Tiempo atrás, no se sabe cuánto, especies distintas vinieron al mundo.
Humanos, temerosos, asesinaron a todo aquel que amenazaba, según ellos, su existir.
Muchos huyeron, lograron esconderse y vivir.
Otros nos pudieron escapar, y a consecuencia, su especie desapareció después de poco tiempo.
Nuestra especie, venidera de tierras desconocidas, protegió a las especies más débiles, cargando con la muerte de cientos de humanos; aun así, siguieron protegiéndolas hasta que el mundo se olvidó de su existencia.
Siglos escondiéndose se derrumbaron con la caza de brujas y el resurgimiento del miedo humano a lo desconocido; un miedo irracional y asesino que no pudo ser frenado hasta que saciaron su sed.
—Él, junto con otros, tuvo que luchar contra quienes nos odiaban, para proteger a las nuevas generaciones y no dejar morir a las pasadas. Así, aseguró que tú y yo pudiéramos vivir, y que los vampiros pudieran seguir de pie.
—Un momento…
Alexandra estaba intentando digerir las palabras que Nick estaba diciendo, pero le era imposible pensar correctamente y procesar de un solo jalón.
—Sé que es difícil; lo entiendo perfectamente. Pero necesitas saber, y entre más pronto sea, mejor.
—¿Te dijeron lo mismo a mi edad?
—Si. —Nick dio un largo suspiro y se talló suavemente la cara—. Sé que esto te mortificará por días y estarás preguntándote qué hiciste para merecer esto, y luego creerás que estás loca…
—Ya lo creo. —Alexandra sonrió amargamente, abrazando su torso con fuerza. Nick la miró, con simpatía, y se acercó a ella.
—No estamos locos. —La rodeó con sus brazos y la atrajo a sí con cuidado. Ella intentaba contener sus lágrimas—. Somos diferentes y el mundo no está preparado para ello. Ni tu ni yo estábamos listos para esto, pero, responde una cosa; ¿no sientes que esto es correcto?
Ella se concentró en esa última palabra, relajando buena parte de su mente y su cuerpo. Entre el abrazo de su primo, entendió que esa era la palabra que estaba buscando.
“Se siente correcto”, pensó.
—Yo también lo siento así. —Nick soltó su abrazo y le tomó la cara para limpiar los restos de lágrimas que quedaban—. Sé que no es sencillo, sé que parece una mala historia de una saga juvenil, y que más delante dudarás de que sigas viviendo en la realidad, pero, por favor, escúchame… —con sutileza, tomó sus manos y las sujetó—, estamos en esto juntos, no te dejaré sola, y él tampoco dejará que caigamos.
Alexandra no soltó el agarre, sino que, mirándolo con cautela, hizo el apretón más firme. Una duda se formuló en su mente, y aunque dudó en preguntar, no pensó mucho para decirlo.
—¿Quién es él?
Nick, asombrado por la pregunta, sonrió dulcemente suspirando.
—Nuestro abuelo —respondió.
Un brochazo aturdió la mente de Alexandra, y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.
—¿Cuál es su nombre?
—Zantier Mussol.