Fue el sonido de las campanas a receso lo que despertó a Yuoko y, como siempre que volvía a sus sentidos, lo hizo desorientada y con miedo, pero las circunstancias no podrían haber sido más diferentes.
¿Dónde estaba?, no era uno de sus muchos escondrijos oscuros en el valle sino en una mullida cama, el aire olía a algún perfume, no a podredumbre o humedad, su cuerpo no dolía, su boca no estaba amarga y, ¿estaba usando una bata?, su manto de piel y el resto de sus ropas estaban dobladas en una silla, se incorporo un poco y se examino a conciencia, ni cicatrices, ni moretones ni astillas, ¿Cuándo había sido la última vez que despertaba sin tener que preguntarse “¿Qué estupidez hice ahora?”?, examino la bella alcoba y por un momento se le ocurrió que quizás le habían llevado al castillo; una vez, solo una vez, se había peleado con los perros del Comerciante y quedo tan malherida que tuvo que pasar una temporada allí, bajo las atenciones de la Curandera, pero había estado en una sala de enfermería.
-Buenos días, querida-una mujer entro al cuarto, vestía todo de negro, con velo incluido, por cómo se encorvaba y su voz supo que era una anciana.
-¿Bria?-parpadeo-es tu casa… ¿Qué estoy haciendo en tu casa?
-Nicolay te trajo-le sirvió agua de una jarra.
-¿Nicolay?-acepto el vaso, su sed era algo que no cambiaba.
-Has estado viviendo en su refugio, te domestico.
-¿Él…?-se mordió el labio-igual que Merhs…
-Ni de cerca, cariño, te lo aseguro, hacía tiempo que no conocía a un joven tan respetuoso.
-¿No me ha hecho nada?-lo que podía recordar de Nicolay le indicaba que si parecía una buena persona pero uno jamás debía confiarse-¿entonces porque estoy aquí?
-Te trajo hace un par de días, me pidió que te diese un baño y te dejara dormir aquí, precisamente para que no despertaras en su casa y pensaras lo peor.
-Entiendo eso… ¿pero porque el baño?, y esto-palpo la bata-podría haberme aseado yo misma ahora.
-Quería que despertaras sintiéndote una persona.
Yuoko abrió grande los ojos y no supo que decir, de pronto se le llenaron los ojos de lagrimas, cada vez que había despertado en el pasado lo hacía sintiéndose como una alimaña miserable, avergonzada de sí misma más allá de lo creíble y odiando cada segundo de ese plazo en el que solo era ella misma para constatar cuanto más se había degradado, esto de ahora…era casi como un sueño.
-Ya, linda-Bria le limpio las lagrimas con un pañuelo-no gastes tu tiempo en llanto, ¿Qué tal si me ayudas con el desayuno?, luego te prestare un vestido y podrás salir.
No estaba segura de querer salir pero claro que iba a ayudarla, porque eso sería lo justo y lo justo siempre había sido importante para Yuoko.
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Su padre solía decir que la capacidad del hombre para discernir el bien del mal era lo que les separaba de las bestias, ella le adoraba y nunca puso en duda su integridad, ¿Quién lo haría?, era el juez de su aldea, aquel que prodigaba justicia.
En ese entonces era feliz, era inocente, y lo fue hasta el aciago día, cuando apenas tenía doce años, que un grupo de hombres le tomo por la fuerza en el bosque, no fueron desconocidos, eran el hombre más poderoso del lugar y su camarilla, “si dices una palabra te mataremos”, dijeron, “tus padres nunca te encontraran”, solo una tonta habría tratado de defenderse y Yuoko no era tonta, pero creía en la justicia y en cuanto le dejaron sola echo a correr a su casa, y le dijo a su padre lo que le habían hecho, los golpes en su cuerpo y sus ropas manchadas de sangre eran una más que suficiente evidencia.
Fue entonces cuando supo que le habían estado mintiendo.
“¡Sucia deshonra!”, fue el grito de su padre, acompañado de un bofetón que le hizo sangrar el labio, “¿Cómo osas mostrarte de esta manera?, ¿Qué hiciste para provocar esto?”, y su madre lloraba en una esquina, Yuoko no entendía nada, ¡ella no había hecho nada!, ¡No había hecho nada!, ¿Por qué se le estaba acusando?, ¿Dónde estaba la justicia?
-Vamos a verlo-dijo entonces su padre, cruel como el filo de un hacha-ofrecerás una disculpa por tu comportamiento.
-No… ¡No, nunca!
-¡Yuoko!, ¡Soy tu padre y vas a obedecerme!
-¡No eres mi padre!-chillo, escapando de su agarre-¡eres una bestia!
Solo como curiosidad, la aldea de Yuoko era vecina de la aldea de Nicolay, en otro tiempo, en distintas circunstancias, ambos podrían haberse conocido desde antes; Yuoko corrió tanto y tan rápido como pudo, ignorando el dolor de su cuerpo maltrecho, y la mala estrella que era su sino desde aquella mañana le llevo hasta el templo de Loki, donde entro esperando hallar un lugar donde descansar y vaciar en lagrimas la infinita decepción que sentía en el alma.
En lugar de eso se encontró con un Valle místico, una diosa prepotente y una criatura de sonrisa espeluznante que le ofrecieron participar en un obtuso juego de roles a cambio de un deseo, quizás si hubiera tenido al menos media hora para calmarse podría haber sacado un beneficio de aquello pero estaba demasiado alterada, demasiado furiosa con un mundo que le había traicionado y no pudo controlarse, hizo enfadar a Ailur y su castigo fue convertirse en aquello que más despreciaba: una Bestia.