La Lista

Capítulo 05

Después del almuerzo, Alma y su madre, decidieron visitar el cementerio, prepararon una canasta con varias cosas para comer y llevaron algunas flores para la tumba de su padre, pasaron gran parte de su tiempo limpiando el nicho; concluida la labor, armaron una especie de picnic, con lo que llevaron, delante del mausoleo, conversaron recordando anécdotas de aquellos tiempos en que estaban los tres juntos; el sol comenzaba a ocultarse, así que levantaron todo y salieron con dirección a su departamento.

Llegaron cuando la noche comenzaba a mostrar sus primeros rastros, se prepararon algo ligero para cenar y comieron juntas, luego cada una se retiró a su recámara para alistarse a dormir.

Cuando Alma estuvo preparada para descansar, tomó su lista del cajón y añadió una línea más.

—Dejar a mamá con pareja —habló la joven, leyendo lo que terminaba de escribir.

Repasó la primera línea de su lista, la visita de Nico había influido en colocarla de primera, esta se trataba sobre comenzar a trabajar en lo que amaba hacer, el diseño de moda, no contaba con un certificado que la avalara, pero sí con la experiencia necesaria después de trabajar por años como asistente del director ejecutivo de «Colorato», «seguro que eso deberá de servir para comenzar algo», pensó la joven, así que resuelta a que mañana comenzaría con el primero de sus últimos días, se recostó en la cama y se durmió.

Al día siguiente, Alma se despertó sobresaltada por el bullicio fuera de su recámara, se imaginaba quien era el causante de todo ese alboroto, así que antes de levantarse completamente, se estiró en la cama, luego se dirigió al baño y se aseó como era debido, se cambió con su mejor atuendo, aunque ahora sus prendas le quedaban grandes debido a su pérdida de peso, tampoco era que antes fuera gorda, pero si se notaba el cambio, tantos meses en coma habían valido de algo.

Cuando estuvo lista, salió de su cuarto y se encontró con Nico terminando de servir los desayunos en la mesa, quien era asistido por Concepción que también se encontraba lista para salir.

—Buenos días, familia —saludó Alma, acercándose a su madre para darle un beso.

—Buenos días, mi niña —respondió Concepción.

—Hola, mi castañita adorada —contestó Nico, efusivo—, ven a sentarte, mi amor, tienes que alimentarte bien, mira que hoy tenemos un día muy agitado —explicó, retirando la silla para Alma y después para Concepción.

—Gracias, querido —agradeció la mujer mayor, acariciando la mejilla del rubio.

—Gracias, mi rubio, ahora siéntate para que podamos comer —pidió Alma, tomando la mano de su amigo.

Desayunaron y cuando terminaron, entre todos limpiaron, al concluir salieron del departamento, Concepción con rumbo a su trabajo y Nico con Alma, rumbo al Consorcio Trasnacional de Moda y Diseño «Colorato».

Cuando llegaron, Alma pudo notar que varias cosas habían cambiado, sobre todo en el personal, muchas de las personas que trabajaron con ella todavía seguían ahí, pero también había caras nuevas, que miraban con cierto recelo a la chica nueva.

Al llegar al área de trabajo de Nico, Alma le solicitó ir a los servicios, se sentía abrumada con tanta mirada inquisidora sobre ella.

—¿Todo bien? —cuestionó Nico, mirando el rostro pálido de su amiga.

—Sí, todo bien, solo necesito usar el servicio —explicó Alma, sin mirar al rubio a los ojos.

—Ya sabes dónde queda, mi castañita —dijo el joven, sentándose en uno de los taburetes que había en el área de diseño del Consorcio.

Alma entró en el servicio, se miró al espejo y pudo ver su rostro pálido, su tez blanca no ayudaba en nada a esconder su temor, echando un poco de agua a su cara, agradeció que los que trabajaban con Nico aún no llegaran, necesitaba un poco de tiempo para serenarse antes de lidiar con más personas, hacía mucho que no se encontraba con tanta gente alrededor.

Al salir del servicio se encontró con que varios compañeros de Nico habían llegado, algunos se le quedaron viendo al notar su presencia, al parecer nadie la reconocía después de casi un año de no saber de ella.

—Señorita Aguirre, ¿es usted? —preguntó una joven, unos años menor que ella.

—Hola, Sammy —saludó Alma, algo apenada.

Tras las palabras de Alma, muchos se acercaron a ella para saludar, algunos de ellos efusivos con abrazos y besos en la mejilla, deseándole parabienes.




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