La Leyenda del Tesoro Prohibido

Capítulo 01: La hacienda

Era un gran corredor en medio de la hacienda, estaba oscuro y mi hermano quería saber a toda costa que escondía el patrón detrás de esa puerta. Nos acercamos muy despacio tomados de la mano cuando de pronto, un grito desesperado nos hizo retroceder. Era Juan, uno de los trabajadores de la hacienda, que intentaba escapar por tercera vez; era evidente su desespero, este sería su último intento… Luego de ver tal escena, decidimos no volver al corredor por un tiempo; porque a pesar de nuestra edad, sabíamos cuáles serían las consecuencias.

Al día siguiente, como de costumbre, salimos muy temprano con el ganado a la montaña, sin duda, era el mejor lugar de la hacienda. Había una gran variedad de aves silvestres que representaban una hermosa opereta con su canto y un alborotado baile en el aire trasladándose entre los árboles; sin duda, un lugar de paz decorado con el arrullo de las palomas, la adrenalina de los gorriones y el esplendor de las golondrinas.

Mi hermano y yo solíamos trepar a los árboles para visitar los nidos con las nuevas camadas de cantores, pero este día fue diferente, ninguno de los dos podía decir una sola palabra, estábamos desconcertados, mi madre lloró toda la noche. Juan, más que un compañero de trabajo era parte de la familia, a pesar de algunas diferencias con mi madre, era muy evidente el cariño que se tenían, mi padre lo cuidó y educó desde muy pequeño a pedido de sus padres quienes fueron enviados a una ciudad muy lejana, por un encargo del patrón; un viaje sin retorno.

A pesar de que todos los trabajadores estaban acostumbrados a presenciar la ejecución de un compañero, esta vez nos rompió el corazón a todos, Juan estaba dispuesto a encontrar a sus padres. Pero el trabajo continuaba, sin funerales, ni despedidas, teníamos que seguir trabajando para complacer los deseos del patrón. Nosotros pasábamos todo el día junto a mamá, y papá se encargaba de mantener los cultivos, cada familia tenía un rubro designado. La ganadería, carpintería, cerrajería y agricultura, eran las actividades más importantes de la hacienda, sin duda, estábamos en la más importante de la provincia.

Al atardecer teníamos la tarea más difícil del día, juntar al ganado, teníamos a más de cuarenta cabezas de ganado a nuestro cuidado, y había que devolverlos a todos. Muchos de ellos se subían a partes muy altas en busca de pasto fresco, algunos cruzaban el río y otros, simplemente desaparecían. Era toda una aventura poder encontrarlos, en muchas ocasiones mi padre junto a otros trabajadores salían con caballos en busca del ganado. Cuando volvimos a casa, fuimos con mi hermano al patio principal por leña para preparar la cena; al volver, nos percatamos de algo muy extraño, una luz cubría la mitad del corredor prohibido, lo que significaba que la puerta estaba abierta, esta era la oportunidad que tanto estábamos esperando, teníamos muchas ganas de ver qué es lo que con tanto empeño escondían en esa habitación, nos acercamos lentamente y cuando estábamos a punto de llegar al corredor, la puerta se cerró de golpe y mi hermano de un jalón me llevó detrás de una columna.

Con las botas de cuero, traje de algodón, látigo en mano y sombrero de paño, Don Antonio se dirigía a su despacho, tenía un a mirada desafiante y una gran fuerza, todos le temían, mi madre nos contó que un día se enfrentó a un toro salvaje y lo mató con sus propias manos; era muy difícil creer que pudiera existir alguien así, pero ver a mi padre inclinándose ante él, nos hacía tenerle mucho miedo. Don Antonio era la última persona a la que alguien querría hacerle enojar, ya que en todo el callejón se le conocía, como el ángel de la muerte.

 



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En el texto hay: hermanos, hacendados, tesoros

Editado: 30.05.2021

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