A su regreso, Biancy mostraba el mismo entusiasmo de cuando retornaba. Corría con la brisa, sin parar. Solo allí, al jardín frente a su casa, y a unos pasos de la mecedora del abuelo, era que reducía su marcha.
- Hola abuelo, ¿cómo fue tu día? -pasaba por su lado pero no esperaba su respuesta -El abuelo murmuraba para sí- - Casi tan hermoso como el tuyo... casi tan hermoso...
Ya en su habitación, el cambio de ropa era casi instantáneo. Su energía se activaba nuevamente y salia de la casa otra vez, en esta ocasión con una cubeta en la mano, para ir a buscar un poco de leche donde su tío Ezequiel.
El abuelo la miraba correr y sonreía.
-Allá va de nuevo,- decía el abuelo-, allá va...
Pronto se vislumbraba en el camino, y pronto llegaba a la puerta de su tío Ezequiel.
- Tío, - decía en la puerta cuando iba a entrar - Tio, vine por un poco de leche...
Y la puerta se abrió.
Biancy vio que su madre estaba sentada a la mesa con lagrimas en los ojos, y que la mirada de su tío Ezequiel no era la misma, estaba apenado, dolido.
- ¿Pasa algo? - preguntó tímidamente Biancy mientras observaba que su tío se colocaba de pies. - ¿Pasó algo malo?
El tío Ezequiel se aproximó a Biancy y la tomó de la mano, se inclinó para hablarle y con la garganta seca y los ojos llorosos le expresó.
-Biancy... sé que eres una niña fuerte... y sé que podrás entender esto...
- ¿Si?
Ya los ojos de Biancy comenzaba a llenarse de lagrimas porque sabía que aquello que su tío estaba a punto de decir sería tan doloroso para ella como lo era para él y para su madre que miraba sentada en la mesa y sin poder hablar.
- Es sobre tu padre - dijo Ezequiel - tu padre sufrió un accidente... de auto... y, y lamentablemente no sobrevivió....
Biancy daba unos pasos atrás, comenzaba a mover su cabeza lentamente indicando que no, sus lagrimas brotaron sin pedir permiso, y se llevo la mano a los labios, dejó caer aquella pequeña cubeta y seguido se llevo la otra mano a la boca.
- No, no... no es cierto, dime que no es cierto... que mientes, que es un juego... por favor... - eran las palabras de Biancy en medio de sollozos. Pero su tío era fuerte y no quiso maquillar aquello.
- Yo también desearía que fuera eso, una mentira, pero no... me duele tanto como a ti...
Biancy continuaba retrocediendo, poco a poco, hasta llegar a la puerta y emprendió la partida. Salió corriendo entre llantos y sin volver la mirada. Ezequiel y Martha intentaron llamarla para darle alcance y tratar de hacer que se calme, pero ella fue más rápida, se perdió en el camino, entre los arbustos del campo.
Biancy corrió, corrió con todas sus fuerzas y sus lágrimas empañaban su mirada, el mundo, en ese instante se hizo pequeño para ella.