La llave de la verdad | Crónicaz Multiversales 1

Capítulo 10 - Los dos equipos

Parte 1 

Tiempo: 

5:36 pm, 8 de abril de 2002. 

Lugar: 

Cinco kilómetros del Condado de Alzeka, Continente Ranmer. 

 

Rojo había tenido que soportar las quejas de los dos prisioneros que tenía. Los hombres de traje que habían estado a cargo del prostíbulo, Rojo ya había terminado de formular la estrategia que más le había convencido, gracias al rescate en el pueblo de Medio Caracol, su pequeño ejército se había incrementado con ocho nuevas personas, eso ponía a un total de sesenta y cinco soldados dispuestos a luchar, no eran muchos. Seguramente los iban mascarar frente a las fuerzas de dos mil soldados de los serotianos. Pero con una buena estrategia cualquier pequeño ejercito por más mínimo que fuera podía tener éxito.  

Si tan solo hubiera podido reclutar a los dos hombres de traje, serían de gran ayuda, pero por lo visto no estaban decididos a colaborar con Rojo. Ya había intentado de todo para tenerlos de su lado. Soborno, manipulación hasta tortura, pero nada había tenido resultado (Rojo no era muy partidario de la violencia aún se lo merecieran) en algún momento los dos se darían por vencidos, tarde o temprano sucumbirían.  

 

Zoey iba caminando hacia el colectivo, junto con Aboran.  

El día anterior Efraín los había llamado a ellas dos junto con Lanss para dar los toques finales a su avión. Ahora mismo estaba yendo para poner el dispositivo en marcha. La chica de ojos verdes oscuros se detuvo en plena colina donde se hallaba toda la caravana, miró hacia el Condado de Alzeka que se encontraba a unos veinte kilómetros, desde esa distancia lo único que se podía ver era la gran torre del Condado que superaba las nubes y se perdía en el cielo, era como si fuera una especie de pirámide, pero con grandes escalones y circular. La chica continuó caminando hasta encontrarse al costado del colectivo con Efraín y Lanss. Los dos comenzaron a sacar el prototipo, tenía un pequeño motor en la parte trasera que impulsaba una gran hélice, cruzaba con un gran cilindro de metal al medio y con unas dos palancas una de dirección y otra de elevamiento y caída. Tenía cuatro asientos sobre el cilindro y un par de ruedas de autos en la parte inferior, con un improvisado tren de aterrizaje que se bajaba por una polea que se encontraba a un costado del segundo asiento. En la parte superior había un ala hecha con cortinas y telas robadas.  

—¿Estás seguro de que esto va a poder cruzar la muralla sin problemas? —preguntó Lanss.  

—Yo no pienso subirme a esa cosa —expresó Aboran mirando los defectuosos asientos moverse con un poco de fuerza de sus propias manos.  

—Son pequeños defectos —expresó Efraín ajustando el asiento con una llave— ¿Ves? —dijo intentando mover el asiento que ahora se hallaba completamente fijo. Aboran revolvió sus pupilas—. Lo probé y puede alcanzar la velocidad y altura que necesitamos. 

—Pero... Lo probaste solo —añadió Zoey.  

—Claro... eh... la cosa va a salir bien —dijo Efraín poniéndose un poco nervioso—, siempre y.… cuando no nos descubran. Tú no te preocupes Zoey.  

—Por Narelam —dijo Lanss—, no puedes ser que dejemos nuestra vida en manos del noviecito de Zoey —los dos se giraron hacia Lanss.  

—¡Qué no somos novios! —vociferaron al mismo tiempo. Poniéndose aún más rojos cuando se oyeron decir exactamente lo mismo. Aboran y Lanss comenzaron a reír débilmente con una sonrisa enternecedora.  

—Me voy a buscar el combustible —expresó Efraín caminando hacia el auto en un costado de él tenían todas las herramientas y armas necesarias. 

—Iré a ver a como está mi abuela —dijo Lanss.  

—Yo te acompaño querido —dijo Aboran tomando la mano de Lanss. Zoey se encogió de hombros.  

—Claro que sí, déjenme sola —expresó la chica de ojos verdes oscuros en ese momento apareció Ardoz moviendo su pequeña cola rápidamente de alegría— ¿Tú también me vas a dejar? —preguntó Zoey, el canino se sentó y largó una pelota de color marrón oscura que llevaba en su boca—. Ya veo... Con que quieres jugar —exclamó tomando la pelota llena de babas perrunas y lanzándola por el extenso campo en el que se encontraban.  

  

Lanss ingresó en la tienda que estaba a cargo de la doctora Ruger, había unas diez camas improvisadas con telas y un marco de metal y estaban separadas por cortinas, la única convaleciente en ese entonces era Nancy Dasma, Ruger salió corriendo la cortina y pudo ver a Lanss al fondo de la habitación. Se acercó caminando hasta Lanss.  

—Ya se encuentra mucho mejor —dijo Ruger por fin. Durante aquellos días había estado luchando para sobrevivir, ya que había estado expuesta al borde de la muerte por permanecer tanto tiempo sin medicamentos—. De hecho, despertó recién y dijo un par de palabras. Adelante puedes pasar, pero no le menciones que eres su nieto o algo que pueda alterarla —dijo Ruger. Lanss asintió.  

Estuvo sentado un par de segundos, y como si Nancy hubiera sentido que alguien había llegado a visitarla se despertó débilmente con sus pesados párpados apenas pudiendo abrirse.  

—¿Eh? —susurró Nancy—, querido has venido. Por fin —Lanss se levantó. Él solamente sonrió, ¿Qué? ¿Me reconoció después de tantos años? Se preguntó en su mente el chico—, Refux. ¡Qué gusto me da verte! ¿Cómo andan tus niños? 




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