La leyenda de los Ignis | #2 |

Capítulo 53. No más mentiras

Nathaniel tosió interrumpiendo la escena. Una cosa era tener que presenciar una pelea de esos dos, y otra muy diferente tener que ver cómo se liaban. Eso ya sí que no, no estaba dispuesto a tener pesadillas toda su vida. 

Bruno y María se separaron algo avergonzados de que Nate los hubiese pillado de esa manera.

—Bueno, ya veo que estáis bien, así que ¿podemos seguir? —preguntó Nathaniel tratando de quitar hierro al asunto.

—Primero quiero que me expliquéis lo que está pasando. 

Bruno asintió con la cabeza. No más secretos, está vez no volvería a dejarla al margen.

—María, quiero que sepas que no tenemos ni idea de qué está pasando, y lo que te vamos a decir no quiere decir nada —comenzó Bruno sin saber muy bien cómo explicárselo.

Ella cogió la mano del chico de forma cariñosa. Podía contárselo.

—Tu madre fue quien cambió la foto y puso la de tu padre en el libro —dijo de pronto Nate.

Bruno lo miró furioso. ¡Él pensaba hacerlo con más tacto! 

—¿Qué? —preguntó Nathaniel encogiéndose de hombros—. Estabas dando muchas vueltas y no quiero quedarme aquí hasta mañana. De hecho tengo que impartir una clase mañana a primera hora, así que... 

Bruno resopló y miró hacia su novia, quien estaba en silencio con la mirada perdida.

—¿Estás bien?

Ella asintió con la cabeza y comenzó a andar hacia su casa. No entendía qué había llevado a su madre a tomar esa decisión, pero esta vez no sacaría ninguna conjetura hasta escuchar sus explicaciones.

—Yo mejor os espero fuera —dijo Nathaniel.

—No, tú entras —respondió Bruno.

—No, esa mujer me odia, y no voy a entrar—respondió el Domador mientras María abría la puerta.

—¡Nate! 

—¡Bruno! No me obligues —advirtió.

Bruno lo miró desafiante. No iba a permitir que su mejor amigo lo dejase solo en esa situación. Él tampoco era demasiado bien recibido en esa casa, pero al menos con Nathaniel al lado, sería el menos malo.

—Entra —ordenó.

—¿De verdad quieres que entre y le explique a María y a su madre la razón por la que la llamas "pequeña mariposa"? —preguntó con una sonrisa malvada en su rostro.

Bruno palideció. Eso era un golpe bajo, era algo muy bochornoso y él lo sabía.

—Eso, ¿por qué me llamas así? —preguntó María curiosa, pero entonces se abrió la puerta y Dana los miró desconcertada.

¿Qué hacían en la puerta de su casa? Abrazó a su hija y se aseguró, para vergüenza de esta, que no estuviese herida. 

—¿Qué ocurre?, ¿está todo bien? —preguntó como solo sabe hacerlo una madre.

María asintió con la cabeza.

—Mamá, necesitamos hablar contigo —dijo dirigiéndose al cuarto de estar.

Nate frunció el ceño, no se había librado de esa reunión. Todos se sentaron en el sofá y esperaron a que alguien rompiese el hielo. 

De pronto María sacó el libro provocando que su madre se levantase alarmada.

—¡Javier! ¿Está bien?, ¿qué ha ocurrido? —preguntó arrebatando el libro de las manos de María.

—Mi padre está bien —respondió Bruno. 

—Entonces, ¿cómo tenéis el libro? —preguntó sin terminar de creérselo.

Conocía de sobra a Javier Jaquinot como para saber que él jamás les hubiese dado ese libro.  

  —Lo robé.

La sinceridad de las palabras de María sorprendió a todos, pero esta no quería tener que perder más tiempo inventándose excusas, quería saber ya todo lo que su madre tenía que contar. Y a juzgar por la cara que había puesto, era bastante.

—Cariño, no puedes hacer este tipo de cosas —le reprimió Dana.

—¡Y tú tampoco puedes poner a papá en peligro de esas maneras cambiando una foto!  —explotó ella.

—Oh, lo sabes... 

María la miró sin dar crédito a lo que acababa de escuchar, ¿eso era todo lo que tenía que decir?

Nathaniel carraspeó.

—Por mucho que estoy disfrutando de esta maravillosa escena madre e hija, algunos tenemos cosas que hacer, así que por favor, al grano. ¿Por qué lo hiciste?

Bruno miró Nathaniel pidiéndole paciencia, pero en el fondo sabía que era algo de lo que su amigo carecía, y que además tenía razón. 

—Jovencito, no puedes venir a mi casa y...

—Mamá, merezco una explicación —pidió María tratando de sonar tranquila.

—Es una larga historia...

—Tenemos tiempo —respondieron Bruno y María al unísono.

Nathaniel miró el móvil. Él en realidad no tenía demasiado. Quería volver al internado cuanto antes, pero no podía regresar sin ellos dado que los dejaría sin forma de llegar al internado. 



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En el texto hay: internado, drama y romance, dragones

Editado: 23.09.2018

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