Había pasado un mes desde ese día, ese fue uno de los peores días que había pasado en mi vida. Después del día en el que me enteré de la muerte de mi hermana.
Aunque al menos, gracias a ese día, habían metido por fin al culpable del asesinato de mi hermana en la cárcel.
El ruido que habíamos escuchado en el piso de arriba, había sido Oliver. Intentando deshacerse de la única prueba que le inculpaba, cuando yo aparecí obviamente grité. Él me atacó intentando dejarme noqueada para huir, pero Hugo llegó y entonces llamó a la policía.
Y ya todo es historia. Lo importante es que Oliver está en la cárcel y por lo que me he enterado por Blanca, Bruno esta fuera.
Al principio estuve unos días en una especie de shock, sobretodo porque no me sentía segura en mi casa, no después de lo que había pasado.
De hecho después de ese día, solo pasé una noche en mi casa. Porque al día siguiente me fui para el piso que Blanca y yo compartíamos.
No pude volver hasta dos semanas después cuando además tuve que testificar por lo que había pasado con Oliver.
También volví a estar bien con Laura, de hecho ahora mismo estaba con migo en el piso.
-¿Seguro que quieres ir a hacer las paces con esos gilipollas?-Preguntó Laura mientras se metía una cucharada de cereales en la isla de la cocina. En ese momento cuando Laura dijo eso Blanca la dio un codazo en el estomago, mirándola como queriendo decir que se callase.
Este tiempo que habían pasado juntas por mí, se habían empezado a llevar genial, y eso que ellas sí que eran muy diferentes entre sí. Pero habían entrado en confianza rápido.
Lo que era digno de ver eran las discusiones entre Diego y Laura.
-Si.-Dije segura de mí misma.-Quiero…-Empecé pero negué con la cabeza sabiendo que no era así como quería decir la frase.-Les echo de menos.-Laura asintió finalmente aceptando del todo mi decisión, sabiendo que era lo que de verdad quería hacer.
Mientras salía del piso y me dirigía a la cafetería en mi coche me sentía extraña. Era consciente de que este camino que estaba haciendo hace un mes y pico era habitual para mí hacerlo, pero hacerlo después de ese tiempo… Se me hacía demasiado raro.
Unas lágrimas traicioneras cayeron de mis ojos, me froté los ojos rápido para después volver a poner ambas manos en el volante y suspiré tranquilizándome para llegar a la cafetería.
Aparqué el coche frente a la cafetería, sentí como casi podía oler el olor a café desde aquí. Me quedé unos minutos proseando lo que estaba a punto de hacer, a pesar de que lo llevaba queriendo hacer una semana y llevaba visualizando el momento toda ella, sentía que no tenía fuerzas para levantarme del asiento e ir a hablar con ellos.
Antes de arrepentirme y volver a casa, bajé el coche. Caminé intentando aparentar seguridad y con la cabeza alta hacía la puerta.
Ponía un cartel que indicaba que estaba cerrada, pero yo eso ya lo sabía por eso había venido a esta hora. En la que todavía estaban preparándose para abrir y era consciente de que todavía ningún cliente había llegado.
Cuando entré me quede mirando alrededor, analizando la cafetería, esperando que algo hubiese cambiado. Pero nada, todo seguía igual. Al menos físicamente no habían cambiado nada.
Entonces supongo que debido a que la puerta había sonado Enzo, Gloria y Hugo aparecieron y se quedaron mirándome sorprendidos.
Entonces por detrás de ellos apareció Sara hablando con Bruno, pero cuando notaron que todo estaba en silencio dirigieron la mirada hacia mí, quedándose igual de sorprendidos que los demás.
Y en ese momento creo que hice lo último que todos nos esperábamos que fuese hacer, prácticamente fui corriendo hacía ellos y me paré frente a Bruno.
Cuando me quise dar cuenta le estaba abrazando, y él a pesar de que al principio se quedó como un palo sin moverse, después de unos segundos me devolvió el abrazo.
Cuando me di cuenta verdaderamente de la situación me separé un poco incomoda de él, pero sin arrepentirme de el abrazo que le había dado.
-¿Ya no estás enfadada?-Preguntó Hugo echando para un lado a Bruno y poniéndose frente a mí.
-Un poco.-
-Me vale.-Dijo para después abrazarme. Y así acabé abrazándoles a todos uno por uno. Y después hicimos algo que hacía mucho tiempo que no hacía.
Fuimos a la salita de detrás de la barra y nos pusimos a jugar a videojuegos los cinco.