Era una casa mediana al final de la calle; las paredes eran de color blanco sucio que daban un aspecto tenebroso y hacía que nadie se atreva a acercarse a ella.
Se dirigió a la puerta e intenta abrirla con un pequeño fierro que había traído. Estaba consciente que no había nadie en la casa porque sabía su rutina diaria.
Afortunadamente, logra abrir la puerta.
Entra a la casa y cierra la puerta con cuidado. Se para un rato a contemplar toda la sala. El interior no tenía nada que ver con su exterior puesto que tenía el piso de mármol, en el centro de la sala una pequeña mesita de madera, con adornos que lucían costosos. No había televisión ni estantes y mucho menos mamparas grandes a excepción de una pequeña ventana que daba a la calle, la cual ella utilizaba para espiar.
Era un poco simple, pero se veía acogedora, Empezó a alejarse de la sala y encontró una gran escalera un poco escondida en una esquina de la sala.
De seguro me llevará a los cuartos, pensó ella.
Subió apurada y se encontró con un pasadizo sin puertas. Ella se quedó anonadada y se le escarapeló la piel. Después reaccionó y quiso bajar, pero al voltear ya no estaban las escaleras sino una pared más. Entró en pánico y no le quedó más que seguir el pasadizo que a medida que avanzaba se hacía más extenso. A lo lejos divisó una pequeña luz encendida. Dudó si entrar o no, pero al final abrió la puerta. Era un pequeño baño con una cortina que al parecer daba a una bañera. Cerró la puerta con seguro, pero ni bien soltó la manija esta empezó a deshacerse como arena y luego la puerta también. Ella no sabía que hacer así que desesperadamente corrió la cortina de la bañera y salió a un lugar como una azotea, pero sin cordeles de ropa. Empezó a ver a los alrededores y se dio con la sorpresa que la cuidad estaba totalmente desolada, hacía más frío y había mucha neblina. Se asomó al borde de la azotea y se dio cuenta que abajo estaban muchas personas reunidas y los acompañaba una ambulancia con varios enfermeros.
Ella se asustó al ver que por la puerta sacaban a alguien en una camilla con una manta llena de manchas de sangre tapándole el rostro y parte del torso. Para su mala suerte una de las personas que traía puesto ropa de mayordomo la vio y empezó a señalarla gritando ¡Es ella, es ella! Y para cuando ella reaccionó ya la estaban tomando por la espalda unos policías y se topó con la mirada de su “amado” que le ponía unas esposas. Ella empezó a forcejear hasta que escapó e hizo la locura de saltar por la azotea.
Al abrir los ojos estaba sentada en un cuarto de interrogatorio y había una gran ventana atrás suyo. No tenía rasguño alguno. Luego de estar unos momentos sumida en el silencio abrieron estruendosamente la puerta y entraron varios policías. Lo más raro de eso fue que todos tenía el mismo rostro de su “amado”. Uno la analizaba, otro la miraba con odio, otro con pena.
Uno de ellos, que llevaba puesto un smoking le ordenó que se parara y se diera vuelta mirando hacía la ventana. Ella siguió dicha orden, pero al momento de darse vuelta recibió una patada que hizo que el vidrio se rompiera y volviera a caer a la nada.
Cuando abrió los ojos estaba sentada en la sala de espera de un hospital. Esta vez sí le dolía la espalda. No había mucha gente esperando y justo cuando quiso preguntarle algo a un señor que estaba a su lado, entró por la puerta una muchedumbre acompañando a una camilla. Ella se paró de inmediato para escapar, pero al hacerlo ya se encontraba en un cuarto del hospital.
Estaban solo ella y la persona en la camilla.
La persona tenía el rostro cubierto de vendas, y ella al acercarse para verlo con más claridad, las vendas empezaron a caer dejando ver el desfigurado rostro de aquella persona.
Tenía muchas cicatrices en los cachetes, los labios rotos y unos de sus ojos tenía un gran moretón. Ella al ver eso se asustó mucho que al querer retroceder se tropezó y cayó sentada. No se había percatado que tenía aún las esposas puestas y estas, extrañamente, causaron mucho ruido e hizo que la persona de la camilla abriera los ojos y la viera. Esta se levantó y empezó a dirigirse hacia ella. La chica gritaba por ayuda, pero nadie iba a socorrerla. Cuando la persona ya estaba muy cerca, ella solo cerró los ojos y sintió un abrazo. Confundida, ella los abrió y se encontraba de nuevo en el pasillo de la casa. ¿Cómo es que pudo desmayarse? Ella al querer levantarse no pudo ya que su “amado” estaba tomándoles de los brazos para que reaccione. Se asustó de nuevo porque no había sentido su presencia ahí. Él la miró a los ojos con el mismo miedo y le dijo:
-¿Te encuentras bien? Huyamos de aquí. Vamos, párate.
A duras penas, pudo hacerlo, así que él la jalo hacia las escaleras. Al estar en el primer piso corrieron hacia la puerta y con un poco de esfuerzo lograron escapar.
Ya estando parados en la acera de la vereda, él la miró con un millón de preguntas pasando en su cabeza, pero solo se limitó a decir una sola.