La leyenda de los Ignis | #2 |

Capítulo 42. Sonrisas y lágrimas

Claudia caminaba agobiada por el pasillo, necesitaba aclarar una información que le había llegado. Llevaba días sin dormir y saltándose las clases, no podría aguantar ese ritmo mucho más.

— ¡Clo, espera!

La voz de su hermano logró sacarla de sus pensamientos, pero no la frenó en su camino.

—¡Espera! —insistió algo serio, estaba preocupado por ella—. ¿Qué te ocurre?

Ella trató de seguir avanzando, pero el la detuvo sosteniendo su brazo con fuerza.

—Estoy ocupada —respondió ella tratando de restar importancia al asunto, pero su hermano no la dejó ir—. Hablamos en otro momento —añadió mientras soltaba su brazo y comenzaba a correr por el pasillo logrando despistar a su hermano.

Estaba cansada, agotada en realidad. No quería tener que darle explicaciones a nadie, y menos a él. Lo conocía demasiado bien como para saber que no lo aprobaría y que seguro haría algo para impedir que siguiese con eso. 

Llegó al despacho de Adriana, ahora estaba vacío porque Óscar aún no se había decidido a ocuparlo, así que ella podría entrar sin que nadie lo supiese. Solo necesitaba echar un pequeño vistazo a algunas cosillas, y quizás coger algún que otro número de teléfono.

Abrió la puerta y se deslizó dentro de manera sigilosa. Todo estaba perfectamente ordenado a diferencia de la última vez. Se notaba que nadie se atrevía a mover nada de sitio sin que Adriana diese su consentimiento. Comenzó a rebuscar, pero de pronto la puerta se abrió y no le dio tiempo a esconderse. Tan solo soltó el libro que tenía entre sus manos y se giró para ver quién la había descubierto.

Con cierta sorpresa divisó que se trataba de Óscar y Nicky que iban bastante juntos y con una sonrisa que iluminaba la sala, últimamente pasaban mucho tiempo juntos, aunque eso no era de su incumbencia.

—¿Clo? —preguntó la morena sin entender qué hacía su amiga allí.

—Señorita calonge, usted no puede estar aquí —dijo el nuevo director tratando de sonar autoritario, pero su tono provocó una carcajada de la rubia.

—¿O sea que yo son señorita Calonge y ella es Nicky? —preguntó en tono burlón.

—¡Clo! —exclamó su amiga—, perdónala, está algo cansada últimamente —la disculpó.

—¿Por qué todos decidís lo que o quiero decir o hacer? —preguntó molesta—Creo que soy bastante clara y que el señor Quemada me ha entendido perfectamente, ¿o me equivoco?

Óscar comenzaba a perder la paciencia, no le gustaban estos dramas adolescentes, y si los aguantaba era por Nicky, pero eso de que los amigos de la Domadora se tomasen tantas confianzas ya le estaba molestando. Con Cesar aquí ya tenía suficiente drama en su vida.

—Óscar, lo lamento, dame un segundo —dijo cogiendo a la rubia del brazo y arrastrándola al pasillo.

—¿Se puede saber qué te pasa? —preguntó la morena molesta una vez estuvieron a solas.

—¿Y a ti?

—¿A mí? —preguntó extrañada.

¿A qué se refería?, no era ella la que avanzaba como un zombi por los pasillos, ni  la que había cambiado su actitud por completo en cuestión de tres meses. Entendía que lo de Bea le podía causar dolor, pero no podía estar así con todos.

—Sí, a ti —respondió seria—. Eras mi mejor amiga, siempre podía contar contigo, eras mi hermana...

—Clo, lo sigo siendo, estoy aquí —dijo tratando de acercarse a ella.

—¡No!, ya no... Ahora siempre estás con mi hermano o con Óscar —Hizo una pausa—. Te echo de menos...

Nicky se dio cuenta de lo frágil que se sentía Clo en ese momento, y lo peor es que tenía razón, sin darse cuenta se había distanciado de ella poco a poco por todo lo de Nate y Óscar. La abrazó con todas sus fuerzas.

—Lo siento —le dijo mientras la abrazó con todas sus fuerzas.

Pronto notó como Clo comenzaba a temblar y dejaba que sus lágrimas cayesen con total libertad. Necesitaba ese abrazo desde hacía tanto.

—Siempre estaremos juntas, ¿vale? —le dijo la morena a modo de promesa.

Clo siempre había estado para ella, era alguien a quien siempre protegería de todo y no soportaba no haberse dado cuenta de lo mucho que la estaba necesitando.

—Te quiero —le dijo la rubia mientras sus lagrimas comenzaban a cesar, ya se sentía más tranquila.

—Y yo a ti — le respondió Nicky con una gran sonrisa.

Entonces Claudia no aguantó más. Pudo ser por el cansancio acumulado, por la curiosidad de saber como reaccionar o porque era algo que deseaba hacer desde que eran niñas, pero esta vez no se contuvo y la besó.

Nicky se quedó inmóvil sin saber qué hacer, el beso la había pillado por sorpresa. La puerta se abrió y el profesor contempló la escena perplejo. Por el pasillo Nate, quien llevaba unos cuantos minutos buscando a su hermana, se quedó mirando lo que ocurría sin poder parpadear. ¡Su hermana estaba besando a la persona de la que él llevaba enamorado toda la vida! ¿Qué acababa de pasar?



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En el texto hay: internado, drama y romance, dragones

Editado: 23.09.2018

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