No sé qué fue lo que me despertó; ya sea el sonido insistente de la lluvia o las manos de Paul trazando círculos suaves e imaginarios en mi espalda. Me quedé allí un rato más, mantuve los ojos cerrados, pero él supo por el cambio en mi respiración que estaba despierta. Levanté un poco la cabeza de su pecho para mirarle la cara y él me miró con esos hermosos y serenos ojos marrones antes de decir: -Roncas, ¿sabes?. -Le fruncí el ceño antes de darle un pellizco.
-¡Ay, ay!. Solo estaba bromeando. Me dijo sonriendo, frotando el brazo que le había pellizcado.
-¡Tonto!. -Me quejé y le devolví la sonrisa.
Sujetó firmemente mi rostro entre sus manos, fijó sus ojos en los míos y dijo:
-Eres aún más hermosa cuando duermes. -Murmuró, con esa voz ronca que sacudía todas mis estructuras.
Mi corazón se aceleró. Sabía que podía oírlo claramente; Fue vergonzoso para mí, pero emocionante para él. Acercó mi rostro al suyo y me besó; al principio con amabilidad y luego con pasión. Respondí con la misma intensidad.
Rompimos el beso para recuperar el aliento y, antes de que volviéramos a dejarnos arrastrar por la corriente de nuestros deseos descontrolados, pensé que lo mejor sería aclarar algunas cosas con él.
-Paul, sabes que esto sólo hace las cosas más difíciles entre nosotros, ¿verdad?. -Le pregunté cruzando los brazos sobre su pecho y apoyando mi barbilla en mis manos, esperé su respuesta.
-Conozco a Leah. Pero lo que deberíamos preguntarnos es: “¿Qué vamos a hacer con este sentimiento?”. -Preguntó preocupado, acariciando mi cabello.
Suspiré. Esa fue una buena pregunta. Y no sabía la respuesta. Fui honesta cuando dije: -No lo sé. La única certeza que tengo, por ahora, es que no quisiera que nadie supiera de nosotros. -Le dije convencido.
-¿Es por Sam?. -Preguntó, con una voz que intentó que sonara neutral. Decidí ser honesto, él merecía al menos eso de mí.
-Sí. -Respondí con la voz ahogada. -Tú conoces nuestra historia. Todavía lo amo.
-Sus ojos se oscurecieron. ¿Podría ser ira?. ¿Celos?. No le di tiempo para expresar sus pensamientos.
-Y también es para ti. -Continué rápidamente. -No quiero que seas el blanco de los comentarios desagradables que seguramente otros harán cuando se enteren de esto. -Dije señalándonos.
-¿De qué tienes miedo, Leah?. -Me preguntó curioso.
-¡De hacerte daño!. -Le dije, enfáticamente.
-Sé cuidarme muy bien. -Dijo nervioso. -No tienes por qué preocuparte por mí. -Concluyó con amargura.
-Sí, estoy segura de que aceptarás bien todos los chistes y golpes infames que el resto del grupo te hará escuchar bien. -Dije burlonamente. -Con el genio que tienes, tendremos suerte si no lo haces. Atácalos antes de que lo hagan los vampiros.
-Se rió a su pesar. Se sentó y me rodeó con sus brazos.
-¡Tienes razón sobre eso!. ¿Qué sugieres entonces?. ¿Que ignoramos la atracción que tenemos el uno por el otro?. Nunca pensé que fueras el tipo de persona que se preocupa por lo que piensen los demás. -Me dijo, mientras retorcía un mechón de mi cabello entre sus dedos.
-¡Y realmente no me importa!. Pero resulta que ahora es diferente… . ¡Hablarán de ti!. Y nunca lo aceptaré. -Dije resueltamente, abrazando mis rodillas cerca de mi cuerpo.
-¿No crees que deberías dejarme decidir sobre eso?. -El insistió.
-No creo que puedas hacerlo. Escucha Paul, no me malinterpretes, pero no tienes idea de lo cruel que puede ser la gente. Cuando Sam tuvo problemas al tener que afrontar solo el proceso de transformación, toda la Tribu se volvió en su contra, incluso después de que los Ancianos descubrieron lo que le estaba pasando, sin embargo, los demás no dejaban de hablar de él a sus espaldas. -Mi voz tembló, llena de resentimiento. -Muchos me acusaron, diciendo que debía estar involucrado en algo ilegal para poder soportar mis caprichos. -Escupí las palabras llenas de dolor. -Dijeron que debía necesitar mucho ¡Dinero para jugar a la novia mimada!. -Lo miré, toda la tristeza de ese momento estaba presente en mi voz y en mis ojos.
Me miró intrigado; su brazo alrededor de mis hombros.
-Eso te dolió mucho. -Fue una observación.
-Sí, pero lo peor fue ver lo que le hicieron. -Lo miré desolada. -No quiero tener que pasar por algo así otra vez. No quiero que pases por esto. -Dije decidida.
Nunca me había sentido tan expuesta. Un día apenas lo conocía y al siguiente estaba teniendo sexo con él y abriendo mi vida así, así, así, ¡como si fuéramos viejos amigos!.
-Escucha Leah, realmente no me importa nada de esto. -Afirmó, y continuó antes de que pudiera protestar. -Pero te respeto, y respeto tu decisión, de mantener nuestra relación en secreto, aunque no esté de acuerdo. con eso, pero no lo hago. No me perdonaría si te causara algún daño.
-¡No tenía idea de que Paul pudiera ser tan maduro!. Al fin y al cabo, él sólo tenía 17 años, dos años menos que yo, lo que me llevó a considerar otro aspecto muy relevante de nuestra “situación”.
-Aprecio tu consideración. Imagino que nuestra implicación sería un gran problema para los chismosos de turno, todos señalándome y susurrando “Ahí va el papá-ángel”. -Me reí solo de mi infame broma; No le gustó nada.
-Puede que sea más joven en edad, pero físicamente parezco mucho mayor que tú. -Dijo con resentimiento. -Y además dos años ni siquiera son una gran diferencia. -Levantó la barbilla en señal de orgullo.
-La justicia no está de acuerdo contigo. Tener relaciones sexuales con un menor se considera presunta violación, me podrían arrestar por eso, ¿sabes?. -Dije, intentando volver a ser graciosa, esta vez funcionó.
Él entendió mi intención de suavizar las cosas y me miró divertido.
-Eso es cierto, pero también podría decirles a mis padres que tú me sedujiste. Entonces tendrías que casarte conmigo para reparar mi honor. -Apenas logró terminar de hablar, todo su cuerpo temblaba con la risa.
¡Fue tan bueno escuchar su risa!. Yo también me reí, pero por nerviosismo.
-Ni siquiera digas eso en broma. -Le recriminé.
-Todo bien. Realmente no quiero casarme, al menos no ahora. Es mucho más divertido y excitante vivir una aventura prohibida. -Dijo con voz seductora.
Nunca me había dado cuenta de lo fuerte y ronca que era su voz. Me estremecí cuando su mano se deslizó desde mi hombro, bajó por mi costado y se detuvo en mi cadera. ¡Es tan guapo, tan dulce, tan atractivo!. ¿Por qué no podía enamorarme de él y mandar todo lo demás al infierno?. Sencillo, me dije, porque mi terquedad me mantenía atrapada en un amor no correspondido y era demasiado orgullosa para renunciar a mis creencias idiotas.
Respiré hondo, me levanté, recogí mi vestido y le tiré el pantalón corto en su dirección diciendo:
-Tenemos que irnos, los demás deben estar preguntándose dónde estamos.
-Lo haré, ¿pero sólo si prometes dejar de evitarme?. -Preguntó, atrapándome en un fuerte abrazo.
-Como si pudiera hacer eso. –Puse los ojos en blanco. -¡Eres tan sutil como un Mamut, y también eres demasiado bonito para tu propio bien!. -Lo acusé.
Él sonrió felizmente antes de besarme. Suspiré, alejándome de él de mala gana y diciendo:
-Realmente tenemos que irnos, Paul. Y si logras mantener tus manos, tus ojos y sobre todo tus pensamientos lejos de mí, mientras estemos con otros, prometo recompensarte. -Le dije seductoramente. Para enfatizar mis palabras pegué mi cuerpo al de él. Fue su turno de estremecerse.
-Leah, si sabes lo que es bueno para ti, no te burles. -Me susurró al oído. Me alejé sonriendo.
-Ve tú primero, nos encontraremos en el claro. -Dije empujándolo fuera de la cueva.
Me dio un último beso y se fue; Se giró desde la entrada para avisarme antes de irse:
-No creas que se me va a olvidar cobrar mi recompensa.
-Me guiñó un ojo y salió corriendo bajo la lluvia para unirse al grupo.