa mucho más.

 

— Estoy bien. —Asegura, pero su voz demuestra lo contrario.

 

— ¿Quién te ha golpeado? ¡Dime!

 

— No quiero que sigan metiéndote en problemas. Ha sido solo un ajuste de cuentas.

 

— No me creo que tú tengas cuentas pendientes, estoy completamente segura de que ha sido mi familia ¡Y no me harás cambiar de opinión! —Subo la voz angustiada— Aaron, dime la verdad.

 

— Fueron ellos. Quieren separarnos, hacer que me aleje de ti.

 

Frunzo el ceño.

 

— Lo sabía. Mi abuelo mandó a mis primos para hacerte daño ¡Esos abusones! Te juro que pagarán por ello.

 

— No hagas nada ¿Sí? Tienes una orden de alejamiento en curso, no puedes acercarte.

 

— No me importa. Esto es el colmo.

 

— No harán que te deje, ni siquiera con todas las palizas del mundo lo conseguirán.

 

— Lo sé. —Susurro— Sé que no lo harás. Pero están llegando demasiado lejos ¡Pudieron matarte! Te juro que haré que esto pare de una vez.

 

— Preciosa.

 

— No me calmarás.

 

— Quiero que esto lo solucionemos juntos, pero no ahora.

 

Llevo la mano derecha hasta mi frente. Todo es mi culpa. Quieren obligarnos a tomar la decisión de casarnos para que ellos dejen de tener vergüenza. Exigen con sus matones para que finalmente aceptemos o nos separemos. Esto es manipulación, y no pienso permitirlo.

 

— Lo arreglaré.

 

— Nada les arreglará el cerebro.

 

— Lo que te han hecho...

 

— Lo que me han hecho, lo único que ha conseguido es hacer que desee luchar más por nosotros. Déjalos. Olvida que intentan alejarnos.

 

— Pero...

 

— Estamos juntos, estaremos juntos y tendrán que comerse sus propias palabras.

 

— Es mi culpa.

 

— De lo único que tienes culpa, es de lo que siento por ti. Puede estar el mundo entero en nuestra contra ¡Me da igual! Te quiero ¿Me oyes? Te quiero.

 

— Y yo a ti.

 

— Te prometo que mañana arreglamos todo ¿Vale?

 

— Quiero ir contigo en este momento.

 

— Mi niña, no hay nada que desee más, pero es tarde, no quiero que trasnoches por mi culpa. Mañana estaré mejor e iré contigo.



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En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

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