Tiempo:
5:23 pm, 19 de abril de 2002
Lugar:
Isla de los Kabarys
Zoey Viquery estaba sentada en las gradas viendo como la Kabary Saininar estaba practicando unos movimientos con su espada, la niña de ojos verde oscuros intentaba leer cada uno de sus movimientos.
—¿Por qué no decantas tu poder a veces? —preguntó Zoey.
—Porque hasta los poderes de nosotros los Kabarys tienen un límite señorita Zoey Viquery —expresó Saininar—, el límite se mide dependiendo de cuanto hayas entrenado. Con más entrenamiento, mayor es la resistencia, lógica básica —expresó la Kabary soltando veloces estocadas—, si te pasas de ese límite tus músculos pueden empezar a doler. Pero la espada va a ganar más peso, mayor exigencia mayor peso. Una vez yo misma me excedí y terminé una semana en cama. Uno de mis huesos se había roto. Una vez pude ver como un Kabary se sacaba el brazo —Saininar cerró sus ojos y un escalofrío recorrió todo su cuerpo—. Fue hace años yo tenía tu edad. Fue algo horrible, literalmente se salieron de su cuerpo. Me parece que aquel Kabary falleció algunos días después —Zoey asintió recibiendo un escalofrío al imaginarse lo que probablemente había visto Saininar.
—¿Puedo tomar tu espada? —preguntó Zoey. Saininar dejó de dar sus estocadas y la miró seriamente abriendo sus ojos. Saininar suspiró y se acercó a Zoey.
—Sé que todo esto es nuevo para ti y que todavía no eres una Kabary, así que claramente voy a pasar por alto lo que acabas de decir, pero te voy a advertir algo. No puedes usar la espada de otro Kabary que no tenga tu sangre. Por ejemplo: Nuestra líder puede usar la espada de Otidas, porque va a funcionar. Pero tú no puede usar la espada de Otidas por que no va a funcionar, además, sería como una total falta de respeto. La espada de un Kabary es muy importante, diría que lo más importante. Hasta incluso debes nombrarla —Zoey prestaba atención poniéndose roja con cada palabra nueva que Saininar soltaba. Se daba cuenta de lo que había hecho—. Tranquila, no lo sabias —dijo Saininar al notar el rubor en las mejillas de Zoey.
—¿De verdad? ¿cómo se llama tu espada? —preguntó Zoey.
—Mi espada se llama Pinza —expresó Saininar—, la llame así por razones específicas, cada Kabary puede elegir el propio nombre, algo que realmente le haga bien, ya sea que le recuerde a algo malo o bueno. Algún día te contaré por que le puse Pinzas. Algunas armas pueden tener dos palabras como nombres, como la de Etry —dijo Saininar señalando al Kabary que se encontraba varios metros de distancia estaba ayudando a Otidas a cargar unos cajones en la nave avión del credo—. Su espada se llama Fuego Eterno. La espada de Otidas se llama Furia y la de Fizante se llama Nube Espiral. Tal vez hay algún significado especial detrás de cada nombre o simplemente les gustó ese nombre, el punto es que debes elegir un nombre para tu espada el día que la forjen. Lo cual no puede estar muy lejos. ¿Estás nerviosa por la iniciación de esta noche? —Zoey se agarró el estómago, ya estaba empezando a doler, aun cuando Saininar ni siquiera había pensado en aquella palabra "nervios". Me gustaría que no fuera tan directa señorita Saininar, pensó Zoey mirando a la mujer Kabary.
O que tal vez no hagas comentarios sobre algo obvio, pensó soltando un suspiro que Saininar captó como una clara señal de que su pregunta tenía una respuesta.
—Tú tranquila Zoey —animó Saininar—. No va a doler, probablemente un leve escalofrío o un cosquilleo en la nuca —Zoey sonrió y continuó viendo como la mujer Kabary estaba entrenando. En ese momento apareció Amanda junto con Aboran.
—Querida Zoey —dijo Amanda—, ¿Puedes venir un momento a mi despacho? Necesito hablar contigo acerca de esta noche.
—Claro que sí señorita Amanda —dijo Zoey que se levantó en el acto de aquellas gradas y recibió un guiño de ojo por parte de su prima Aboran. Saininar saludó a lo lejos con su mano, la niña de ojos verde oscuros le devolvió el saludo. Amanda y ella entraron en la casa de la líder de los Kabarys y pasaron directamente a su oficina. La mujer le sirvió una bebida caliente preparada con sabia de unos árboles que solamente crecían en la isla.
Zoey lo bebió, ya la había probado, era algo dulce y espesa para ser una bebida. Su sabor era muy acaramelado por eso se ingeria en pequeñas cantidades, ya que, más de cien mililitros en un día podía ser mortal para el estómago.
—¿Saininar te contó algo sobre el proceso de transformación Kabary? —preguntó Amanda. Zoey negó con su cabeza.
—Me explicó algunas cosas importantes sobre las espadas de los Kabarys... —expresó Zoey—. Nada más que eso...
—Ya veo. —contestó Amanda poniendo su mano en la barbilla—. Zoey, tengo que contarte algo que te oculte. De antemano lo lamento mucho, pero Otidas me hizo entrar en razón y no puedo dejarte formar parte de los Kabarys hasta que sepas esta verdad —dijo Amanda. Zoey soltó un suspiro. ¿Por qué miente tanto? ¿Por qué nunca me dice la verdad? En este punto... ¿Puedo seguir confiando en Amanda?
—Adelante... —contestó la niña revolviendo sus pupilas de color verde oscuro.
—Puede que haya obviado un poco de información para serte franca —expresó Amanda desviando la vista de los ojos de Zoey—. No quiero que lo tomes como una mentira, pero... Aquí tienes a alguien que también puede dominar los nueve poderes —la mujer se señaló a sí misma. Zoey iba abrir la boca para hablar, pero Amanda continuó—, antes de que me digas nada, ya no estoy mintiendo. Después de todo fui entrenada por tu abuela Megan para seguir en la misma línea de los nueve poderes... Y si nos vamos más allá también entrené a tu madre. Por qué fui la última además de ellas dos para recibir tal entrenamiento. Cómo sabrás tuve un hijo varón, el cual no puede decantar los nueve poderes, pero yo todavía puedo abrir el portal con tu llave... Lo que quiere decir que yo podría hacer tu trabajo. Pero ya tengo cerca de sesenta. Lo sé todavía me veo como una mujer de treinta —expresó Amanda con una sonrisa, giñando su ojo a Zoey. La niña más que sentirse mal o traicionada, le devolvió aquel gesto con una sonrisa—. A lo que quiero llegar es que no te sientas obligada, después de todo. Podremos volver a intentarlo en otros ochenta y ocho años.